Simeón Ben Hillel, un hombre de Adviento (J. L. Suárez R.)

Vengo presentando en este blog, hace algún tiempo, la investigación y pensamiento de J.L. Suárez R. en su web http://circuloteologiasentidocomun.com/, que forma parte de su libro Los Nazoreos/Nezereos, donde él reconstruye el grupo de aquellos judíos profundos que prepararon el camino de Jesús o le acompañaron después en el transcurso de su vida,como fundadores de la religión del Hombre (=del Hijo del Hombre).

Entre esos judíos del Adviento de Jesús está Simeón, que esperó en el templo de Jerusalén la llegada del Mesías, tomándole en brazos al verle (imagen) y cantando al el himno más bello de la esperanza de Adviento y de la plenitud de Navidad:

Ahora, Señor, puede dejar a tu siervo irse en paz,
porque han visto mis ojos a tu Salvador,
Luz para iluminar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel


Según el evangelista Lucas: 2,22-40, los padres de Jesús, a los cuarenta días de su nacimiento llevaron al Niño a la capital del reino de Herodes, en Jerusalén, para presentarle al Señor en el Templo.Allí, en Jerusalén, estaba entonces un hombre sabio importante, llamado Simeón:

Este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él. 26 Y le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes que viera al Ungido del Señor. 27 Movido por el Espíritu, vino al Templo. Cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al Templo para hacer por él conforme al rito de la Ley, 28 él lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios, diciendo:

29 "Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz,
conforme a tu palabra, 30 porque han visto mis ojos
tu salvación, 31 que has preparado en presencia de todos los pueblos;
32 luz para revelación a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel" (Lc 2,25-32)


Sobre este Simeón, justo y piadoso, se han hecho muchas investigaciones, sin que los expertos hayan llegado a un acuerdo. Mi amigo y colega J. L. Suárez ha elaborado su hipótesis, la más sugestiva y profunda que conozco, al identificar a ese Simeón con uno de los hijos de Hillel, como verá quien siga leyendo. Gracias José Luis,por tu aportación, que nos permite situar mejor el nacimiento y obra de Jesús. Todo lo que sigue es tuyo.

Simeón ben Hillel y la religión del hombre (J. L. Suárez Rodríguez)

Se trataba, seguramente, de Simeón Ben Hillel, de la tribu de Manasés y sucesor, como Nasi, del Sabio por antonomasia de Israel en aquel tiempo, Hillel Ha-Zaken.
El evangelista califica a Simeón como “hombre justo (dikaios) y religioso (eulabes) (Lc. 2,25). La expresión “hombre religioso” se repite en el libro de Hechos: 2,5; 8,2; 10,22; 22,12. Referido a Simeón, y acompañado de dikaios, indica una religiosidad practicada con rectitud y verdad (nazara, Ev. de Felipe 47), como la practicaban los nazoreos o notzrim, los de “vida recta” o “camino recto” (Hech. 24,14-16).

Cuando la religión se practica con rectitud y autenticidad, como lo hacia Simeón Ben Hillel, porque “en él moraba el Espíritu de Dios”, la religiosidad se hace virtud de vida, acorde con la voluntad de uno mismo, convirtiéndose en “sabiduría de una religión humana”, como apuntaba el nazoreo Pablo (Col. 2,23), con igual valor que la virtud de “la fe que salva” (Lc. 7,50) en boca de Jesús.

Este planteamiento de una “religión humanizada”, ética e intimista o espiritualizada, fue un criterio de sabiduría moral que surgió en la Escuela de rabinismo liberal que fundó Hillel Ha-Zaken, El Sabio, padre y maestro de Simeón, y que siguieron los nazoreos Gamaliel, Saulo y Jesús Stephano.

Este criterio religioso de la Escuela hilelista indicaba que la semejanza del hombre con Dios, al que adoramos como Creador y Padre, debe llevarnos a un ejercicio, también virtuoso y constante, de respeto y veneración a los semejantes, de lo que resulta una religión del hombre con el hombre, y nos hace divinales (Sal 82,6; Jn. 10,34: “Sois dioses”).

La dulia, como entrega generosa y servicial al otro, altruista y hospitalaria al extraño (goyim), no fue virtud para el judío ortodoxo, excluyente de los nacionales de otras razas, pero si para el samaritano (shomerim), que adoptó la pietas romana y sentó el fundamento de la Regla de oro de Hillel, que dice: “No hagas a tu prójimo lo que no quieras que hagan contigo”. Pensamiento (recogido en Shabbat 31a), en el que “prójimo” no era el próximo o “vecino de tribu” sino el semejante, en cuanto hombre, conmigo y con Dios.

Esta regla de “vida recta”, de Hillel, conlleva la necesidad del “buen trato” (chrestiano, en habla helenista) entre los hombres que, siendo diferentes (por raza, cultura, clase social…), son todos igualmente hombres, con idéntica dignidad y los mismos derechos. Regla o principio de religiosidad o religazón que reclama la mutua veneración piedosa entre los racionales, tal como aprendió el romano estoico Lucio Anneo Séneca del hebreo Hillel Ha-Zaken, cuando afirmaba: “El hombre es una cosa sagrada para el hombre” (carta a Lucilio 95,33).


Hillel, de la tribu samaritana de Manasés, el hijo del patriarca José y de Asenat, adquirió su carácter religioso de los shomerim, que practicaban, desde muy antiguo y por semejanza con el Netzer José, la hospitalidad, el cuidado solidario del otro, la misericordia generosa, la conciliación pacificadora. Condición cultural que se conoció como samaritanismo.

La concepción del mundo y de la gente que Hillel y su Escuela rabínica tenían, facultaba a aquellos sabios carismáticos para ejercitar un cumplimiento de la ley, civil y religiosa, suave, tolerante, benéfico para el hombre común y la satisfacción de sus necesidades vitales cotidianas, interpretando la Escritura según el “espíritu de la ley”, que superaba la literalidad estricta y rígida, tal como mantenían los rabinos de la Escuela de Shammai. El hilelismo significo una visión innovadora a favor del hombre de la calle: los am-aharets sencillos, marginales, campesinos, pecadores, enfermos, esclavos… Era el triunfo de la dignidad de todos, proclamando la universalidad de los derechos humanos, la humanización civilizada y religiosa de la sociedad, que promovía el beneficio de los individuos olviddos y favorecía el bien común en una cultura ecuménica.
El universalismo religioso y legal, propugnado por Hillel y su Escuela impregnó la Palestina del comienzo de Era, a través de la Decapolis helenizada, y haciéndose fuerte en la Samaria romanizada con capital en Cesarea del Mar.

Allí, en el reino del Norte (Samaria y Galilea) se esperaba, entonces, un Salvador de la Humanidad (Jn. 4,42), como Taheb o “Restaurador”, profetizado por Moisés (Deut. 18,18), mientras que en Judá (reino del Sur) estaban expectantes de la Venida del Ungido “hijo de David”, como libertador político, con ansia imperialista de los “elegidos”, según la doctrina de los rabinos y fariseos “puristas”, seguidores de Shammai, continuadores del judaísmo de los Asmoneos-Macabeos y de la tradición ortodoxa de Esdras-Nehemias, transida de mesianismo imperial.

Suele distinguirse el rabinismo de la época dividido en ambas Escuelas (Hillel y Shammai), en razón de la exégesis que cada una de ellas hacía de la halakah de la Torá, interpretando ésta liberal o literalmente. Si fijamos la atención en un criterio antropológico, diremos que Shammai buscaba una definición del hombre religioso en virtud de su pureza de vida, entendida ésta como fidelidad a la legalidad marcada por la autoridad de “los mayores” del judaísmo (Esdras-Nehemias y la tradición macabaica), mientras que Hillel, en línea con el helenismo de Filón y los Sabios alejandrinos, introdujo como revolución religiosa la concepción espiritualista de fidelidad del hombre asimismo, como recta intención del hombre interior, con capacidad de hacer su vida personal y construir la colectiva con sentido de formar Humanidad. En tal sentido, el Sabio ofrecía máximas de vida como estas:

• “No te apartes nunca de la comunidad” (Pirké Avot 2,5).
• “No juzgues al prójimo hasta estar en su lugar”.
• “Si yo no hago las cosas por mí mismo, ¿quién las hará?”
• “Si solo vives para ti, ¿quién eres tú?

El hilelismo pensaba siempre a favor del hombre común y singular, el hombre concreto y sencillo de la calle. Construyó una religión ética dirigida al hombre que ha de actuar atento y respetuoso con su vida propia y comprometido con la de los demás, siendo servicial, indulgente, entregado a las causas humanas, y cuya mayor virtud ha de ser la humildad, como Hillel decía de sí mismo: “Mi humildad es mi exaltación, procuro que lo que me diferencia sea mi modestia”.

Le interesaba la dignidad de la gente común, las ayudas que necesitaban el pobre, el desvalido, el marginado, por la aplicación estricta de la legalidad o por las circunstancias sociales de vida.

Su objetivo era la Paz. Decía: “Ama la paz y procura la conciliación; ama a los hombres y acércalos al conocimiento de la Torá”. “Cuanta más conciliación, más paz”.
El hombre al servicio de la Humanidad era para Hillel el ideal de vida social y religiosa. El planteaba un humanitarismo solidario y global como religión del hombre en el mundo, y la solución de todas las diferencias, superando la palabra “extranjero” (goyim).

La humanidad, caída, debe ser salvada. Todo hombre necesita salvación: “Todo aquel que arruina el alma de un hombre ha de considerársele como si hubiera destruido el mundo entero. Y todo aquel que salva una vida humana actúa como salvador de todo el mundo”.
La paz del mundo se logra mediante el amor: “Cuanto más amor haya, más paz habrá en la sociedad de los hombres”.

Y, como Presidente del Consejo (Nasi), Hillel dictó normas relativas a la justicia social, con el fin de conseguir “un orden justo para la mejora del mundo” (Gi IV, III). Era el triunfo de la humanización de la vida social sobre el legalismo autoritario y clasista de los “puros” y los poderosos, que excluían a los “pobres de la tierra”, considerados “pecadores”.
Y la critica religiosa de Hillel se extendió a las tradiciones fundamentales de “los mayores”, como la observancia rigurosa del sábado, el culto sacrificial del templo, en línea con los profetas.

Así construyeron los nazoreos: Hillel, Simeón, Gamaliel, Juan el Bautista, Jesús el Nazoreo, Pablo, Felipe… la religión del hombre que había de traer la “Salvación del mundo”, tal como la esperaban los shomerim y la difundieron los notzrim o “crestianos”.
Ese fue el objetivo conseguido en la visión profética que tuvo Simeón Ben Hillel en el Patio de los Gentiles del Templo de Jerusalén, cuando se encontró a María con el Niño en brazos, llevándolo a la Presentación.

El Espíritu de Dios había prometido al Nasi Simeón que no dejaría este mundo sin tener ocasión de ser testigo ocular de la Venida del Salvador, que Moisés había profetizado: “Un Profeta, como tú, levantaré de entre tus hermanos, y pondré mis palabras en su boca, y él predicara todo lo que yo le mande” (Deut. 18,18).

Simeón Ben Hillel “…tomo al niño en brazos, y bendijo a Dios, y dijo: Ahora, Señor, permite que tu siervo se vaya en paz, conforme a tu palabra, porque mis ojos han visto ya la Salvación, la que tú has preparado en presencia de todos los pueblos, luz de revelación de los gentiles y gloria de tu pueblo Israel”.
Y Jesús el Nezereo, formado con los doctores (Lc. 2,4,5 ;Ev. Armenio Infancia, 20), se hizo Palabra, y habló con el pensamiento religioso que Hillel y su Escuela habían hablado sobre el hombre, completando su doctrina, y culminando la profecía de Moisés:

• “Os doy un mandamiento nuevo: Que os améis unos a otros. Como yo os he amado, así habéis de amaros los unos a los otros” (Jn. 13,34).
• “En esto os conocerán como discípulos míos, en que os tenéis amor los unos con los otros” (Jn. 13-35).
• “Así que: todas las cosas que queréis que los hombres hagan con vosotros, hacedlas vosotros con ellos; Porque eso es la Ley y los Profetas” (Mt. 7,12).
• “Si tu hermano peca contra ti, entiéndete con él a solas; si te escucha, has ganado a tu hermano” (Mt. 18,15; Lc. 17,3-4).
• “No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados” (Lc. 6,37).
• “Amad a vuestros enemigos, y orad por los que os persiguen” (Mt. 5,44).
• “Bendecid a los que os maldicen, orad por los que os aborrecen” (Lc. 6,28).
• “Si estás presentando tu ofrenda a Dios en el altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda ante el altar y vete, primeramente, a reconciliarte con tu hermano; hecho esto, presenta tu ofrenda a Dios” (Mt. 5,23-24).
• “El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado” (Mc. 2, 23-28; Mt. 12,1-13).
• “El Espíritu de verdad… mora con vosotros y estará en vosotros” (Jn. 14,17).
• “He aquí que el reino de Dios está entre vosotros, los hombres” (Lc. 17,21).
• “Sed misericordiosos, así como vuestro Padre es Misericordioso” (Lc. 6,36).
• “Id, y aprended lo que significa: Misericordia quiero y no sacrificio” (Mt. 9,13).
• “A partir de ahora veréis al hijo del hombre sentado a la derecha de Dios Todopoderoso” (Lc. 22,69).


Según Simeón dijo en palabras dirigidas a su madre María, Jesús llegaba “para la caída y el levantamiento de muchos en Israel, y así ser señal de contradicción”. Efectivamente, con Jesús el Nezereo el Amor, la Bondad y la Amabilidad de la religión universal de los hombres se impondría sobre la idea mesianista de odio al enemigo, de exclusión nacionalista y de Salvación exclusiva para los judíos.
Así lo entendió la bonhomía crestiana de Simeón Ben Hillel.
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