Marta y María 3. ¿Conflicto de mujeres o división de funciones en la Iglesia?

Llevo dos días hablando del texto de Marta y María. He ofrecido una visión general y después he comentado la primera parte del texto (Jesús viene a una aldea y es recibida por Marta en su casa), destacando las consecuencias eclesiales y ministeriales del tema, desde la perspectiva actual. Pero el texto sigue y nos centra ahora en la trama o conflicto de las dos mujeres, unidas y separadas por el mismo Jesús. La forma de presentar y resolver ese conflicto nos sitúa en el centro de un rico paradigma eclesial. En el fondo de ese conflicto de mujeres aparece una división de funciones eclesiales. Lc 10, e8-42 dice más cosas que muchas eclesiologías eruditas de la actualidad


Tenía ésta una hermana, llamada María (Lc 10, 39a)

Significativamente, el texto no ha precisado más la función de Marta. De ella sólo se ha dicho que "recibe" a Jesús, como lo hace Zaqueo en 19, 6. ((La palabra recibió. Hipedexato, sólo aparece en el Nuevo Testamento en nuestro texto y en el paralelo de Lc 19:6 donde se dice que Zaqueo, bajando presuroso del árbol recibió a Jesús con alegría. Ambos son sin duda textos eclesiales)). Pero, en contra de lo que sucede con Zaqueo, ella no dialoga directamente con Jesús sobre problemas de organización o riqueza, sino que lo hace a través (a causa) de su hermana, María, a quien ahora vemos escuchando a Jesús.

Así aparecen enfrentadas dos hermanas, por razón de un mismo hombre, en paradigma que encontramos con cierta frecuencia en la literatura (y en la misma historia humana). Son infinitos los relatos de dos hombres que se enfrentan por razón de una mujer... También son abundantes los relatos de mujeres (y hermanas) que se enfrentan por un hombre... o por el hijo que ese hombre les puede conceder (Dentro de la literatura española de los últimos decenios podemos recordar el conflicto (y acuerdo) entre las hermanas en La tía Tula, de M. de Unamuno. El conflicto de hermanos por una mujer aparece, por ejemplo, en el fondo de la película de M. Armendáriz, Secretos de corazón, 1996).

Este modelo de amigas-hermanas rivales ha recibido especial atención en la Biblia Hebrea, donde normalmente la causa del conflicto no es la lucha por el amor del hombre (al que puedan compartir, en matrimonio polígamo), sino por el hijo heredero, pues sólo el heredero ofrece a la madre el estatuto de señora (gebira), como indica bien la historia hebrea ((He definido el sentido de la gebira o señora-madre, desde el contexto hebreo, en El Señor de los Ejércitos, PPC, Madrid 1997, cap. 2º.
Es significativo y a mi juicio normal que, al llegar aquí, Lucas utilice este paradigma (de disputa entre mujeres) para ilustrar las tensiones interiores de la comunidad, que pudieran parecen más propias de varones, como puede verse en la disputa sobre los primeros puestos (cf. Lc 10, 46-48) o en la discusión sobre "ministerios" (cf. texto paralelo de Hech 6). El recuerdo de tensiones entre hermanas y/o amigas enfrentadas le ofrece ahora a Lc un fuerte paradigma de conflicto eclesial.

Ejemplos de mujeres enfrentadas por un hombre:

* Sara y Agar. No son parientes, sino una mujer libre (Sara) y su esclava (Agar), vinculadas al mismo marido (Abrahán) cuyo favor quieren conseguir, por medio del hijo que aparece como expresión de dignidad y de poder, tanto para una como para la otra. La tensión se resuelve cuando la mujer libre logra expulsar del hogar a la esclava con su hijo, quedando ella como única agraciado. Esta historia ha sido "espiritualizada" por la tradición judía y cristiana, que ha visto simbolizadas en la libre y esclava dos momentos o formas acción de Dios (cf. Gal 4, 21-5,1).

* Lía y Raquel. El mismo tema de las dos mujeres que litigar por un mismo varón reaparece en la historia de Jacob, con la particularidad de que aquí las dos son libres y hermanas (como Marta y María). Además, lo que está en discusión no es sólo el tema de los hijos sino también el amor del mismo varón. La historia no puede resolverse con la expulsión, sino sólo con la muerte de una de las dos hermanas (de Raquel, la favorita).

* Penina y Ana. Son dos mujeres libres, pero no hermanas. Ambas son esposas de un mismo varón, Elkana (Sam 1-2). Una es fecunda, otra estéril. Una posee la autoridad que le dan los hijos, con el trabajo que ello implica; la otra no tiene trabajos que realizar y sólo cuenta con el amor del marido que la quiere de un modo especial.

* Isabel y María aparecen también vinculadas, pero en forma positiva y sin conflicto en Lc 1. Ellas no son hermanas, sino primas. No buscan el favor de un solo hombre, pues cada una tiene su marido (o desposado). No son madres rivales sino aliadas, en un camino donde los dos hijos (profeta y mesías) podrán completarse. Ellas expresan de alguna forma expresan según Lc la culminación femenina del Antiguo Testamento.

Dejemos a un lado esta última historia (de Isabel y María,la madre de Jesús). Leamos el texto de Marta y María desde el Antiguo Testamento, como está indicando el mismo Lucas. Tan pronto como como el texto dice que Marta tiene una hermana podemos esperar y esperamos entre ellas un conflicto. Es normal que las dos mujeres vengan a situarse en perspectivas distintas, como signo de posible tensión eclesial.

Cómo son hermanas Marta y María

Es evidente que el verso anterior (10, 38) ha presentado a Marta como figura positiva, en oposición a los samaritanos que no reciben a Jesús. También parece claro que ella es un signo de la "totalidad acogedora" de la iglesia. Pero a partir de ella, el texto desarrolla la figura de su hermana María. Pues bien, a la luz de todo lo anterior, el término hermana (adelphê) puede interpretarse de dos formas:

* María puede ser hermana de Marta en el sentido familiar, de sangre (conforme a la interpretación usual, recogida por Jn 11, donde ellas tienen un tercer hermano llamado Lázaro). Si entendemos el texto así podemos suponer que María es más joven: no aparece como "dueña" de la casa (no ha recibido a Jesús), aunque puede realizar y realiza una función importante. Parece subordinada (es menor), pero da la impresión de que puede ocupar el lugar más importante en la vida (y corazón) del único varón de la escena. Podemos suponer que las dos se disputan la atención y/o cuidado de Jesús, cada una con lo que sabe hacer (una con el trabajo, otra con la atención personal)... El conflicto triangular parece inevitable.

* María puede ser hermana en sentido eclesial. Esta es la visión que resulta más coherente con nuestra lectura anterior del pasaje (recibir a Jesús, fraternidad eclesial). Ciertamente, la palabra hermano puede recibir su sentido literal en Lc-Hech (cf. Lc 14, 26; 20, 28-29; Hech 12, 2; 23, 16), pero también posee un sentido más extenso: son hermanos los miembros del pueblo judío (cf. Hech 7, 2. 26; cf. 9, 17) y de un modo especial los cristianos (cf. 1, 15; 11, 29; 15, 3; 16, 2.40; 21, 7). Todo nos permite suponer que Marta y María son hermanas en ese último sentido: son creyentes que comparten una responsabilidad especial en la comunidad, como veremos al comparar el texto con Hech 6, 1-6, donde precisamente se llama hermanos a los miembros de la iglesia (Hech 6, 6).

Desde esta perspectiva más extensa de la fraternidad (sororidad) de Marta y María pueden entenderse mejor las funciones que realizan. Es normal que en el fondo siga influyendo el símbolo de las hermanas carnales enfrentadas por un hombre (varón, amigo, esposo). Pero el mismo texto nos ayuda a superar ese nivel, como indican las funciones de cada una de las dos "hermanas eclesiales".
La iglesia, que Ef 5 presenta como esposa de Jesús (de una forma que parece pasiva: el varón es cabeza, la mujer cuerpo), queda simbolizada por dos mujeres que realizan el conjunto de funciones de la comunidad, dos mujeres que son muy activas. Estre esas actividades está la de María.

María, la discípula

Ella aparece sentada a los pies del Señor o Kyrios (10, 39), escuchando directamente su palabra (no a través de su marido, como debería suponerse a partir de textos como 1 Cor 14, 34-35; 1 Tim 2, 11-12). El mismo título que recibe (Kyrios) nos muestra que Jesús nos es ya el simple hombre histórico individual, amigo o marido discutido, sino el Señor pascual, presente por un lado en la iglesia misionera y por otro en la iglesia que le recibe. Este Jesús enseña directamente a la mujer, que será Maestra y Doctora, predicadora y terapeuta dentro de la Iglesia (como la otra María, madre de Jesús, que acoge en su corazón y medita las palabras del misterio, en Lc 2, 19 y 51).

En el fondo de la escena aparece el paradigma judío de los discípulos sentados en torno a un maestro para escuchar y aprender juntos la Ley. Pero aquí, en lugar de un grupo, de varones se sienta solo ella, como signo del conjunto de la nueva comunidad de acogida mesiánica y de escucha de la palabra que es la iglesia. El tema resulta claro (como muestra el libro de I. Fornari Fornari, La escucha del huésped (Lc 10, 38-42), EVD, Estella 1995) y no necesita más discusión ni prueba. Pero nuestro texto ofrece dos novedades significativas:

* Palabra del Kyrios, no Ley de Israel. María recibe y hace suya la Palabra del resucitado, que es el mismo Jesús que subió a Jerusalén para morir. Ella no estudia la Ley de Israel, como los aspirantes al rabinato judío, no cursa unos estudios de tipo académico en torno a un libro canónico, sino que sienta al lado de un hombre, en actitud de de diálogo personal. El mismo Jesús resucitado, presente en la comunidad, es fuente y sentido de toda "palabra", es la verdad de Dios hecha persona. Él mismo es quien instruye a la comunidad, representada por esta mujer, "sentada a sus pies", es decir, en cercanía acogedora, no de perdón agradecido, como la otra mujer de los pies (Lc 7, 36-50), sino de acogida comunicativa.

* Una mujer. La que escucha la Palabra del resucitado, acogiéndole en su vida entera y no sólo en la casa como Marta, es una mujer, en signo que rompe el modelo usual judío e incluso cristiano de la vida. Dentro del judaísmo es raro encontrar a la mujer como "discípula": la función de la acogida y estudio de la Ley tiende a considerarse cuestión exclusiva de varones. También en la iglesia primitiva ha existido la tendencia a un monopolio de la Palabra de parte de los hombres, como pudiera indicar el hecho de que los ministros de la palabra sean los Doce (varones) y como testifican, sobre todo, los textos arriba citados sobre el silencio de la mujer en la iglesia (cf. 1 Cor 14, 34-35; 1 Tim 2, 11-12).

Partiendo de esos últimos pasajes, en una interpretación muy sugerente, pero quizá sesgada, del pasaje, E. Schüssler F. (Schüssler F., E., La práctica de la interpretación, en Id., Pero ella dijo, Trotta, Madrid 1996, 78-106) supone que María es la mujer que escucha callada: recibe la palabra pero no la puede proclamar. Ella sería la mujer oyente, la receptividad femenina: escucha para dejar que la semilla de la palabra le alumbre por dentro, quedando así callada... En esta misma perspectiva habría interpretado Lc la figura de María, la madre de Jesús, que "escucha" y medita en su corazón los misterios mesiánicos (cf. Lc 2, 19.51).
Precisaremos todavía esta interpretación, pero ya desde ahora queremos decir que nos parece inaceptable: nuestra escena no divide a la mujer en las dos tareas opuestas y complementarias, de actividad sin palabra (Marta) y de palabra pasivamente escuchada, sin posible actividad ministerial (María). Pero a fin de precisarlo debemos pasar ya a la función y protesta de Marta.

La diaconía o servicio de Marta (10, 40a).

Marta ha recibido a Jesús (en su aldea y/o casa), pero luego descubrimos que es María, su "hermana", quien le atiende, haciéndole compañía, escuchando su palabra. Así se distinguen dramáticamente las dos funciones. Empezamos por la de Marta, mirada desde la perspectiva del narrador y desde ella misma.

* Perspectiva del narrador (10, 40a). Hasta ahora ha sido el propio narrador quien ha contado la historia y así la sigue contando todavía al decirnos que Marta estaba afanada (distraída) con mucho servicio. Frente a la concentración de María se opone así la dispersión de Marta. Frente a la palabra de Jesús se pone el mucho servicio (diaconía). Precisaremos después el sentido de esa palabra. Por ahora nos basta con resaltar el tono negativo de la expresión: todo nos permite supone que hay un servicio que resulta excesivo, un tipo de ocupación que distrae.

* Visión de Marta (10, 40b). El narrador deja la palabra a María, de manera que ella misma es quien se queja del trabajo ante el Kyrios, acusando de algún modo a su hermana, porque le ha dejado sola! Ella eleva su voz ante Jesús, a quien toma como árbitro o juez entre las dos hermanas. Es Jesús la causa del conflicto; ante él se dividen las dos hermanas, queriendo ambas servirle, de maneras diferentes. Evidentemente, en un sentido Marta tiene razón: el trabajo se podría y debería haber repartido entre las dos hermanas... Si ella está dividida y distraída es por culpa de María, que le ha dejado sola.

Prestemos atención a este abandono de Marta, que se siente fatigada porque debe realizar todo el trabajo... Podemos suponer que Marta no habla por sí misma. Ella eleva su voz en contra de todas las situaciones de injusticia de la tierra, fundadas en el hecho de que algunos "dejen de lado sus obligaciones", haciendo así que otros deban cargar en sus espaldas todo el peso de los trabajos y servicios de la comunidad.

Las funciones de Marta y María

Marta protesta en nombre de todos los dicen esforzarse trabajando por el bien de los demás. Es evidente que a un nivel ella tiene razón: su voz sigue siendo la voz de la justicia de este mundo. Por eso quiero situarme en su punto de vista, tomando como propia la voz de tantas mujeres (y varones) que se sienten discriminadas y humilladas con el trato que después recibe Marta, en la contestación de Jesús.

* María ha abandonado un tipo de trabajo o servicio comunitaria (quizá de la casa), para sentarse a los pies de Jesús y escucharle, sin hacer otra cosa. Sin duda alguna, ella puede llamarse "desertora". En sentido general, su actitud puede resultar positiva: es una mujer liberada que tiene el privilegio de dedicarse al cultivo de la Palabra, escuchando a Jesús. Pero en concreto ella resulta negativa, pues toda la carga de funciones y servicios (sociales, familiares) caen ahora sobre las espaldas de la otra hermana. María sólo puede estar ociosa (ser contemplativa) a costa de su hermana: su "lujo" de mujer centrada en la palabra se vuelve fuente de esclavitud (de mayor servicio) para Marta.

* Marta no está "distraída" porque quiere, sino porque le han dejado sola... Ella necesita que su hermana le ayude porque así lo requiere el ritmo de servicios de la comunidad. La acogida de Jesús se ha convertido para ella en fuente y principio de mayor trabajo. No está "distraída" por su capricho, o por el deseo de ganar dinero o de obtener ventajas, sino por la misma acogida de Jesús. Es como si el mismo evangelio se convirtiera para ella en principio de un servicio que distrae y dispersa y enfrenta a los hermanos. El mesianismo (la venida de Jesús) se ha vuelto para ella fuente de trabajo y de disputa con su hermana.

El problema de fondo es el sentido y urgencia de la mucha diaconía que Marta debe realizar a solas, porque se hermano no le ayuda. El texto dice que Marta ha recibido a Jesús (es la o su casa), preocupándose de atenderle. Normalmente solemos interpretar esa atención en línea de asistencia doméstica: limpiar la habitación del huésped, preparar la comida, servir la mesa... Eso significaría que ella actúa simplemente a modo de criada doméstica.

Marta, una mujer rica e independiente

Pero si miramos el texto con más detención es muy improbable este sentido de criada: una simple criada doméstica no recibe en casa al Señor (quien le recibe es la señora); además, el sentido principal de servir (diakonein, diakonía) en el Nuevo Testamento y sobre todo en Lucas (Lc-Hech) no es atender a la mesa a modo de simple criado/a, sino realizar una tarea ministerial en nombre de y/o por encargo de la comunidad o de sus autoridades (cf. R. J. Karris, apoyando su argumento en J. N. Collins, Diakonia: Re-interpreting the Ancient Sources, Oxford UP, New York 1990))El diakonos o servidor es ante todo un representante o mensajero, alguien que realiza unas tareas oficiales, para bien de los demás.
Así lo supone el texto clave de Lc 8, 1-3 donde se afirma que a Jesús le acompañaban los Doce y algunas mujeres que le (les) servían con todo lo suyo. Esas mujeres no son simples criadas de los Doce sino representantes de Jesús, personas que realizan su servicio de reino, como ministros de su obra. El texto supone además que los Doce y las Mujeres se sitúan al mismo nivel, formando parte de la comunidad itinerante de Jesús, lo mismo que se supone en Hech 1, 13-14 (en referencia a la comunidad primera de Jerusalén).

Una vez que llegamos aquí pueden hacerse algunas diferencias. De los Doce sólo se dicen que van (o están) con Jesús. De las mujeres, en cambio, se añade que han sido curadas por Jesús, lo cual puede aludir al hecho de que antes se hallaban enfermas-impuras o necesitadas; pero alude todavía a un rasgo mucho más profundo: ellas se encuentran ya curadas y pueden realizar la tarea de Jesús. Así lo hace, pues el texto continúa diciendo que le/les sirven con sus bienes o posesiones.

Ellas sirven con lo suyo (con sus bienes) Pero ¿a quién? El pasaje puede entenderse de dos formas, conforme a los diversos manuscritos. 1. Sirven a Jesús (autô/: GNS con el , A, L, X etc.), es decir, al evangelio entendido como mensaje de salvación o a la comunidad eclesial; esto significaría que las mujeres que acompañan a Jesús realizan una función ministerial. 2. Sirven a los discípulos (autois: GNT con B, D, K, W etc.), a quienes podemos entender en forma particular, como varones (tendríamos el esquema de un grupo de mujeres sirviendo a los miembros masculinos de la comunidad) o en forma general, como la comunidd entera, (las mujeres sirven a la comunidad en cuanto tal). ((Siguiendo a Carter, W., Getting Martha out of the Kitchen: Luke 10, 38-42 again: CBQ 58 (1996) 264-280 y especialmente a R. J. Karris y J. N. Collins, entendemos el servicio de las mujeres en el primer sentido, aún sabiendo que las dos interpretaciones concuerdan en el fondo (pues Jesús está presente en los discípulos)).

Se supone, por tanto, que son mujeres de cierta fortuna e independencia económica al menos relativa y que ponen lo que tienen al servicio del evangelio. Jesús no les pide que vendan lo que tienen y lo den a los pobres (como en el caso del rico principal de 18, 18-23) para seguirle, sino que ellas sirven a Jesús y/o a su comunidad, sosteniéndola con sus bienes. Estamos probablemente ante un modelo relativamente usual de mujer piadosa y rica (independiente), que se convierte a una nueva comunidad (sea al judaísmo, sea al evangelio de Jesús) y que pone sus bienes al servicio de esa nueva comunidad religiosa.

En ese mismo trasfondo de mujeres ricas se entiende también la acogida de Marta. Ella aparece como una mujer que puede acoger a Jesús y que le sirve con sus bienes. Evidentemente no es una "criada" o sirviente, sino la dueña de la casa (o la representante de la comunidad). Su diaconía o servicio ha de entenderse en plano de ayuda económica y acción social.
Pero vengamos a la diaconía en cuanto tal. Dentro de la iglesia, esa palabra (diakonia) tiene un sentido extenso y se aplica a todos los servicios comunitarios en favor de los demás, incluyendo el ministerio de los apóstoles (cf. Hech 1, 17.25). Así se habla de un ministerio o diaconía eclesial a lo largo de todo el libro de los Hechos (cf. 11, 3; 20, 24; 21, 19). Más aún, el mismo texto central de Hech 6, 1-15, que puede tomarse como paralelo al nuestro, indica con toda claridad que la palabra diaconía se aplica a todas las funciones de la iglesia, tanto a las que están relacionadas con el servicio de las mesas y viudas (plano social: 6, 1-2) como a las vinculadas al servicio de la palabra (plano apostólico: 6, 4).
Desde ese fondo debe entenderse nuestro texto: la mucha diaconía que distrae a Marta puede hallase vinculada no sólo a los trabajos de la organización doméstica (comida, limpieza), sino también a los de la organización y misión eclesial (predicación, administración de la comunidad).

Diaconía de Marta. Reflexión teórica

Detengamos un momento la escena. Antes de escuchar la respuesta de Jesús, que resuelve la cuestión defendiendo a María, podemos y debemos evocar las diversas formas de división social que se han dado en los grupos humanos. Partiendo de ellas podremos entender mejor el problema suscitado entre Marta y María.
Empecemos por la división más usual, que ha venido haciéndose en la iglesia católica en estos últimos siglos. Según ella, el texto se aludiría sólo a las mujeres, presentando a Marta y María como dos formas de vida femenina. Los hombres quedarían fuera, representados en el fondo por Jesús-Varón, esposo de ellas (como parecía suponer Ef 5). Desde esta perspectiva pueden distinguirse dos tipos de mujeres:

* La mujer trabajadora, al servicio de las cosas de los hombres (especialmente de los varones). En sentido estricto, ella sería la "criada" de la casa: sirve para mantener el orden, para cuidar del hogar y de la vida, mientras los hombres (como Jesús) van y vienen. Ciertamente, es una mujer dividida, que se cansa y protesta en contra de su suerte, acusando a su "hermana" ociosa.
* La mujer contemplativa, al servicio de las cosas de Dios. El evangelio aparece para ella como liberación: le ofrecen una palabra interior que acoge y cultiva. De esa forma se libera del trabajo, pero no para ser dueña de sí misma en libertad creadora, organizando el mundo, sino para hacerse contemplativa, siguiendo un camino místico entendido como liberación para el Señor.

Así ha leído este pasaje una larga tradición eclesial, dividiendo a las mujeres en trabajadoras (para servicio de la comunidad y, sobre todo, de los hombres) y en contemplativas-monjas (para servicio de Dios). Esta división puede emplearse en un nivel, pero estrictamente hablando ella resulta insuficiente, tanto por lo que dice sino por lo que omite.

División de funciones en la comunidad

Conforme a Lc 10, 38-42, ni Marta es criada de los hombres, ni María contemplativa. Ellas representan, de manera tipológica (alguien diría en syncrisis) dos rasgos importantes no de las mujeres en sí, sino de las mujeres en cuanto signo de todos los miembros de la iglesia. Marta y María son espejo del conjunto de la comunidad. Desde ese fondo, teniendo en cuenta la unidad y división de funciones eclesiales, podremos avanzar en el estudio del pasaje. La división anterior deja sin resolver algunas de las cuestiones más importantes de la vida humana, como son la la administración de la comunidad y la vocación/función materna de las mujeres. Así podemos preguntar.

1. ¿Quién lleva la administración de la comunidad? El texto no ha resuelto (ni planteado) el tema de los ministerios, tal como lo hará cierta iglesia posterior, que ha fijado a las mujeres en las tareas del trabajo (Marta) y de la contemplación (María), dejando en manos de varones la administración y dirección, tanto de las martas como de las marías. A mi juicio, esta lectura va en contra del texto.
2. ¿En qué categoría se introduce el tema de los hijos? Normalmente la iglesia católica ha puesto sobre Marta (mujer sin palabra) el cuidado de los hijos: ella es madre en cuanto servidora del marido y/o de la comunidad. A María (mujer de la escucha) se ha entendido como contemplativa célibe: dedicarse a las cosas de Dios significa renunciar a una familia en este mundo. A mi juicio, esta lectura va también en contra de la dinámica más honda del evangelio.

Para ello queremos situarlo en el trasfondo de la división tripartita de las funciones sociales que han puesto de relieve los estudiosos de la cultura indoeuropea. Tanto Roma como Grecia, la India de las castas como la Europa medieval cristiana han puesto de relieve tres funciones sagradas, vinculadas con tres dioses o principios religiosos:

* Los sacerdotes y/o sabios mantienen el orden sacral (Brahmanes). Ellos forman la casta primera, que Platón ha vinculado con la sabiduría, es decir, con la contemplación del misterio. En un momento determinado ellos, los clérigos o letrados, expertos en divinidad o magia aparecen como dirigentes del orden social. En esta línea, siguiendo el esquema de Platón, se podría decir que María, la contemplativa, conocedora de la Palabra del Señor, debería haberse convertido en dirigente oficial de la comunidad de Jesús.

* Los guerreros y/o nobles (los ksatriyas de la India) mantienen el orden social. Ellos forman la casta que Platón ha vinculado con el valor, es decir, con la entrega de la vida al servicio de la estabilidad social. Es normal que en un momento determinado, que Roma vincula con el surgimiento del imperio, ellos aparezcan como dirigentes de la sociedad. Significativamente, este tipo de personas faltan en el esquema de Lc 10, 38-42, que parece haber simbolizado el conjunto social en dos mujeres (acción y contemplación).

* Los trabajadores, que producen bienes de consumo, están vinculados en general a los labradores y comerciantes. El algunas sociedades antiguas (como en Israel) ellos pueden aparecer como libres, ejerciendo, al mismo tiempo, función como soldados... Pero en otras más estamentales ellos se vuelven "siervos" en el sentido radical de la palabra: quedan sometidos a los otros dos estamentos, trabajan para ellos. Las revoluciones modernas (francesa, soviética) han querido hacerles los gestores de la sociedad. Entre ellos se podría situar en nuestro texto Marta.

Así volvemos a nuestro pasaje y observamos algunas diferencias muy significativas. La primera es que Lc 10, 38-42 ha simbolizado toda la vida social en dos mujeres (dos hermanas), distinguiendo a partir de Jesús sus funciones. El mismo Jesús que sube hacia Jerusalén para entregar su vida, culminando su función, ofrece un lugar de plenitud y conflicto a estas mujeres. Lógicamente, este conflicto nos sitúa cerca de la distinción paulina (cristiana) entre obras de la ley y gracia salvadora.
Las funciones anteriores (sacerdotes, soldados, trabajadores) quedan en un segundo plano, de manera que no puede tomarse a María como sacerdote-sabio, ni a Marta como pura trabajadora. Jesús no quiere construir un nuevo orden social, ni sacralizar un nuevo tipo de institución: no necesita sacerdote ni sabios (en la línea de la primera clase antes citada), ni soldados o nobles (en la línea de la segunda clase), ni trabajadores esclavos de los otros.
Quizá pudiéramos decir que, partiendo de su movimiento de reino, todos los humanos aparecen vinculados en un mismo gesto de acogida, que está simbolizado por estas dos mujeres. Ellas condensan y expresan el sentido de conjunto de la comunidad. Por eso pueden convertirse en signo de totalidad y fuente de conflicto.

Conflicto en la iglesia. Acusación de Marta (10, 40b). Lc 10 y Hech 6

La acusación de Marta, diciendo que María la abandona en el trabajo y pidiendo a Jesús que le reprenda, nos sitúa en el centro de un conflicto eclesial en torno a poderes y servicios. Ciertamente, Lucas sabe que existe una causa de conflicto intra-eclesial: la búsqueda de poder: ¿quién es el más grande? Significativamente (defendiendo la memoria de los apóstoles), él ha omitido la tradición donde se hablaba del deseo de poder de los zebedeos (Mc 10, 35-40; Mt 20, 20-23), pero el tema de fondo sigue siendo el mismo: es un tema de poder.
Lucas sabe que los discípulos han buscado los primeros puestos, queriendo establecer una sociedad jerárquica donde ellos mismos sean los privilegiados; y sabe que Jesús ha respondido, diciendo que es preciso hacerse niños (pequeños) para así volverse grandes. (Lc 9, 46-48). En ese fondo se sitúa nuestro texto. Por eso lo citamos en tercer lugar, después de haber presentado otros dos pasajes donde Lucas alude a las disputas eclesiales por causas del "servicio":


* Lc 24, 24-30.
Disputa sobre la grandeza. En el contexto más solemne de la vida de Jesús, el día de la ultima cena, ha situado Lucas la discusión de los discípulos de Jesús sobre quien de ellos parece ser más grande (22, 24). Ha culminado el camino del mensaje, están en Jerusalén, y cuando resulta que debían haber resuelto todos los problemas de este tipo, ellos disputan buscando grandezas y poderes.
Jesús les responde acudiendo a la comparación del servicio en la mesa y pidiendo a los discípulos que se vuelvan servidores o diakonos de los demás, pues él mismo ha querido comportarse en medio de ellos como el servidor (cf. Lc 22, 27). Así ha venido a comportarse dentro de la iglesia como auténtica Marta (si este nombre vale). Por eso, lo que Marta realiza en 10, 38-42 al servicio de la comunidad pertenece al misterio de Jesús. El problema no estará por tanto en servir, sino en la forma de hacerlo.
Una vez y para todas, Jesús ha elevado en la iglesia, en el momento más solemne de su cena de despedida, el ideal y ejercicio del servicio, convirtiéndolo en clave de su vida. Por tanto, toda división parcial entre mujeres servidoras y hombres jerarcas, entre martas trabajadoras y marías contemplativas resulta contraria al evangelio.

* Hech 6, 1-7. Disputa en torno al servicio: mesas y palabra . El problema de la iglesia no es el servicio, sino el no servicio, o la manera partidista de realizarlo. Así lo muestra este pasaje que recrea, dentro de la obra general de Lucas y en ámbito de iglesia, los motivos que hemos descubierto en el nuestro (en Lc 10, 38-42).
Los "helenistas" (judíos de lengua y cultura más griega) murmuran contra los "hebreos" (comunidad oficial de Jerusalén, de lengua aramea, centrada en los Doce) porque sus "viudas" quedan relegadas en el servicio diario, es decir, en la asistencia personal (Hech 1) La disputa la resuelven los Doce, afirmando que ellos deben mantenerse fieles a la oración y al servicio de la palabra (en una línea que parece propia María) y pidiendo que la comunidad reunida elija a Siete personas responsables del servicio de las viudas y las mesas (es decir, en una obra que parece más cercana a la de Marta).
Como vemos, el problema de Hech 6 sigue siendo el de Lc 1o, 38-42, pero de algún modo se ha invertido: los helenistas no protestan porque tienen mucha diaconía (como Marta), sino porque ella no está bien realizada, porque las viudas (servicio personal) y las mesas (servicio alimenticio) no están bien atendidas.

En contra de lo que sucede en Lc 10, 38-42, el libro de los Hechos resuelve el problema dividiendo las funciones (los Doce se siguen encargando del servicio de la palabra y los Siete de las mesas) de una manera que acaba resultando irónica o, quizá mejor, paradójica. Lucas sabe, por un lado, que el servicio de mesas y palabra resulta inseparable, pues los Siete de las mesas, a quienes ordinariamente se llama los diakonos (olvidando que la diaconía pertenece también el servicio de la palabra: cf. Hech 6, 4), realizan inmediatamente un ministerio en línea de palabra.
Por otro lado, los pioneros de la apertura universal de la iglesia no han sido los Doce (encargados "oficialmente" de la Palabra), sino los Siete: la Palabra del evangelio sólo ha podido extenderse allí donde se realiza el servicio de las viudas y las mesas: la misión cristiana se ha extendido y realizado precisamente a través de los helenistas, es decir, de los servidores, como sabe el resto de Hechos. Han sido ellos, los representados por la Marta de 10, 38-42, los que han extendido de verdad la iglesia.
Eso significa que la disputa en torno a palabra y servicio resulta por un lado normal y por otro ella no puede conducirnos a una división nítida de funciones (por un lado ministerios sociales, por otro contemplativos o de la palabra), pues no existe en verdad tal ruptura. Significativamente, en este pasaje, tanto los Doce (palabra) como los Siete (mesas) aparecen personificados en varones. En el fondo, el poder eclesial está vinculado al servicio y palabra.

((En un primer nivel, Hech 6 ha destacado la importancia de los doce (que no pueden abandonar la palabra por las mesas); pero en otro nivel ha puesto de relieve la importancia de los siete, mostrando no sólo que sus ministerios son inseparables (los siete son también predicadores), sino que Esta no es una disputa para separar sino para vincular los rasgos y tareas de las dos hermanas. Pero Lc 10, 38-42 invierte de algún modo la visión de Hech 6, donde son los pobres los que protestan y el tema lo resuelven los mismos servidores de la palabra (los Doce), que aparecen como dirigentes principales de la iglesia. Aquí (en Lc 10) son los servidores de las mesas los que se quejan ante Jesús, siendo él quien resuelve la disputa, otorgando la primacía a la hermana que "escucha la palabra")).


* Lc 10, 38-42. Marta y María, servicio y palabra. Nuestro texto reasume el esquema de Hech 6, volviendo a contar de algún modo la misma historia de conflictos eclesiales, pero lo hace con algunas diferencias fundamentales que debemos resaltar: una referida al sexo, otra al estilo narrativo.
Hay una diferencia de sexo. Los representantes de la iglesia son dos mujeres: ellas ocupan el lugar estructural de los Siete (Marta) y de los Doce (María), aunque sus funciones no se identifiquen sin más con las de ellos. Sólo de esta forma, a modo de parábola, superando un esquema historicista (definido en Hechos de forma masculina), dentro del evangelio, Lucas ha podido evocar el tema de los servicios eclesiales (simbolizados en otro contexto por los Doce y los Siete) desde la perspectiva de dos mujeres. Ellas representan al conjunto de la iglesia (igual que los Doce y Siete de Hech 6), apareciendo así como espejo de la comunidad cristiana.
Hay también una fuerte diferencia narrativa. Hech 6, 1-7 parece una etiología histórica que, asumiendo algunos datos realmente sucedidos, reinterpreta la historia cristiana y presenta la primera división de funciones dentro de la iglesia primitiva. Por el contrario, Lc 10, 38-42 es una historia parabólica fundante; los posibles datos reales de fondo son aquí muy secundario. La realidad e importancia del texto viene dada por la forma en que Jesús interpreta los servicios a partir de estas dos mujeres.

Como hemos dicho ya al comienzo de este trabajo, no tenemos que partir de Lc para entender desde ese fondo el texto de Hech, sino casi lo contrario. El problema de fondo de nuestro pasaje viene dado por Hech 6, con su visión de la historia y vida de la iglesia (definida básicamente por el ministerio de los varones). Pues bien, desde ese fondo tenemos que volver a Lc 10, 38-42, descubriendo cómo se recrean los aspectos principales del mensaje de Jesús.
Lo que Hech 6 narraba en forma masculina (Doce varones hebreos y Siete helenistas), ha querido reinterpretarlo Lc 10, 38-42 desde el simbolismo de las dos mujeres. Lo que antes no podía decir lo dice ahora, presentándolas a ellas (dos mujeres) como signo de las tareas eclesiales, realizadoras de los dos "ministerios" básicos de la comunidad cristiana.

(El texto que utilizao está tomado básicamente de una colaboraión que escribí para Isabel Gómez Acebo, Relectura de Lucas, , Desclée de Brouwer, Bilbao 1998)
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