Misericordia contra Misericordia. El Papa y Jon Sobrino

Ahora sé que van a condenarle, pues así lo ha dicho anteayer (día 11) Mons Lacalle, arzobispo navarro de El Salvador (diócesis donde reside Jon Sobrino), que lo sabe bien, pues es uno de los más implicados en el caso. Parece una lucha entre dos misericordias, entre dos maneras de entender y de aplicar el evangelio del amor de amor de Dios que, para los cristianos, se ha venido a manifestar en Jesucristo. Por eso, siguiendo unas reflexiones anteriores (del día 9) , y recogiendo en lo posible las respuestas y la reflexión de los lectores, he querido seguir reflexionando sobre el tema.

Mons Lacalle

Mons Lacalle (Fernando Sáenz de Lacalle) Arzobispo del Salvador ha sido claro: «desde hace tiempo se estudian sus escritos y ya se le hicieron hace años advertencias… Lo que dice la Santa Sede es que las conclusiones de los estudios teológicos sobre Cristo que el padre Sobrino ha publicado no son concordes con la doctrina de la Iglesia y no podrá enseñar teología en ningún centro católico mientras no revisa sus conclusiones… Yo le pido al señor por el padre Jon Sobrino para que sea dócil a las enseñanzas de la Iglesia y que revise sus conclusiones… pues si J. Sobrino es consciente de la humanidad de Jesucristo, pero no de su divinidad, entonces su doctrina no es católica».

Así ha dicho Mons. Lacalle y estoy seguro de dice la verdad, pues le conozco un poco y sé que no se anda con bromas en este campo, ni miente. Es obispo de una diócesis emblemáticas donde elevó su palabra fue asesinado (1980) Mons. Romeno, uno de los obispos y cristianos más representativos del siglo XX: las balas de unos agentes militares al servicio de la CIA segaron su palabra mientras celebraba la Eucaristía, pero esa Eucaristía sigue viva en la mente y corazón de millones y millones de personas. Para “contrarrestar” su influjo, tras la gestión tan digna de Mons. Arturo Rivera, el Vaticano nombró a Lacalle arzobispo de la ciudad (el año 1995), entre el estupor general de muchísimos creyentes.
Mons. Lcalle es de Cintruénigo, en la Ribera de Navarra, donde nació en año 1932. Ingresó en el Opus Dei y fue destinado a El Salvador, donde fue obispo castrense, con un alto cargo militar, siendo después elevado a metropolitano. Una vez tuve que dar una conferencia a parte de sus sacerdotes y seminaristas en El Salvador y en la comida que siguió, después de un bulliciosísimo cambio de impresiones, cuando llegó al arzobismpo, los sacerdotes se marcharon a otras mesas y me dejaron con él, diciéndome “es español, tú puedes entretenerte con él”.
Se había hecho en torno a Lacalle un gran silencio y tuve que mantener con él una larga conversación, mientras comíamos. Me hubiera gustado hablar con de Mons. Romero (acababa de visitar el lugar de su asesinato, volvía emocionado…) y de otras cosas vinculadas con la fe y el pueblo cristiano. Pero sólo pudimos hablar de los pimientos de su pueblo navarro y del entorno de la gran Ribera del Ebro y de la organización de la diócesis. Lo que él decía era serio. Si ha dicho ahora que condenan a Jon Sobrino tiene que ser cierto.
En ese contexto quiero empezar hablando de las “dos misericordias”, la de Juan Pablo II (y Benedicto XVI) y la de Jon Sobrino. Se distinguen en muchas cosas: Uno ha sido Papa, otro un simple teólogo ambulante, profesor de una Universidad de un peque país de Centroamérica (El Salvador). Se dice que uno ha querido combatir y destruir la teología de la liberación, mientras que el otro ha sido y sigue siendo uno de sus mayores representantes… Pero han tenido algo en común: han puesto en el punto de partida y centro de su visión de Dios y de la Iglesia el Principio Misericordia.


Juan Pablo II, Dives in Misericordia (Rico en misericordia, 1980)


El motivo quizá más importante del pontificado de Juan Pablo II ha sido la misericordia de Dios, entendida de forma inmanente (como atributo eterno) y también en perspectiva económica (como principio de un programa social que se expresa en de libertad, justicia y concordia entre los pueblos. Por si alguien quiere refrescar el tema lea los párrafos que siguen:

(Dios Misericordia). "A Dios nadie lo ha visto" (Jn 1, 18), escribe San Juan para dar mayor relieve a la verdad, según la cual "precisamente el Hijo unigénito que está en el seno del Padre, ése le ha dado a conocer". Esta "revelación" manifiesta a Dios en el insondable misterio de su ser -uno y trino- rodeado de "luz inaccesible" (1 Tim 6, 16). No obstante, mediante esta "revelación" de Cristo conocemos a Dios, sobre todo en su relación de amor hacia el hombre: en su "filantropía" (Tit 3, 4). Es justamente ahí donde "sus perfecciones invisibles" se hacen de modo especial "visibles", incomparablemente más visibles que a través de todas las demás "obras realizadas por él": tales perfecciones se hacen visibles en Cristo y por Cristo, a través de sus acciones y palabras y, finalmente, mediante su muerte en la cruz y su resurrección...
(Un mundo sin misericordia). La mentalidad contemporánea, quizás en mayor medida que la del hombre del pasado, parece oponerse al Dios de la misericordia y tiende además a orillar de la vida y arrancar del corazón humano la idea misma de la misericordia. La palabra y el concepto de "misericordia" parecen producir una cierta desazón en el hombre, quien, gracias a los adelantos tan enormes de la ciencia y de la técnica, como nunca fueron conocidos antes en la historia, se ha hecho dueño y ha dominado la tierra mucho más que en el pasado (cf. Gen 1, 28). Tal dominio sobre la tierra, entendido tal vez unilateral y superficialmente, parece no dejar espacio a la misericordia.
(Dios, Padre de misericordia: misericordia trinitaria). Revelada en Cristo, la verdad acerca de Dios como "Padre de la misericordia" (2 Cor 1, 13), nos permite "verlo" especialmente cercano al hombre, sobre todo cuando sufre, cuando está amenazado en el núcleo mismo de su existencia y de su dignidad. Debido a esto, en la situación actual de la Iglesia y del mundo, muchos hombres y muchos ambientes guiados por un vivo sentido de fe se dirigen, yo diría casi espontáneamente, a la misericordia de Dios (Edición impresa: BAC, Madrid 1998 y San Pablo, Madrid 1998. Edición virtual en http://www.elvaticano.org/ (encíclica) http://enete.gui.uva.es/~cuenca/enciclic/divesinm.htm).

Jon Sobrino. El principio misericordia.

En mi blog del día pasado quise citar unas páginas centrales de la obra quizá más significativa de J. Sobrino: El Principio misericordia. Sólo a modo de ejemplo quiero volver a citar algunas de aquellas palabras:

«Por "Principio-Misericordia" entendemos aquí un específico amor que está en el origen de un proceso, pero que además permanece presente y activo a lo largo de él, le otorga una determinada dirección y configura los diversos elementos dentro del proceso.

Ese "Principio-Misericordia" –creemos– es el principio fundamental de la actuación de Dios y de Jesús, y debe serlo de la Iglesia. En el principio estaba la misericordia. Es sabido que en el origen del proceso salvífico está presente una acción amorosa de Dios: "He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas contra los opresores, me he fijado en sus sufrimientos y he bajado a liberarlos " (Ex 3, 7s)... Dios escucha los clamores de un pueblo sufriente y, por esa sola razón, se decide a emprender la acción liberadora...A esta acción del amor así estructurada la llamamos «misericordia». Y de ella hay que decir: a) que es una acción o, más exactamente, una re-acción ante el sufrimiento ajeno interiorizado, que ha llegado hasta las entrañas y el corazón propios (sufrimiento, en este caso, de todo un pueblo, infligido injustamente y a los niveles básicos de su existencia); y b) que esta acción es motivada sólo por ese sufrimiento.
El sufrimiento ajeno interiorizado es, pues, principio de la reacción de misericordia; pero ésta, a su vez, se convierte en principio configurador de toda la acción de Dios, porque: a) no sólo está en el origen, sino que permanece como constante fundamental en todo el Antiguo Testamento (la parcialidad de Dios hacia las víctimas por el mero hecho de serlo, la activa defensa que hace de ellas y su designio liberador para con ellas); b) desde ella cobra lógica interna tanto la historización de la exigencia de la justicia como la denuncia de los que producen injusto sufrimiento; c) a través de esa acción -no sólo con ocasión de ella- y de sucesivas acciones de misericordia, se revela el mismo Dios; y d) la exigencia fundamental para el ser humano y, específicamente, para su pueblo es que rehagan esa misericordia de Dios para con los demás y, de ese modo, se hagan afines a Dios. Parafraseando la Escritura, podríamos decir que, si en el principio absoluto-divino «está la palabra» (Jn 1,1) y a través de ella surgió la creación (Gn 1,1), en el principio absoluto histórico-salvífico está la misericordia, y ésta se mantiene constante en el proceso salvífico de Dios».

Matices distintos

Evidentemente, los matices son distintos. Juan Pablo II tiende a situar la misericordia en un nivel más intimista, desde la experiencia del “útero materno” (vinculado el rehem bíblico). Sobrino, sin negar ese nivel, tiende a poner de relieve el aspecto social de la misericordia, interpretándola como principio configurador de la historia de la salvación, desde el éxodo de Egipto hasta el despliegue total de Cristo que es Logos de Dios siendo misericordia…
Ambos, Juan Pablo II y Jon Sobrino han puesto de relieve una misma pasión por la misericordia… una pasión que les tenía que haber llevado al encuentro, por encima de todas las diferencias de matiz, que deberían ser secundarias… Pero al final triunfan los “matices”, de tal forma que, hablando los dos de la misma misericordia, terminan diciendo quizá cosas distintas.
Es muy posible que la teología de la misericordia de J. Sobrino, llevada a su radicalidad, pueda y deba entenderse como una condena del “sistema ontológico, jerárquico e ideológico” del Vaticano, del que luego hablaremos. Es claro que el Vaticano, portavoz de una teología específica de la misricordia, en linea ontológica y jerárquiza, se ha sentido “criticado” y responde condenando a Sobrino.

Juan Pablo II y Benedicto XVI. Misericordia, pero dentro del sistema.


De ahora en adelante no hablo de Juan Pablo II, sino de la doctrina oficial del Vaticano. Es evidente que Juan Pablo II ha destacado el principio misericordia y lo ha hecho con gran fuerza. En esa línea ha querido seguir Benedicto XVI con su encíclica sobre “Dios es Amor”. Es significativo, los dos han comenzado su pontificado proponiendo temas semejantes, en un caso la misericordia, en otro el amor. Pero sus argumentos ha corrido el riesgo de quedar un poco devaluados por tres limitaciones que muchos teólogos vienen poniendo de relieve, entre ellos J. Sobrino:

1. El riesgo ontológico. Ciertamente, en un principio todo es misericordia (todo es caridad) pero después, de hecho, ella queda enmarcada en un entorno ontológico previo, definido por la interpretación helenista del cristianismo. Lo que importa es el “esencia” de Jesús, entendida como naturaleza divina supratemporal (eternamente idéntica a sí misma). Triunfa así el “ser” sobre la misericordia, la esencia ontológica sobre el despliegue del amor, de manera que la misericordia y amor parecen interpretarse como un atributo posterior (sometidos a un ser-esencia antecedente).
2. El riesgo de la estructura eclesial… Ciertamente, importa la misericordia-amor, pero antes que ella, de hecho, está el mantenimiento del “orden jerárquico” de la Iglesia, que aparece así como mediadora superior de esa misericordia/amor… Muchos han tenido la impresión de que la misericordia/amor es importante, pero en plano de esencia eterna, como una virtud intimista, para ciertas almas místicas, sumisas a la jerarquía, no como principio de transformación de la sociedad. En otras palabras, la jerarquía y mantenimiento de la Iglesia actual, en su configuración vaticana, se coloca de hecho por encima de la misericordia. Así se ha podido decir que no es el Vaticano para el amor/misericordia, sino la misericordia para el Vaticano.
3. El riesgo de la ideología Es como si se supiera de antemano lo que es la misericordia, sin necesidad de introducirla en la dinámica social de la produccion y de las realidades sociales, de la lucha económica y de la búsqueda utópica y política de la reconciliación entre los hombres… Esa ideología se convierte en principio de “poder” sagrado, en la línea de lo que algunos han llamado el “constantinismo sagrado de derechas”, no el de los emperadores y reyes políticos en cuento tales, sin el de un tipo jerarquía eclesiástica que aparece como fuente de poder absoluto, conforme a una palabra que habría venido de Cristo, cuya tarea principal habría consistido en “dar poder” al Papa y a los obispos, reduciendo de esa forma de manera radical el evangelio.

Jon Sobrino ¿una misericordia sin Dios?

A Sobrino le acusan de haber desarrollado una cristología (en el fondo una dinámica de la misericordia) que no se funda en el valor ontológico/divino de Cristo y en la identidad jerárquica de la iglesia, sino en la pura creatividad de la historia, corriendo así el riesgo de caer en manos de la lucha social, con tintes que seguirían siendo de algún modo marxistas.

1. Falta de ontología. Sobrino no partiría de la divinidad de Jesús, como realidad precedente y absoluta, formulada de un modo “helenista”, como “ser” que Dios tiene antes de actuar… Conforme a la visión de Sobrino, Jesús sería “Dios en lo humano” (encarnación radical)…, pero no “Dios en sí mismo” (en su eternidd). Conforme a la visión del Vaticano, Jesús no tendría que ir desarrollando la conciencia divina en el despliegue de su misma conciencia humana, sino que debería tener una “conciencia divina” desde fuera (por encima) de lo humano. Sobrino, en cambio, correría el riesgo de un monofisitismo, pero no en la línea del monofisitismo divino, de muchos cirilianos (como sería el de Eutiques… y el Vaticano actual), sino en la línea totalmente contraria (de un monofisitismo desde lo humano). Se trata, como se ve, de las formas posibles de entender el concilio de Calcedonia (de las dos naturalezas)… Los del Vaticano (por decirlo de algún modo) entienden Calcedonia desde una ontología previa que, por decirlo de algún modo, he presentado como helenista (de la jerarquía ontológica del ser divino). Por el contrario, Sobrino y otros muchos como él (sin negar en un sentido el valor de lo ontológico), preferimos entender el concilio de Calcedonia desde una perspectiva de modernidad, de humanidad plena de Jesús… y pensamos que esa perspectiva está mucho más cerca del Jesús histórico de los evangelios.
2. Riesgo de una jerarquía eclesial “monofisita”. El problema de fondo no es la conciencia divina de Jesús… sino la conciencia jerárquica de un tipo de iglesia institucional, que se cree la única depositaria de la “mente de Cristo”. En otras palabras, el problema no es la cristología ontológica, sino la eclesiología ontológica, de tipo “monofisita”, que olvida las “mediaciones humanas” de la iglesia de de Jesús. Aplicando a la Iglesia los principios de Calcedonia, hay que decir que en ella todo (he dicho todo, todo, todo) es totalmente humano y sólo así, siendo todo humano, puede ser “divino” presencia del Espíritu de Cristo. Resulta anticalcedonense buscar un tipo de “lugar inmune” (sólo divino) de la Iglesia, un lugar que no esté definido totalmente por lo humano. Cierta jerarquía católica, representada por el Vaticano actual, ha buscado una forma de “extraterritorialidad divina”, como si en ella (en la iglesia) hubiera un núcleo “divino” autónomo (a se), que no tiene que entrar en el campo del diálogo y de la racionalidad de la búsqueda humana… Sobrino es de los que ha puesto en duda esa “identidad monofisita” de la Iglesia jerárquica; por eso, es normal que sea amenazado por ella. No quiero decir por ahora quien tiene razón; pero estoy convencido de que Jon Sobrino está más cerca de Calcedonia que muchos de los que quieren condenarle.
3. Hay un riesgo político-social. Sobrino y otros muchos elevan ante el Vaticano el riesgo de una “praxis eclesial y social autónoma”, que no está fundada en la “obediencia jerárquica” ni en el sometimiento ontológico, sino en el despliegue de la libertad creadora, desde la misericordia, evidentemente, en comunión con toda la iglesia (pero no en sometimiento al Vaticano)… Algunos han dicho que en el fondo de ese intento eclesial y social de trasformación humana habría un tipo de “nuevo deseo de poder”, en la línea de un “constantinismo de izquierdas…”. Estaríamos, por tanto, ante dos visiones antagónicas del poder ideológico y social. (a) Por una parte estaría el constantinismo de derechas que sacraliza y ontologiza a Cristo (y a la misma Iglesia jerárquica), para tener a los creyentes sometidos a un tipo de “dictadura piadosa”, santificando la obediencia a la jerarquía como forma suprema de fe. (b) Por otra parte estaría un tipo de constantinismo de izquierdas que intentaría otra forma de toma de poder… Así dicen algunos que J. Sobrino quiere hacer su propio vaticano, pero en línea contraria al Vaticano actual, de tal forma que estaría movido por un tipo de “horrible revolución” de Izquierdas.


No quiero dar conclusiones…

He llevado la postura de J. Sobrino hasta el ridículo para que se entienda que las cosas no van por ah. No se trata de crear ningún anti-vaticano, sino de poner en marcha unos “principios evangélicos” de libertad y de comunión, desde la historia de Jesús. No se trata de negar el valor de la Unidad de la Iglesia, ni el Magisterio de comunión del Papa, sino de ir en contra de un tipo de sacralización de la jerarquía.Se trata, simplemente, de que la misericordia sea misericordia, siguiendo el impulso del movimiento de Jesús, en el momento actual. Se trata de lograr que las bellísimas palabras sobre la misericordia (Juan Pablo II) y sobre la caridad (Benedicto XVI) no queden después desvirtuadas por un tipo de ontología que no es evangélica y por un tipo de política jerárquica que no responde al evangelio.
Empezaba esta reflexión diciendo que Lacalle, firme navarro de la Ribera, ha dicho que se le va a condenar si no se desdice de lo que ha dicho… y parece difícil que se desdiga. Habrá, por tanto, condena. Será triste, tristísimo condena… Pero quizá nos ayudará a situarnos mejor ante los temas de fondo de la iglesia y de la sociedad actual
Es muy posible que algunas de las conclusiones teológicas y eclesiales de Jon Sobrino puedan discutirse, pero para esto está la teología, para plantear interrogantes, para abrir caminos… Una teología que se limita a repetir lo que dice el Magisterio no es teología, sino un gramófono. Estoy convencido de que el camino de Sobrino y el de otros muchos como él seguirá abierto, a pesar de los cierres que parece querer imponer un tipo de Magisterio que sólo saber defenderse a sí mismo, no exponer el Evangelio. Pero de eso seguiré hablando otro…
Hoy quería haber hablado de la coincidencia de fondo entre Juan Pablo II (y Benedicto XVI) con Jon Sobrino en el tema de la misericordia y del amor. Porque en cierto plano todos dicen lo mismo, pues leen los mismos textos de la Biblia… Pero después he puesto de relieve las diferencias que han podido darse y se han dado entre las dos perspectivas. De todas maneras, estoy convencido de que en su raíz más honda el pensamiento de Juan Pablo II y de Benedicto XVI está más cerca de la experiencia teológica de Jon Sobrino que de la posible condena que el Vaticano va a dirigir en contra de él. Quizá haya un tipo de “esquizofrenia” en el fondo de todo esto, una división de planos y de perspectiva… que podrían y deberían unificarse. Dios mediante, volveré al tema mañana, hablando de la “conciencia divina” de Jesús.
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