Merced 2. Pedro Nolasco, la “venganza” del mercedario:

He situado ayer la obra de Nolasco a la luz de la redención de Cristo, en el contexto más amplio de los movimientos de Francisco y Domingo, que estaban incubándose en aquellos mismos años. Nolasco era un comerciante de Barcelona, un hombre de negocios, de la nueva burguesía mediterránea. Su aportación máxima consistió en poner los métodos y posibilidades de esa burguesía al servicio de la liberación de los cautivos, dentro de un mundo en el que se expandía y fijaba la fosa social y religiosa entre la sociedad cristiana y la musulmana, con las fracturas correspondientes de falta de libertad.

Con el título clásico de una obra literaria antigua, he querido titular esta postal como “venganza”, o si se prefiere como “inversión” del mercedario. Entiendo pues, esta obra de Pedro Nolasco, como como un tipo de inversión económica y social, al servicio del evangelio, y la sitúo en un sentido plano.

(1) Por un lado, él cambia el orden y sentido de los factores: pone el dinero al servicio de la libertad de los hombres y no al contrario; de esa forma, él “convierte”, haciendo que sea principio fraternidad, quitándole el riesgo de opresión y esclavitud que tenía (cf. Lc 16, 9: “con el dinero de la iniquidad ganaos amigos para la vida eterna”).

(2) De esa forma invierte su capital en el “negocio” supremo y único de la vida humana: el despliegue y surgimiento de la fraternidad universal. El bien supremo del ser humano es la libertad, signo y presencia de Dios en la vida humana. Esta es la prueba máximo de Dios: que todos los hombres y mujeres sean libres, signo y presencia de su vida en la raíz y centro de la vida humana.

Desde este fondo quiero seguir presentando la obra de Merced de Pedro Nolasco, preparando así su “fiesta”, la celebración de la libertad, el próximo día 24, Solemnidad de Santa María de la Merced.


1. Tres planos:

Esto sitúa su obra en un plano político, comercial y eclesiástico:

‒ Plano político. Nolasco acepta en principio el orden social de su entorno, no porque sea buena, sino porque es lo que existe: la división política y cultura en bloques (el cristiano y el musulmán). De esa manera, él se sitúa dentro de la legalidad establecida, que está marcada por los reyes de Aragón, los condes de Barcelona (Pedro y Jaime). Por eso, algunos han podido situar su movimiento dentro de unas estructuras militares, tomadas en sentido extenso. Nolasco habría fundado una Orden o movimiento de militares, al servicio de la libertad de los cristianos cautivos.

‒ Plano comercial. Nolasco forma parte de las estructuras económicas de la nueva burguesía, con su forma de actuar (el comercio). No tiene que hacerse comerciante, lo es. No tiene que aprender a negociar, lo sabe. Lo que tiene que hacer ahora es administrar el dinero de otra manera, ponerlo al servicio de la redención de los cautivos. Está será, quizá, la mayor aportación de su movimiento, con los valores y riesgos que ello implica. Nolasco abre las puertas del comercio a la justicia y solidaridad, a la redención de los hombres, algo que nosotros, a principios del siglo XXI, no sabemos hacer todavía.

‒ Plano eclesiástico. Nolasco pone en marcha un movimiento cristiano, dentro de la inspiración del evangelio, en el interior de la iglesia. Ese movimiento desemboca, el año 1218, en la fundación de un tipo nuevo de Orden religiosa, bajo la aprobación del Obispo de Barcelona, Berenguer de Palou. Más tarde, el año 1235, la Orden recibirá la aprobación pontificia.

2. Las funciones de Pedro Nolasco

Los tres planos anteriores definen el surgimiento y notas básicas del movimiento mercedario, tal como ha sido acogido por las Constituciones de la Merced del año 1272. Ciertamente, estas Constituciones son más tardías: ellas sólo han quedado fijadas después que pasaron casi 70 años desde el comienzo del movimiento mercedario. Como sucede siempre en el interior de la historia humana, primero viene la vida y sólo después surge la reflexión sobre esa vida, la organización canónica.

La Merced no se inicia con las Constituciones de 1272 (ni con la fundación canónica de 1218), sino que es algo anterior, un carisma de humanidad y de vida, al interior de la iglesia. De todas maneras, la visión de los hermanos de 1272 resulta muy importante para entender lo se inició en 1203. Las Constituciones dicen así:

El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo determinaron por su gran misericordia y su gran piedad, fundar y establecer esta Orden, llamada Orden de la Virgen María de la Merced... de cuya determinación dispusieron a Fray Pedro Nolasco su siervo, mensajero y fundador y adelantador.



Es evidente que las cuatro palabras que le aplican (siervo, mensajero, fundador y adelantador) deben matizarse y ampliarse, leídas desde la perspectiva global del movimiento mercedario. Pero ellas nos ayudan a situar y entender la figura de Nolasco y de sus compañeros, que se creen portadores de una obra que pertenece al mismo Dios que vincula a Nolasco con Jesús y le hace siervo, mensajero, fundador y adelantador de una obra de redención:

‒ Siervo.
Nolasco aparece como siervo del Padre, del Hijo y el Espíritu Santo (en catalán lur, de ellos). Al mismo tiempo, él se sitúa en continuidad con Moisés, el siervo de Dios y redentor por excelencia en todo al Antiguo Testamento (cf. Ex 14,31; Núm 12,7; Dt 34,5), y en la línea del Siervo de Yahvé que anuncia y condensa la acción liberadora de Dios en favor de su pueblo cautivado en el exilio de Babilonia (cf. Is 49-55). Siervo de Dios ha sido también (y plenamente) Jesús, como indica varias veces el Nuevo Testamento: cf. Lc 4,18 ss; Mt 11,l8-21.29; Hech 3,1-3; 4,27-28; Flp 2,5-11). Desde esa perspectiva hay que entender la acción de Pedro Nolasco como Siervo de Dios, continuando y aplicando la obra de Jesús, para liberación de los cautivos. Sabe la tradición bíblica que el siervo ha de estar dispuesto a dar la vida; este pasaje supone que Pedro Nolasco lo ha estado, como seguiremos viendo.

‒ Mensajero.
Continuamos en la línea del AT, evocando la presencia y anuncio de aquel buen mensajero profético del antiguo Testamento que proclama el evangelio de liberación para los cautivos (cf. Is 40, 1-9; 52,1-10 etc). El auténtico mensaje de la libertad y del reino de Dios ha sido Jesús, conforme a Lc 4,18-19 y Mt 11, 5. Los mercedarios saben que Pedro Nolasco ha sido un laico, un hombre del pueblo de Dios, no un sacerdote oficial. Por eso, su palabra de anuncio no ha sido mensaje de tipo litúrgico sagrado, encuadrado en la liturgia de la Iglesia. Pedro Nolasco ha sido mensajero de liberación con su palabra y gesto en favor de los cristianos cautivos, es decir, con su propia vida de comerciante “en perlas finas”, es decir, en libertad (cf. Mt 13, 44-45). Su condición y obra de mensajero de libertad pertenece al mismo corazón secular de la vida de la iglesia, al principio de toda redención. No es un sacramento o signo de otra cosa, sino que es la misma realidad del evangelio, hecha presente en unas determinadas condiciones sociales.

‒ Fundador.
Las Constituciones nos dicen que Padre, Hijo y Espíritu "determinaron fundar esta Orden",entendida en el sentido extenso, como institución liberadora. Pues bien, para poner sus cimientos e iniciar la construcción, las “personas” de la Trinidad han escogido a Pedro Nolasco. El no ha sido un siervo solitario ni un mensajero aislado sino que ha logrado convocar a unas personas, ha juntado a unos compañeros y con ellos ha fundado una Orden, es decir, un grupo establecido, organizado, estructurado, al servicio de la redención. Los que escriben este pasaje, los capitulares de 1273, reconocen a Pedro Nolasco como fundador y cimiento de un edificio en el que ellos se encuentran insertados, integrados, conforme a una imagen fuerte del Nuevo Testamento, que presenta a Cristo como piedra de cimiento de la iglesia (cf. Mc 12, 10-11). Eso es lo que Pedro Nolasco ha sido en la Orden: ha fundado con su vida el edificio de la Merced, que se concreta en una Orden religiosa, pero que es más amplio que esa Orden.

‒ Adelantador.
Ese término (en catalán enantador) se refiere a aquel que va adelante, abriendo un camino, arriesgándose en una empresa que luego podrán asumir otros. En esta perspectiva ha surgido desde tiempo antiguo la figura del adelantado, es decir, de aquel que recibe el encargo de ir precediendo a los demás en una tarea nueva y arriesgada. En esa tarea no existen aún caminos hechos, ni tampoco un territorio conocido y ya seguro; quien asume el proyecto de la redención tiene que estar dispuesto a abrir caminos con su propia vida, con su entrega y con su riesgo. Eso ha sido y sigue siendo Pedro Nolasco para aquellos que recogen el sentido de su obra: un adelantado de la redención, un hombre providencial que sigue iluminando la tarea de su Orden. Así le podemos entender aún todavía, si es que su proyecto se adelanta y nos adelanta, haciéndonos capaces de buscar nuevas perspectivas y líneas de búsqueda de liberación.


3. La Merced, movimiento redentor

Más que una Orden en sentido estricto, Nolasco fundó un movimiento de liberación, que tenía en principio un carácter laico, vinculado a las cofradías de comerciantes, aunque pronto, por condiciones sociales y religiosas, tuvo que vincularse a los dos poderes fácticos de ese momento: la Corona (el Rey) y la Iglesia (el Obispo). Esas circunstancias pueden cambiar, como ha cambiado de hecho el orden social y político de la humanidad y la misma estructura de la Iglesia. Pero la inspiración de fondo permanece. Ella ha sido fijada, de un modo ejemplar, por las mismas Constituciones de 1272, que siguen fijando el programa de los hermanos y de todos los participantes del movimiento mercedario:

‒ (Los religiosos de la Merced) trabajen de buen corazón y buena voluntad y buena obra en visitar y liberar a aquellos cristianos que están en cautividad y en poder de sarracenos o de otros enemigos de nuestra ley... (Obra mercedaria).
‒ Para la cual Merced, de seguir y adelantarse y visitar y liberar a los cristianos del poder de los enemigos de la Orden de Cristo, los frailes de esta Orden, como hijos de verdadera obediencia, estén siempre dispuestos a dar su vida como Cristo la dio por nosotros (Compromiso mercedario).


El texto afirma que los hermanos deben trabajar, es decir, esforzarse. La acción redentora no se puede entender en un nivel contemplativo; no es pura intención de la mente, ni es sólo una oración del corazón o liturgia de tipo espiritual que reúne a los orantes en actitud contemplativa. La acción redentora es un trabajo, acción integral que brota de la totalidad de la persona. Este es un trabajo que se expresa y expande como entrega de la vida. Desde ese fondo ha de entender los tres elementos que el texto ha establecido, distinguiendo el nivel del corazón, de la voluntad y de la obra. Así han de trabajar los redentores:

‒ De buen corazón.
El ser humano es ante todo corazón, es decir, profundidad de amor, memoria afectiva que vincula a lo divino. En el lugar donde otros suelen poner la intuición de Dios o el ser profundo (en línea más contemplativa que activa), nuestro texto pone el corazón (en línea de amor redentor). En clave de amor vive el mercedario, sólo desde una fuerte experiencia de amor puede realizar su acción redentora. Únicamente puede ser buen mercedario aquel que es limpio de corazón (Mt 5, 8; cf. Mt 11, 29), aquel que lo ha centrado (ha centrado su amor) en el lugar del verdadero tesoro del Reino de los cielos, que se expresa como amor redentor (cf. Mt 6, 21). De esta forma se supone que en el principio de la vida está el corazón, el amor gratuito y cercano, que se abre de un modo especial hacia los necesitados y oprimidos.

‒ De buena voluntad.
Del amor profundo o corazón proviene la buena voluntad, es decir, el compromiso activo, la determinación radical. Los escolásticos, que vendrán después, tenderán a decir que la voluntad nace del conocimiento (nihil volitum nisi precognitum). Pues bien, en contra de eso, para el mercedario, la voluntad nace del corazón, es decir, del amor más hondo, de la ternura creadora. Esta buena voluntad, que nace del corazón, no se puede confundir con ningún voluntarismo puro, con ningún esfuerzo hecho por ley, a través de alguna imposición. Al contrario, está buena voluntad brota del corazón, del amor profundo, de la experiencia del amor misericordioso, que es el único que puede fundar la obra redentora. Las concreciones intelectuales, los planes operativos, las estrategias redentoras vendrán después. Si falta esta voluntad de libertad en el amor (no de poder) o de sistema legal es imposible la acción mercedaria, en sentido cristiano.

‒ Y por buena obra.
El corazón y voluntad se expresan a través de la obra buena, es decir, de la acción adecuada. En este momento se vuelve necesaria la planificación intelectual, eso que pudiéramos llamar el proyecto redentor, que necesita inteligencia y medios adecuados. En este lugar se sitúa la sabiduría de las obras, la estrategia comercial del amor que se dedica a redimir personas y no a lograr ganancias comerciales. En ese contexto de la buena obra se sitúa la institución de una orden, entendida como grupo organizado, con fondo religioso y social, al servicio de la redención. En este contexto se vuelve necesario eso que podemos llamar el “sistema” de la redención, con unos medios (de recogida de limosna, de división de tareas) que deben programarse y realizarse con gran cuidado. La tarea de Francisco de Asís podía ser más personal y espontánea; no se necesitaban grandes planificaciones, pues cada uno, cada pequeña comunidad, podía ofrecer el testimonio de la libertad del evangelio. Por el contrario, una tarea comercial de liberación, como la de Nolasco y sus primeros compañeros, exige una buena obra, planificada en conjunto, realizada en detalle


4. Visitar y liberar

La acción externa recibe dos nombres fundamentales: visitar y liberar. Estos son los gestos de la redención en perspectiva mercedaria. El nombre genérico, empleado en el título de la Orden, es la redención. Visitar y liberar son los gestos particulares, es decir, los medios que emplea el mercedario para realizar su buena redentora.

‒ Visitar.
Es el comienzo de la acción redentora. Hay que llegar hasta el lugar en que se encuentran los cautivos, compartiendo su opresión y sufrimiento. Eso significa que en el principio está la encarnación: vivir por dentro el dolor de los demás, compartir su propia suerte, conocer por experiencia sus dolores

‒ Liberar (desliurar).
Este es el culmen de la acción redentora: romper las cadenas de aquellos que se encuentran atados, cortar sus ataduras, permitiendo de esa forma que ellos puedan realizarse. Lo que importa al fin no es el gesto mercedario (visita) sino el nuevo modo de existencia de los liberados.

Las dos palabras, visitar y liberar, que el texto ha tomado de la tradición bíblica (Lc 1, 68), constituyen una profunda unidad significativa. El que visita se introduce, entra en el mundo de los cautivos; el que libera saca, hace que los cautivos puedan superar su estado antiguo. Esta es la acción mercedaria, tal como ha sido codificada por las Constituciones de 1272, que recogen, de un modo canónico, la inspiración primera de 1203, en su sentido más concreto y más abierto:

‒ Liberar a cautivos del siglo XIII. El ideal de la Merced se encarna en una obra concreta: liberar a los cristianos cautivos en poder de sarracenos... En este horizonte se mueve la acción mercedaria, conforme a la exigencia y a las posibilidades sociales y religiosas de aquel tiempo, en un mundo que se estaba dividiendo en dos bloques sociales (cristianos y musulmanes). Aquella fue una cautividad históricamente determinada, al final del tiempo de las cruzadas, en un tiempo en que los grandes seguidores de Jesús como Domingo y Francisco buscaban unas formas no violentas de presencia cristiana en las zonas de conflicto humano. Aquella era una cautividad con unas raíces sociales concretas, que nos sitúa en el cruce de culturas y religiones, que ha sido y sigue siendo uno de los lugares más fuertes de conflicto humano.

‒ Ampliar la libertad. La Merced se expresa como una obra abierta, de manera que las Constituciones hablan de ofrecer libertad a cristianos (a personas) que están en poder de otros enemigos de “nuestra ley” (que aparece también como Ley de Cristo). En este contexto, a la luz de la experiencia mercedaria (y de la teología de aquel tiempo) esa Ley de Cristo se identifica con el más hondo compromiso de amor y libertad. Enemigos de esa ley son por lo tanto los poderes que oprimen o esclavizan al ser humano, todos los que han convertido nuestro mundo en cautiverio o cárcel donde estamos ahora esclavizados. Desde una perspectiva social cristiana, en el siglo XIII; esos “enemigos” tienden a identificarse con algunos musulmanes. En la actualidad, esos enemigos de la Ley de Cristo son todos los poderes o personas que oprimen a los demás, que no les dejan realizan su vida en libertad, como hijos de Dios.


‒ Hay una sociedad de violencia que oprime a los hombres, privándoles de la libertad. En aquel momento (siglo XIII), mirados desde una perspectiva cristiana, los hombres más oprimidos y sufrientes (no los únicos) eran los cautivos. Ellos padecían la violencia de la lucha entre los dos bloques religiosos y sociales, teniendo que vivir como expulsados de su propio grupo social.
‒ Frente a esa situación de la sociedad que expulsa o cautiva a los culpables se eleva el mercedario, en gesto de amor liberador. Precisamente los cautivos, expulsados del sistema social, son para el mercedario los amigos: son los más dignos de amor, los inocentes en sentido radical. Estar dispuesto a morir por ellos significa confesar de un modo práctico la fe en el Cristo


Perder la vida por Jesús y como Jesús significa ponerla en manos de los amigos (por los amigos de Jesús, según el lenguaje de Pedro Nolasco, es decir, por todos los hombres sin libertad), entregarla por ellos. Sólo de esta forma se confiesa el triunfo del amor sobre la muerte; así se testifica el misterio de la pascua, que es don de libertad.

Ciertamente, como vengo diciendo, hay otros poderes que son importantes: un orden social reflejado en el rey, una institución cristiana personificada en el obispo. Más importantes son aún, para la Merced, los medios económicos, es decir, la solidaridad de un grupo social que pone la libertad de los cristianos (de los pobres y oprimidos) por encima de su propio egoísmo económico. Pero sólo es importante de verdad el compromiso de entrega de la vida: el regalo de la propia vida al servicio de los demás. Este es el único “capital” cristiano o, mejor dicho, verdaderamente humano: el saber que podemos compartir la vida y regalarla, en gesto que llamamos de merced, es decir, de gratuidad, y no de mercado donde todo se compra o se vende.

5. Apéndice. Comercio y mercado de libertad (con J. I. González Faus)

J. I. González Faus ha escrito un trabajo sobre El Naufragio de la Izquierda, en Cristianismo y Justicia 177 (http://www.cristianismeijusticia.net/sites/default/files/es177.pdf).Barcelona 2012.

Es un cuaderno inteligente, como todos los suyos, aunque el título puede resultar ambiguo para algunos lectores, que identifican la “izquierda” con un tipo de política que ha terminado siendo partidista. Quizá en vez de El Naufragio de la Izquierda podría titularse Riesgos y Retos de un Compromiso Social Cristiano o, quizá mejor, Manifiesto por un comercio y mercado al servicio de la libertad.


González Faus sigue poniendo de relieve el “miedo” de una Iglesia que ha sido defensora de los pobres y de la igualdad entre todos los hijos de Dios, pero que corre el riesgo de caer igualmente en manos del Gran Capital Financiero. En ese contexto, al terminar el cuaderno, él evoca la figura del nuevo santo redentor, San Pedro Nolasco, a quien ha querido poner como modelo de un nuevo hacer y pensar eclesial (cf. pág. 27). De esa página tomamos la reflexión final de G. Faus y su evocación de Pedro Nolasco.

‒ Reflexión final: Tarea de Iglesia.
«Resumamos en tono catequético: “Los nuevos mandamientos de la Iglesia se condensan en dos: a. civilización de la sobriedad compartida, b. y democracia económica. Vale de ellos lo que repite con frecuencia el libro bíblico del Deuteronomio: «pongo ante ti la vida y la muerte; a ti te toca elegir». Las iglesias, que deberían ser campeonas de la justicia interhumana, son hoy tibias en este punto. Valen para ellas las palabras de Isaías: «el asno conoce a su dueño pero mi pueblo no me conoce » (1,3). En efecto, nunca oímos en las voces oficiales de la Iglesia frases como éstas: a. Tenéis en casa lo robado al pobre. ¡Ay de los que añaden casas a casas y juntan campos con campos! Venden al justo por dinero y al pobre por un par de hipotecas (de sandalias dice el original).b. Practicar la justicia es conocer a Dios. El culto que Dios quiere es que partas tu pan con el hambriento…Todas esas son frases bíblicas demasiado actuales. Pero parece como si el santo oficio las hubiese incluido en algún “Índice de citas prohibidas”…».

‒ Una figura actual. San Pedro Nolasco.
«En cualquier caso, la Iglesia necesitaría hoy un nuevo Pedro Nolasco (seglar y comerciante como aquél) que, frente a los mercenarios de la avaricia, fundase unos nuevos “mercedarios” de la gratuidad, buscando capital para invertirlo en rescatar a los cautivos de “los mercados” (que son los “sarracenos” de hoy); por ejemplo: creando puestos de trabajo digno sin más ganancias que las imprescindibles para mantener la empresa, pero sin beneficios personales. Y estando dispuestos a veces a quedarse ellos cautivos-sustitutivos si el tirano no acepta el rescate, «igual que Dios envió a su Hijo para liberar al género humano cautivo de la maldad: De las Constituciones de la Orden de la Merced)».

Qiero simplemente destacar algunos rasgos de la propuesta de González Faus, en torno a la figura de San Pedro Nolasco. Supongo conocido lo él que dice sobre las tareas generales de la iglesia y también lo que dice (e insinúa), con su habitual lucidez sobre la situación social del mundo, en este tiempo de gran crisis (rapiña y esclavitud financiera). Me fijo en algunas de sus propuestas San Pedro Nolasco, que comentó brevemente:

a. La Iglesia necesitaría hoy un nuevo Pedro Nolasco (seglar y comerciante como aquél)…
La Iglesia ha de ser capaz de introducirse en el mundo del “comercio”,
no desde un plano superior de sacralidad, sino desde su propia vocación secular, como Pedro Nolasco lo hizo (siendo comerciante y seglar), a principios del siglo XIII, en Barcelona, en las nuevas condiciones económicas y políticas que se estaban creando en el Mediterráneo (uno de los centros del mundo de aquel tiempo).

b. Frente a los mercenarios de la avaricia los mercedarios de la gratuidad.
Mercenario es aquel que se vende por dinero, sea para matar (como en las guerras modernas), sea para enriquecerse, sin más ley que de la máxima ganancia… Vivimos en un mundo de mercenarios, de brokers al servicio de la ganancia pura y dura, en un des-orden financiero que condena al hambre a millones y millones de personas. Mercedarios han de ser los “hombres y mujeres de merced”, es decir, personas que ponen su vida y talento (su amor y su negocio) al servicio de la gratuidad (merced), y de un modo especial al servicio de los pobres. Comerciantes seglares mercedarios (sabios y humanos), eso es lo que quiere G. Faus.

c. Buscando capital para invertirlo en rescatar a los cautivos de “los mercados”.
Hay un “capital” que es malo, es la Mamona, como dice Jesús en Mt 6, 24: Un capital que destruye todo lo que toca, que mata a todos los que no se ponen a su servicio (y destruye a los mismos que le sirven). Frente a ello, quiere G. Faus un capital “limpio”, es decir, un “denario puro y blanco”, que se ponga al servicio de la comunicación (es decir, del diálogo entre todo) y de la liberación (del rescate, redención) de los cautivos… Éste es el gran tema: convertir el dinero de la mamona en principio de liberación, como quería de un modo especial el evangelio de Lucas (ganaros amigos con la Mamona de la “adikía” o injusticia: es decir, convertir el dinero en medio de fraternidad).

d. Para rescatar a los cautivos de los mercados (que son los “sarracenos” de hoy, es decir, de los enemigos de la libertad de Dios, expresada en Jesús)
(Para liberarlos de los mercados educativos de la actualidad). En el lenguaje simbólico del siglo XII-XIII, los enemigos de la “ley de Cristo” eran los sarracenos. Ya en el siglo XII-XIII esos sarracenos no se entendían como miembros de una “religión distinta” (el Islam, como tal), sino como representantes de una humanidad que hace cautivos a los más pobres… Pues bien, los “sarracenos de hoy” no son ya, en modo alguno, los nuevos musulmanes fieles a la religión, sino “los mercados” financieros, donde todo se compra y se vende, como sabe el Apocalipsis (hablando de un mercado donde se empieza vendiendo oro y plata y se terminan viendo los cuerpos y almas de los hombres). La cautividad moderna se encuentra vinculada a un tipo de mercado de la Mamona que vende y cautiva a millones de personas.

e. Y estando dispuestos a veces a quedarse ellos cautivos-sustitutivos si el tirano no acepta el rescate, «igual que Dios envió a su Hijo para liberar al género humano cautivo de la maldad: De las Constituciones de la Orden de la Merced)»…Esto significa que tiene que haber un dinero de la redención que consiste básicamente en “sacrificarse” al servicio de la libertad de los demás. Éstos serían para González Faus los nuevos mercedarios, es decir, los nuevos cristianos-comerciantes, capaces de crear no sólo un “comercio justo” al servicio de la humanidad como tal…. sino un “comercio humanizador”. El que compra y vende no vende y compra simplemente cosas, sino humanidad, es decir, personas. Por eso, al final de todo, el único capital digno es la persona: Se trata de poner las personas (de ponerse, de ponernos) al servicio de la vida.

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