Marta y María 2. Una Iglesia/Casa, formada y presidida por mujeres

He presentado ayer (domingo de Marta y María) el tema de la iglesia como una comunidad de mujeres que recibe a Jesús (tiene a Jesús en casa) y comparte ante él tareas de vida y organización. Hoy quiero profundizar en el tema, definiendo a la iglesia, de un modo simbólico, como sororidad, fraternidad de mujeres. Retomo así y matizo otros motivos de este blog, que han presentado a la iglesia como matrimonio hombre/mujer en sus diversas formas y posibilidades. En sí mismo, el tema puede parecer poco significativo, pero puede adquirir mucha importancia desde la situación actual de la Iglesia, entendida como jerarquía de varones (en contra de este signo de Marta y María).

Símbolos de Iglesia. Un motivo de reflexión.

El Nuevo Testamento presenta muchos símbolos de la Iglesia, que han sido retomados en parte por el Vaticano II y por la teología:

Cuerpo de Cristo
Pueblo de Dios
Esposa del Espíritu Santo
Pastor con su rebaño
Viña y racimos
Olivo injertado etc etc
Casa comunitaria (sobre todo de mujeres)

En esa última línea de la Igiesia/casa se nuestro testo y la presenta en forma de comunidad de mujeres (sororidad) que reciben a Jesús y dividen funciones.

Todos en la iglesia están simbolizada por esta casa de mujeres, que reciben a Jesús y se ayudan y dividen o definen entre sí, a partir de su presencia.Tenemos un símbolo que podría entenderse de forma “poligámica” (como las 10 vírgenes de Mt 25)..., pero, mirado a más profundad, está abierto a todos los amores, como seguiremos viendo Las relaciones de estas dos mujeres (que son signo de todas las mujeres y varones) con Jesús constituyen una expresión de toda la iglesia.

La Iglesia es esposa de Cristo, como en Ef 7. Pero en Efesios la iglesia es como una mujer que se debe someter a Cristo jerarca. A partir de aquí, la doctrina católica oficial, ha decidido que todos los cristianos son "mujer de Cristo", pero que sólo los varones pueden representarle como jerarquía. Somos muchos los que pensamos que esta deducción no responde al texto de Efesios ni a la experiencia de Jesús... ni a la sociedad actual.

Una iglesia casa,: oficio de mujeres... Esta visión de lglesia/casa, con mujeres que realizan funciones esenciales, constituye una de las novedades del primitivo cristianismo, como han puesto de relieve las investigaciones más recientes. Hasta finales del siglo I,las funcioens esenciales de muchas iglesias estaban realizadas por mujeres... Sólo a partir ese ese momento (como indican las cartas pastorales) las iglesias tienen miedo del modelo de la casa (con supremacía femenina) y se vuelven patriarcalistas.
En ese sentido, el patriarcalismo de la iglesia es posteriore y derivado, aunque está durando hasta el siglo XXI (en la Iglesia católica). Por eso, para superarlo, es bueno volver a este pasasje de Lucas 10, para ofrecer otra visión del tema, desde una iglesia que aparece como "relación de mujeres entre sí" y frente al esposo... mujeres que son símbolo de todos los cristianos. El texto nos presenta los “modos de amor” de cada una de estas mujeres con Jesús… y de cada mujer con la otra... ofreciendo así una visiòn muy rica de la iglesia..

Añadido para voluntarios. Un tema para pensar

El lector normal de este blog puede detenerse aquí... y dejar lo que sigue, pues lo dicho es ya bastante para pensar en el tema. Sin embargo, para ayuda de aquellos que tengan más tiempo y quieran profundizar en el tema, he querido reproducir en lo que sigue (hoy y los dos días siguientes) un trabajo que he escrito hace unos años sobre el tema, un trabajo que podrá ayudarnos a plantear lo motivos centrales del pasaje y de nuestra reflexión sobre la iglesia en un contexto exegético más amplio. Gozosamente ofrezco mi lectura de Lc 10, 38-42 a los que quieran seguir pensando y gozando conmigo sobre temas de iglesia. Por favor, quien no tenga un interés particular no siga. Lo que viene ahora es para aquellos con tiempo y deseo de penetrar con más hondura en los símbolos y tareas de la iglesia

Un ejercicio de lectura

He querido ofrecer un ejercicio de lectura eclesial y femenina sobre Lc 10,38-42, resituando las figuras de Marta y María en el conjunto del camino de Jesús y de su comunidad de seguidores. Mi trabajo puede o comenzar ofreciendo cierta dificultad para los no iniciados, por eso pido de antemano paciencia a los lectores. Intentaré ser claro y dejaré los temas especializados y las discusiones sobre el texto griego para las notas a pie de página. El lector no interesado en temas técnicos puede prescindir de ellas

38 Mientras iban ellos de camino, él entró en cierta aldea; y una mujer llamada Marta le recibió. 39 Y ella tenía una hermana que se llamaba María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. 40 Marta, en cambio, estaba afanada (distraída) con mucho servicio; y acercándose {a El, le} dijo: Señor ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el servicio? Dile, pues, que me ayude. 41 Respondiendo el Señor, le dijo: Marta, Marta, te preocupas y estás perturbada por muchas cosas; 42 una (sola) cosa es necesaria; en efecto, María ha escogido la parte buena, la cual no le será quitada (Lc 10, 38-42)

1. Mientras iban de camino (10, 38a).

Así comienza la escena. El relato no está situado en el de los mitos, ni en el érase una vez de los cuentos clásicos, sino en el camino de Jesús con sus discípulos y/o amigos. Esta no es una marcha cualquiera sino el camino mesiánico de subida a Jerusalén y de culminación humana que, conforme a Lucas, autor del evangelio de su nombre (=Lc) ha empezado en 9, 51 (Jesús toma la decisión de ir a Jerusalén) y se ha expresado en 9, 57-62 (Jesús propone sus condiciones a los que quieran hacerle compañía en el camino).
En ese contexto de camino mesiánico, que culmina de forma muy precisa en el versículo final de la parábola del buen samaritano (¡Vete!: 10, 37) se inscribe e inicia nuestro texto (mientras iban de camino: 10, 38). El escriba autosuficiente (¡quiere justificarse a sí mismo: cf. 10, 29) a quien Jesús cuenta la parábola debe ponerse en camino, para convertirse de esa forma en buen samaritano, acogiendo y ayudando a los demás. Pues bien, ahora, al ponerse en camino, ellos (Jesús y los suyos) aparecen como buenos samaritanos. Sólo dirigiéndose hacia Jerusalén podrán descubrir lo que significa el seguir a Jesús, el surgimiento de la iglesia

((Nota. La traducción castellana no permite captar la conexión entre el ¡Vete! (poreύoυ: 10, 37) del final del pasaje anterior y el mientras iban de camino (VEn de. tw/| poreu,esqa: 38) con que empieza nuestro texto. Por eso es bueno acudir al texto griego. Dando un paso más, podemos distinguir dentro de Lc dos niveles de camino.
Hay un camino implícito, que ha empezado ya con la confesión de Pedro: Jesús es el Hijo del hombre que debe dar la vida en favor de los demás (del reino). Por eso, sus discípulos, aquellos que le siguen en el camino, han de negarse a sí mismos: 9, 21-27, a fin de dar la vida por los otros. Así lo ratifica el pasaje de la transfiguración: en contra de lo que sucede en los paralelos de Mc y Mt, el Jesús de Lucas dialoga de Jesús con Moisés y Elías sobre el "éxodo" que él debe culminar/plenificar, con plêroun, en Jerusalén: 9, 31).
Ese camino se vuelve explícito a partir de la gran afirmación de 9, 51-52: Jesús inicia el ascenso hacia Jerusalén y para eso llama a setenta y dos discípulos (cf. 10, 1), que son signo de toda la iglesia. Lucas emplea aquí el mismo lenguaje de culminar/plenificarse (plêroun) que había utilizado en la transfiguración, diciendo que Jesús inicia el gran camino que le lleva a la culminación/plenificación (con syn-plêroun) en Jerusalén (cf. Lc 9, 51). Jesús va acompañado con sus discípulos. Su mismo ascenso hacia Jerusalén viene a presentarse así como proceso y campo de surgimiento de la iglesia, según indicaremos en todo lo que sigue)).

En ese contexto de camino mesiánico se inscribe nuestro texto. No ofrece una verdad abstracta sobre el ser humano, ni traza una teoría general sobre la hospitalidad, sino que expone la novedad de la acogida de Jesús (el surgimiento de la iglesia), en el contexto de su ascenso hacia Jerusalén. Eso significa que los dos libros de Lucas (Lc= Evangelio y Hech=Hechos) han de leerse al mismo tiempo:

*Lc 10, 38-42 recuerda una historia pasada. Es muy posible que Jesús haya sido acogido en la casa algunas buenas mujeres, que le han ofrecido no sólo hospitalidad externa, sino también cercanía humana, casa familiar. Junto a las mujeres que le siguen con los otros discípulos ambulantes (cf. Lc 8, 1-3) aparecen aquí las mujeres que le acogen, pudiendo presentarse de esa forma como signo de la iglesia.

* Lo que dice Lc 10, 38-42 ha de situarse en el transfondo del libro de los Hechos donde aparece el camino misionero de los discípulos de Jesús, simbolizados de un modo especial por Pedro y los Doce, por los Siete helenistas y finalmente por Pablo. Son ellos, los cristianos ambulantes, los que están al fondo de la afirmación general con que comienza el texto: mientras iban de camino. La subida de Jesús a Jerusalén (Hech 9, 51) viene a presentarse de esa forma como signo de la gran marcha de la iglesia desde Jerusalén hacia los confines de la tierra (Hech 1, 8).

* Desde el libro de los Hechos debemos volver a Lc 10, 38-42 descubriendo en el camino y gesto de Jesús el paradigma o ejemplo de la vida de toda la iglesia posterior. No es que empecemos estudiando Lc y luego completemos su visión con Hech, sino al contrario: lo que en Hech se dice en un plano de historia eclesial ha de entenderse desde la parábola fundante de Jesús (desde Lc), que viene a presentarse así como lugar y fuente de surgimiento eclesial.

Por eso, nuestro texto ha de entenderse en dos líneas o direcciones que son complementarias. Por una parte está la linea que va de la historia de Jesús hacia la iglesia: el camino pasado de Jesús constituye para Lucas (autor de Lc y Hech) el punto de partida y el lugar de referencia para entender la vida de la iglesia. Por otra parte está la línea que va de la iglesia hacia Jesús: todo lo que la iglesia vive y hace ha de entenderse a la luz de lo que ha sido el camino de Jesús. Por eso, cuando se dice que Jesús envió a sus discípulos a los lugares donde él debía "venir él", para que le precedieran, podemos hablar de dos misiones: la misión pre-pascual de los Doce (cf. Lc 9, 1-6) que iban subiendo con Jesús hacia Jerusalén; y la misión post-pascual de los Setenta y dos (cf. 10, 1-12) que son signo de todos los misioneros de la iglesia .

De esta forma, los Setenta y dos quedan integrados en el mismo camino histórico de Jesús. En un nivel, ellos van a todo el mundo (cf. Hech 1, 8), abriendo el camino-de Jesús; pero, en otro nivel, ellos siguen recorriendo el mismo duro ascenso de Jesús que va a Jerusalén para entregar la vida.
De esta forma, Lucas nos ofrece una fusión de horizontes: el camino pasado de Jesús ilumina nuestro pesente eclesial; el presente de la iglesia nos invita a reinterpretar el pasado de Jesús. El éxodo o salida (cf. Lc 9, 31) y el ascenso o subida (cf. Lc 9, 51) de Jesús en Jerusalén viene a presentarse así como espacio y contexto simbólico donde se puede inscribir la historia de la iglesia, tal como lo muestra en otra perspectiva, en el libro de los Hechos. ((De un modo especial muestran el sentido de Lc como ascenso los capítulos de la "gran inserción" (Lc 9, 51-18, 15) en los que su narración se aparta de la de Mc, a la que en otros casos sigue)).

Así podemos volver al comienzo de nuestro pasaje: Y sucedió que mientras iban de camino... (10, 38a). Jesús ha decidido dirigirse a Jerusalén (9, 51), proponiendo las condiciones de su seguimiento a quienes quieran acompañarle (9, 57-62). Le preceden los Setenta y Dos discípulos (cf. 10, 1-12.17-24). Con ellos avanza Jesús y va creando iglesia, tanto en perspectiva de misión (fundan iglesia quienes le acompañan, expandiendo su mensaje) como de acogida (son iglesia aquellos que le reciben, ofreciéndole una casa).

((Los manuscritos se dividen al presentar el número de discípulos-enviados (misioneros): si son 70 pueden entenderse más en la línea de los siete misioneros helenistas de Hech 6 (y a la luz de la simbología del 70 en el AT). Si son 72 pueden quizá entenderse a la luz de 12 por 6... Cf. B. M. Metzger, A textual commentary to GNT, UBS, London 1975, 150-151)).


Sucedió que mientras iba de camino... Todo sucede en el camino de ascenso y entrega, en la vida hecha proceso de ascenso a Jerusalén y misión universal de reino. Precisamente ahora, allí donde Jesús y sus discípulos ofrecen al mundo unos modelos de entrega y acogida surgirá la iglesia. En las reflexiones que siguen quiero desarrollar de manera expresa este segundo aspecto (de acogida) reflejado por las dos hermanas que reciben a Jesús, recibiendo a sus discípulos (varones y mujeres) que hacen por el mundo camino de evangelio. Estamos, por tanto, en el tiempo de que habla el libro de los Hechos (tiempo de la iglesia); desde ese presente de misión eclesial volvemos a la historia de Jesús, para descubrir el ella el sentido de esta iglesia de mujeres, centrada en la comunidad que forman las dos hermanos.

2. Mientras ellos iban, Jesús entró (10, 38a).

De manera sorprendente, el texto pasa del plural al singular : mientras ellos siguen de camino, él entra en una aldea y casa... Es como si la experiencia eclesial se dualizara, de manera que para descubrir su contenido deben distinguirse los dos contextos fundamentales, los dos "espacios" básicos del evangelio:

* Por una parte están todos ellos que siguen de camino... De esa forma se sitúan en la línea del escriba de la parábola del Buen samaritano (10, 25-37) al que Jesús le ha dicho que "vaya". Ellos son sin duda alguna los discípulos de Jesús, que van de camino (desde 9, 51) y de un modo especial los setenta y dos a quienes ha enviado expresamente para precederle (10, 1). Así podemos afirmar que él, Jesús, está con aquellos que caminan; forma parte de la gran comunidad misionera que anuncia el evangelio, la buena noticia del éxodo y ascenso mesiánico.

* Por otra parte, Jesús aparece separado de los Setenta y Dos... Nuestro supone que mientras ellos siguen preparando su camino (realizando su misión pascual) él se separa y entra en una aldea, siendo recibido en una casa. Pasamos así de la iglesia del envío y camino, representada por los Setenta y Dos misioneros de 10, 1.12 (entre los cuales parece evidente que también hay mujeres, como supone 8, 1-3) a la iglesia de la acogida y casa (representada ahora por las dos mujeres que van a recibir a Jesús).

Este Jesús acogido en la aldea (o casa) es símbolo del conjunto eclesial. No aparece ya en forma individual histórica, como un hombre del pasado, sino como figura pascual: es el Señor al que se acoge, el Señor que constituye el centro de la vida de la comunidad. Es ciertamente Jesús, como supone todo lo que sigue, pero al mismo tiempo podemos identificarle con el conjunto de la iglesia que acoge en la "casa" de su vida y cuidado a quienes vienen.
En este Jesús que llega a la aldea-casa de la iglesia (representada por dos mujeres) está simbolizada la totalidad de la misión eclesial. Ente la iglesia caminante (enviada) y la iglesia acogedora (que recibe a los caminantes) se establece una profunda y necesaria simbiosis que iremos precisando.

3. Entró en una aldea y una mujer llamada Marta lo recibió...(10, 38)

El tema de la acogida se encuentra preparado en 9, 52-56, donde se dice que una aldea samaritana no quiso recibir a Jesús, y en 10, 4-12, donde se habla de las casas-ciudades que acogen o no acogen a los misioneros de Jesús.
Los dos niveles se encuentran a mi juicio vinculados, de manera que recibir a Jesús se identifica con recibir a sus enviados y viceversa. La misma existencia de la iglesia está vinculada a la acogida de Jesús, con todo lo que ella implica. Presentaremos el tema a partir del contexto más general de la misión (10, 4-12). Desde ese fondo entenderemos las dos escenas (la de la aldea samaritana y la de Marta-María) como variantes de un mismo modelo narrativo:

* 10, 1-11: Recibir o rechazar a los enviados de Jesús. Jesús envía a todos sus discípulos (a los Setenta y dos) sin otra seguridad que su palabra y poder de curaciones. Van sin dinero ni seguridades, quedando así a merced de que las gentes (pueblos, casas) les acojan o rechacen. No van a descansar como curiosos vagabundos, ni a imponerse como señores, sino a ofrecer el reino, como obreros que realizan un duro trabajo de evangelio. Son ministros del reino y salvación de Dios, pero quedan a merced del ministerio de la acogida (comida, hospitalidad total) de las casas o pueblos donde vayan.
Por eso dice el texto que donde no les reciban (10, 10) deben sacudirse hasta el polvo de los pies, marchándose sin nada de aquel lugar de no acogida. Creer en el evangelio no es una pura experiencia interior, una fe desligada de la vida. Creer es acoger a los enviados de Jesús, compartiendo con ellos la casa.

* 9, 52-56. La aldea de los que no reciben a Jesús. Ese tema de la acogida queda ejemplificado, negativamente, en una aldea de samaritanos. Jesús envía a sus mensajeros (ángeles) para que le anuncien y preparen el camino. Ellos (en plural, los mensajeros) entran en una aldea (kome) de samaritanos, pero ellos no le quieren recibir, no le aceptan su en su pueblo, no abren la casa para ellos. Recibir (en pueblo o casa) es la señal suprema de acogida mesiánica, como hemos visto en 10, 4-10, aunque allí, en contexto más amplio de misión helenista se hable de ciudad y lugar (polis y topos: 10,1ss), mientras que aquí, en contexto más galileo-palestino se hable de aldea (kome: 9, 52).
Esta aldea de los samaritanos es signo de todas las ciudades y lugares que no aceptaran la misión de Jesús, rechazando a sus discípulos. Esta es la aldea que no se hace iglesia (casa acogedora), aldea que Santiago y Juan, situándose en plano de violencia apocalíptica, quieren destruir con fuego que baja del cielo; evidentemente, el Jesús de la acogida libre, de la casa voluntario, les rechaza, diciéndoles que no conocen su espíritu.

* 10, 38-42. Marta y María. La aldea de los que reciben a Jesús. Se repite el esquema y las palabras principales del pasaje anterior, aunque ahora no se dicen que los discípulos (mensajeros) preparan el camino de Jesús, sino simplemente que van (con el verbo poreuein en 9, 52.56 y 10, 38). Ellos van, pero es Jesús el que entra. El pasaje anterior acababa diciendo que ellos (Jesús y discípulos) fueron a otra aldea en busca de una acogida que no sabemos si recibieron (9, 56).
Pues bien, la nueva escena comienza diciendo (cf. 10, 38) que Jesús entra en una aldea (kome), como habían entrado ya los discípulos en la aldea samaritana (9, 52); pero ahora, en vez de rechazarle a él hay una mujer que le recibe y que se llama Marta (10, 38). Frente a los samaritanos anónimos que no le acogen, aparece aquí ella como signo y representante de toda la aldea que recibe a Jesús (y que sin duda recibe a sus discípulos, creando así comunidad con/para ellos))

En este contexto se iluminan de manera sorprendente muchos elementos de nuestra escena. Estamos, como indica 10, 1-12, en el centro de la gran misión eclesial. Jesús no entra en la casa de Marta por casualidad, sino porque sigue realizando su misión, a través de sus discípulos. No entra por pasar un simple rato de placer, en compañía, con dos amabilísimas mujeres, sino porque quiere crear iglesia, quedándose en la casa de aquellos que le reciben.
Quizá podamos decir que la aldea de los samaritanos se opone a la de Marta (y María). Ambas son símbolo de las dos actitudes posibles ante el evangelio. Ambas se oponen y de algún modo se completan, ofreciendo un ejemplo concreto del fracaso o surgimiento eclesial a que se alude en 10, 1-12. La misión de reino se constituye en forma de hospitalidad fundante, en ciudades y casas. No es un ejercicio de enseñanza teórica o de adoctrinamiento místico sino de acogida y comunión inter-humana, en el camino que lleva hacia el éxodo/ascenso de Jerusalén (hacia la misión universal). Volvamos desde aquí a las dos escenas ejemplares:

* 9, 52-56. Historia de la aldea samaritana: ejemplo de no acogida y de respuesta violenta. Los protagonistas son los habitantes de la aldea (varones y mujeres) que no reciben a Jesús y los discípulos ambulantes de Jesús (primero en general, luego personificados en Santiago y Juan) que responden queriendo destruir la aldea, pidiendo que baje el fuego escatológico a quemarla.
Los habitantes de la aldea aparecen así de manera innominada, como signo de todos aquellos que se oponen al evangelio, es decir, al camino de ascenso hacia Jerusalén, con todo lo que eso implica de gratuidad y entrega de la vida. No se dicen si están encabezados por alguna persona en concreto, no se citan sus representantes (ancianos, letrados, sacerdotes), aunque parece evidente que los tienen. Por el contrario, los discípulos violentos aparecen personificados en aquellos a quienes la tradición ha tomado en general con representantes de una línea eclesial dura (Santiago y Juan).
El texto supone que unos y otros, samaritanos y discípulos, se mueven a un mismo nivel (de no acogida y respuesta violencia), en plano de conflicto antiguo, de guerra histórica o escatológica. Situándose por encima de unos y otros, Jesús resuelve el conflicto, superando la lucha en línea de no confrontación, de alejamiento. Este rechazo de Santiago y Juan puede presentarse de algún modo como anuncio del rechazo de Marta que veremos en 10, 42, aunque en contexto totalmente distinto.

* 10, 38-42. Historia de Marta y María. Acogida y conflicto intra-eclesial. Por ahora destacamos sólo el paralelo con el texto anterior: Jesús entra en una aldea y una mujer llamada Marta le recibe... Frente a los samaritanos aparece ella, como representante de una aldea (cosa que resulta aún más evidente si la frase en su casa resulta un añadido). Aparece así claro el carácter social de la figura de Marta.
Es evidente que ella no puede actuar en nombre propio, como persona privada (nada hay privado a ese nivel en una aldea judía), sino que ha de hacerlo como representante de la aldea en su conjunto. Ella sólo puede recibir y recibe a Jesús en nombre del conjunto social, en gesto de servicio positivo que marcará el sentido de todo lo que sigue.
De ahora en adelante, el problema del texto no estará ya en saber si ella recibe o no recibe a Jesús, si le sirve o no le sirve (cosa que hará sin duda alguna), sino en precisar el modo en que lo hace. Para plantear ese nuevo tema Lucas le dará una hermana. Pero no adelantemos la escena. Estamos todavía en la acogida.

4. Una mujer llamada Marta le recibió: aldea y/o casa. (10, 38b)

En un primer nivel (desde el paralelo de 9, 52-56), el texto contrapone a los Setenta y dos (enviados de Jesús), que son la iglesia itinerante o misionera, y a los habitantes de la aldea que reciben o no reciben a Jesús. Sólo recibiendo a Jesús, estos últimos, se convierten en iglesia, es decir, en comunidad estable, según un modelo común a todo el NT.
La misma comunidad o aldea que recibe a Jesús (o a los enviados de su grupo) mientras realiza la obra de su reino (en gesto de éxodo o ascenso a Jerusalén) es la primera forma estable de iglesia. En este contexto es bueno que volvamos a recordar los dos aspectos de la iglesia: el itinerante (enviados) y el estable (aldea, casa):

* Solemos identificar la iglesia itinerante con varones, conforme a una visión usual de los Doce, hombres todos ellos (cf. 9, 1-6). Pero Lc 8,1-3 ha mostrado que esa iglesia está formada también por mujeres que acompañan a Jesús y le sirven (o sirven al grupo, según las lecturas posibles del texto, que después estudiaremos, al comparar 8, 3 y 10, 40). Por ahora nos basta con saber que ellas pertenecen también a la iglesia en cuanto institución misionera: se encuentran incluidas, en el número de los setenta y dos enviados de Jesús, aunque ese número parece más vinculado a los varones.

* También solemos identificar a la iglesia que acoge con mujeres, conforme a una visión que ha sido popularizada por la imagen de la "iglesia esposa" (tal como ha culminado en Ef 5, 22-30 y Ap 21-22). Pero tampoco esta visión puede universalizarse, a pesar de que nuestro texto presente a dos mujeres (Marta y María) como representantes del conjunto de la iglesia acogedora o de la casa. En otros pasajes de Lc donde se dice que Jesús es recibido en una casa (signo de iglesia) es propia de un varón, no de una mujer (cf. 5. 27-32; 7, 36-50; 19, 1-10 etc).

Desde aquí podemos evocar otros aspectos significativos de la acogida. La iglesia puede definirse como la comunidad o grupo de aquellos que "reciben" a Jesús, como hemos visto al evocar la teología de la misión y surgimiento eclesial de Lc 10, 1-12. Frente a la aldea de los samaritanos que no recibe a Jesús (9, 52-56), frente a las aldeas o ciudades de Galilea que en el contexto posterior aparecen rechazándoles (10, 13-16), eleva Jesús su palabra de gozo por aquellas que han recibido a sus discípulos (que le han recibido a él mismo; cf. 10, 17-24).
En ese contexto (donde se vuelve necesaria, por compensación teológico-narrativa, la alusión al buen samaritano de 10, 25-37, frente a los malos de 9, 52-56) se inscribe nuestro pasaje. Después evocaremos la figura y obra del buen samaritano con su gesto de acogida. Ahora debemos evocar los diversos elementos de nuestro pasaje.

* Jesús entró en una aldea (kome). Aldea es una agrupación humana bastante pequeña, que carece de independencia administrativa (propia de las ciudades) y que se extiende básicamente en un contexto agrícola, no urbano. Propiamente hablando, en Galilea no había ciudades (polis) sino aldeas (kômai). Así lo presupone Lucas, situando la escena en un contexto de vida campesina, de pequeñas comunidades dispersas por el campo, antes de la gran misión helenistas y/o paulina que extiende el evangelio por las grandes ciudades del oriente mediterráneo.

* Una mujer, llamada Marta le recibió (se supone que en la aldea, tal como muestran los mejores manuscritos, que no añaden "en su casa"). Por eso, como hemos dicho antes, ella tiene que actuar como representante de la aldea, es decir, del conjunto de la población. No le recibe en un lugar privado, ni es una casa muy específica, a nombre individual, sino en una aldea. Ella aparece, al menos simbólicamente, como representante del grupo, como persona de autoridad. Es muy posible que Lucas esté proyectado en la Galilea campesina del tiempo de Jesús las condiciones sociales de una mujer rica del mundo greco-romano, con independencia económica y social. Sea como fuere, una mujer que recibe a Jesús en la aldea, en contexto dramático de anuncio del reino, allí donde los samaritanos le rechazan aparece como persona de autoridad.

* ¿En (la) su casa? Una serie de manuscritos añaden que Marta recibió a Jesús en su casa, en adición que parece lógica pero que cambia el sentido de conjunto de la escena. El texto resulta más extraño y fuerte si es que supone, sin más, que Marta le recibió en la aldea (como representante de todos los vecinos); por eso es normal que los copistas hayan querido precisar su sentido, añadiendo el término en la casa y en su casa.

El texto es sobrio y fuerte por sí mismo: y una mujer llamada Marta le acogió... (10, 38b)... Frente a la iglesia del camino, formada por Jesús y los Setenta y dos acompañantes-misioneros, emerge así la iglesia de la aldea, representada por una mujer que acoge a Jesús. Se supone que con Jesús van los demás (o que están representados por él), de manera que la casa aparece como espacio de comunicación y encuentro (al menos momentáneo) para ellos, pero el texto silencia su presencia (pasando del plural (ellos) de 38a al singular (él=Jesús) de 38b, centrando así la escena en Jesús y las hermanas.
La tradición textual ha mostrado los posibles sentidos de la escena. Resulta importante recoger las variantes del texto, que han de entenderse como sus primeras interpretaciones. Es muy posible que ellas procedan del comienzo de la historia de la transmisión del texto. Un estudio más amplio del pasaje nos obligaría a matizar cada una de ellas buscando su sentido. Pero ya aquí podemos recordar que esta es una escena de organización eclesial: nos habla de las tareas de la casa donde está acogido Jesús, casa donde se realizan los diversos ministerios ecledsiales. Desde aquí se entiende las tres posibles lecturas del texto:

1. Marta le recibió (sin alusión a casa). Esta es la lectura preferida por las ediciones actuales más autorizadas (Greek New Testament, Nestle-Aland), siguiendo los manuscritos más significativos (p45.72; B, copsa). También yo pienso que esta es la mejor lectura, como he supuesto en las reflexiones anteriores: Marta aparece así como representante de una comunidad humana o aldea que recibe a Jesús y vive a la luz de su evangelio, es decir, de su camino de ascenso mesiánico a Jerusalén; ella es la primera autoridad de la iglesia establecida. Las dos restantes lecturas del texto nos ayudan a entender su sentido, a la luz de las primeras interpretaciones de la iglesia antigua.

2. Marta le recibió en la casa (ton oikon). Según los manuscritos que ofrecen esta lectura (p23,, C*, L, Ξ, 33) la casa donde ella recibe a Jesús aparece sin dueño. Parece evidente que, en contexto eclesial, esa debe ser la casa de la iglesia, como suponen otros textos del NT. De esta forma pasamos de la aldea, como expresión general, de tipo más geográfico y extenso, a la comunidad cristiana, vinculada con esa aldea. Si es Marta la que recibe a Jesús en la casa eclesial es que ella aparece como "anfitriona", "dirigente" o representante de esa iglesia. Nos hallaríamos ante una comunidad presidida por una mujer. El sentido de fondo sigue siendo el anterior, pero con la novedad de que la aldea recibe ahora un contenido cristiano, se transforma en comunidad de personas que acogen a Jesús.
3. Marta le recibió en su casa (de ella: oikon autou). Los manuscritos que ofrecen esta versión (A, D, K. W...) tienden a suponer que se trata de la casa familiar de Marta, convirtiendo la escena en un tipo de encuentro privado o íntimo entre Jesús y una mujer o dos mujeres (como luego veremos). Pero aún en esta versión, la casa de Marta puede convertirse en signo de la iglesia, como sucede con la de Simón (4, 38). En las reflexiones que siguen pondremos de relieve el carácter público de la escena, interpretando a Marta (y a María) como representantes de la iglesia Hemos preferido el texto más sobrio y significativa: una mujer llamada Marta le recibió. Como representante de la aldea y mujer libre (signo de la comunidad cristiana) ella acoge a Jesús. Quizá ha consultado con los restantes habitantes de la aldea, pero el texto la muestra como independiente. No aparece como hija o esposa de un varón, sino como mujer autónoma, persona que puede recibir y recibe a Jesús (o al conjunto de la iglesia misionera). Todo nos permite suponer que es ella la que "preside" la comunidad, organizando según eso sus servicios. Así aparecen, frente a frente las dos figuras:

* Jesús, mensajero del reino, subiendo a Jerusalén, para realizar allí su éxodo. Es evidente que todos los que quieran participar de su camino deben recibirlo, convirtiendo así su aldea o casa en "iglesia", en comunidad mesiánica.
* Marta, una mujer cuyo nombre en arameo significa la Señora (en palabra de la misma raíz de Mar, Maran, Señor), como aquella que le recibe. Ella aparece como representanta de la iglesia que sirve al Señor Jesús, sirviendo o acogiendo a sus hermanos.

Si la narración acabara aquí tendríamos un paradigma muy sencillo de acogida eclesial: cierta comunidad cristiana, simbolizada por una mujer, recibió y recibe al Señor en el camino del reino. Pero resulta evidente que Lucas no ha narrado este pasaje solamente para decir algo tan obvio: que una mujer representa a la iglesia que recibe a Jesús. Al llegar aquí, narración tiene que complicarse y profundizarse; sólo de esas forma puede convertirse en paradigma o ejemplo verdadero de la vida de la iglesia. Así sucede con la intervención de la segunda hermana.
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