17. 5. 20: Domingo 6º de Pascua. Juan 14,15-21. Pediré a Dios y os dará al Paráclito.

La clara y profunda verdad de la vida: El Paráclito (Defensor/Consolador)

Terminaba el evangelio del domingo anterior (Jn 14, 1‒13), diciendo que Jesús subía a Padre, pero que nosotros seguiríamos haciendo sus obras y aún mayores, “porque subía al Padre”.  El tema sigue y se completa hoy: Le pediré al Padre y os mandará otro Paráclito, el Espíritu de la verdad. El tema es sencillísimo, el centro de la teología y de la vida cristiana, que aparece formulado de otra forma (pero con el mismo contenido) en los evangelios sinópticos:

-- Pedid a Dios lo que queráis... todas las cosas (salud, amor, dinero, hijos, victoria, tranquilidad interior, vacuna para el coronavirus,un gobierno bueno, una iglesia santa...). Todo lo podéis pedir, todo os lo dará, porque la oración es infalible, porque Jesús pide con y por vosotros...

-- Pedid, y os lo dará Dios todo, dándoos su su Espíritu, esto es, el Paráclito... No os dará cosas. Vendrá él mismo como Paráclito, es decir, como Verdad, como Consuelo, como defensa. Él mismo será vuestro regalo, para que lo tengáis en él todo, y podáis hacer todo. Éste es el sentido y secreto de la Oración Cristiana, de Pascua a Pentecostés. Pedís cosas, y Dios Padre os las dará todas, dándoos su Espíritu Paráclito (cf. Mt 5, 9; Lc 11, 11-13)

           Éste es el tema central del evangelio de este domingo 6º, desarrollado desde la perspectiva del Evangelio de Juan: Seguiremos haciendo las obras de Jesús y aún mayores porque él nos ofrecerá su mismo Espíritu.  (Imágenes: 1ª: Espíritu Santo en el Vaticano. 2ª y 3ª. Dos traducciones del librito que escribí hace algún tiempo sobre el tema, una en polaco, otra en italiano; no encuentro el original castellano. 4ª y siguientes, otras imágenes sobre el Espíritu Paráclito). Buen domingo a todos.

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Evangelio,  pediré al Padre y os dará otro Paráclito:  Jn 14, 15‒21

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque vive con vosotros y está con vosotros.

No os dejaré huérfanos, volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, y vosotros conmigo y yo con vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él 

La palabra fundamental de este evangelio es “paráclito”, que tiene varios sentidos:

Paráclito significar consolador, aquel que ofrece a los hombres Consuelo en medio de la inmensa tristeza de la vida, de la ausencia inmensa, perdidos en un mundo que parece sin sentido, sin Jesús, sin alegría. ¿Quién consolarnos si no es el Espíritu de Dios, Dios mismo en nuestra vida?

Paráclito significa defensor, en medio de la inmensa injusticia de la tierra, traídos y llevados por poderes de muerte… Estamos a merced de mil poderes. Pero nadie ni nada podrá destruirnos, pues el Dios de Cristo está en nosotros, el Paráclito.

Ésta es la certeza que sostiene el camino de la historia tantas veces oscura y angustiosa de los hombres. Buen domingo, buena Pascua.  

Paráclito significa “acompañante” y amigo, maestro y compañero. Es la vida de Jesús en nuestra vida, en medio de un mundo en que estamos huérfanos,  sin compañía, sin presencia, sin Padre… El Paráclito consuela, defiende, enseña... Es el maestro interior: Nuestra defensa, consuelo y esperanza. 

INTRODUCCIÓN. EVANGELIO DE JUAN: CATEQUESIS DEL ESPÍRITU

 El evangelio de Juan es una catequesis del Espíritu, como el mismo Jesús dijo a Nicodemo, maestro de Israel, al invitarle a que naciera de nuevo (de lo alto), por obra del Espíritu:

«En verdad te digo, si alguien no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios» (Jn 2, 5).

Publicaciones de la comunidad De camino al Espíritu Santo - Hozana

Éste es el tema, nacer de nuevo. Ésta es la experiencia: Descubrir que somos y ser hijos de Dios, con Jesús, en el Espíritu… Nacer de nuevo, por obra del Espíritu de Dios, ése es el misterio y tarea del Espíritu

Catequesis de la samaritana… Ella le pregunta a Jesús cómo adorar a Dios y ser feliz… Él le responde que la religión anterior ha pasado, los montes sagrados y templos, los cultos antiguos. Llega en Jesús la novedad de una adoración gratuita, abierta a todos los hombres, llega el tiempo del Espíritu, la Hora de la Gran Libertad:

«Créeme, mujer: viene la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre… Pero llega la hora y es ésta en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en Espíritu y en Verdad; estos son los adoradores que Dios busca: Dios es Espíritu, y quienes le adoran deben adorarle en Espíritu y Verdad» (Jn 4, 21-24).

Los hombres estaban divididos por sacralidades de montes y templos aislados. Ahora han de unirse en el Espíritu y Verdad universal. Eso lo sabían los judíos helenistas (Filón y Sabiduría), pero no habían podido concretarlo. Muchos cristianos posteriores han seguido encerrados en una cultura o ciudad (nación) particular.

Catequesis del agua del templo de Jerusalén… La gente buscaba el agua de la vida, el nuevo Espíritu de Jesús. Jesús dice, en medio del templo, que vengan los que quieran y beban del agua de la vida:

«Esto lo dijo refiriéndose al Espíritu que debían recibir los que creyeran en él; pues todavía no había Espíritu, porque Jesús no había sido aún glorificado» (Jn 7, 39).

Jesús resucitado es manantial del Espíritu, que mana hacia todos los humanos (como las aguas del paraíso: Gen 2, 10-14; Ap 22, 1-2). Ésta es la promesa de Dios, ésta es nuestra esperanza:

 EL EVANGELIO DE JUAN, CATEQUESIS DEL PARÁCLITO EN CUATRO PARTES:

(1) Rogaré al Padre y os dará otro Paráclito, que esté con vosotros para siempre (Jn 14, 16). Ésta es la palabra clave del evangelio de hoy, el primer texto del Paráclito. Jesús mismo había sido el Paráclito, defensor de sus discípulos. Pero ahora que se va y les deja en plano físico, pide al Padre otro, que sea presencia interior y compañía (no os dejaré huérfanos: 14, 18). Los hombres que están cerrados en el “mundo” viven en un plano de carne, es decir, de lucha mutua, de mentira. La misma realidad se les cierra y aparece como círculo de muerte.

Por el contrario, aquellos que viven iluminados por Jesús (desde la presencia de Dios) reciben la promesa del el Espíritu. Están acompañados. Esta experiencia del Dios que es Compañía es la clave de pascua cristiana.

(2) El Paráclito… os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que os dije, como Maestro interior divino (Jn 14, 26). Éste es el segundo texto del Paráclito:

Akacisto al Espíritu Santo – Cristo es Ortodoxo

La iglesia ha corrido a veces el riesgo de entender la verdad como algo impuesto por fuera, resuelto y enseñado desde arriba. Pero Jesús promete a los suyos un magisterio interior. Por eso, los cristianos sólo conocen la autoridad del Espíritu-Paráclito, que interpreta y actualiza a Cristo.

Corremos el riesgo del engaño, de la manipulación de diverso tipo, todos nos engañan. Pues bien, si confiamos en el Cristo (en el Dios que vive dentro de nosotros) tendemos la garantía de la verdad. Ésta es la verdad interna, aquella que alumbra nuestra vida, desde el interior de Dios, que es nuestra luz.

(3) Cuando venga el Paráclito… dará testimonio de mí, y vosotros también daréis testimonio, porque habéis estado conmigo desde el principio (15, 26-27). Éste es el tercer texto del Paráclito.

Jesús no ha prometido un magisterio externo de dogmas y enseñanzas. Tampoco ha dejado una estructura de poder. Su verdad se expresa en la enseñanza interior del Espíritu, que actúa a través al testimonio de los fieles.

Cuando están en riesgo las instituciones, queda y crece ese testimonio. La verdad se expresa así como “testimonio” de vida interior. Tenemos a nuestro lado el Gran Testigo de Dios, que es Jesús. Podemos ser y somos testigos de Dios unos para los otros.

(4) Conviene que yo me vaya, porque si no me fuere, el Paráclito no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré (16, 7). Texto final, la gran promesa.

Una presencia material de Jesús estorbaría, pues él quedaría fuera de la vida de sus fieles. Muchos parecen añorarle así, actuando a través de milagros, apariciones, seguridades exteriores.

DISCÍPULOS DE DIOS, LA VERDAD INTERIOR

5 cosas que deberías saber sobre el Espíritu Santo

    Parecemos huérfanos de Dios.. y, sin embargo, Dios está dentro de nosotros, como maestro interior, como enseñanza, como vida de nuestra vida

  ‒ El Espíritu es el mismo Dios en nuestra vida... El Maestro interior, el poder del amor divino que habita en nosotros en forma de consuelo, defensa, inteligencia profunda de la realidad

 Entendido así, el Paráclito es la Autoridad de Amor que consuela y fortalece a los creyentes, para que “sean comunión (y para que vivan en comunión), realizando las obras de Jesús y aún mayores, es decir, llevando a plenitud su tarea mesiánica. En esa línea, Jesús no marca un “fin”, no es un tope que nos impide seguir caminando, sino al contrario, en él empieza el auténtico camino de transformación humana, en unidad de amor (que todos sean uno) y en elevación de vida.

 El Espíritu es por tanto el mismo Dios, que se expresa en Jesús como amor del Padre y el Hijo, siendo así, al mismo tiempo, comunión de amor de los creyentes, “de manera que todos sean Uno, como nosotros somos Uno: tú, Padre, en mí y yo en ti; para que el mundo crea que tú me has enviado” (17, 21) Ser unos en otros, en el despliegue de Dios, haciendo las obras de Jesús y aún mayores, éste es el misterio pascual del Dios comunión[1].

‒ Rogaré al Padre y os enviará otro Paráclito para que esté con vosotros para siempre(Jn 14, 16).  En un sentido, Jesús se va, ya no acompaña a los creyentes de un modo inmediato, pero él pide al Padre que les envía "otro Paráclito", presencia interior y compañía, en comunión y comunicadión activa (no os dejaré huérfanos: Jn 14, 18).

‒ Un conocimiento más hondo: “Pero el Paráclito…, que el Padre enviará en mi nombre, os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Jn 14, 26). El Espíritu “recuerda”, esto es, permite entender y revivir, en línea personal y en comunión de amor (comunicación, consuelo mutuo), el mensaje y vida de Jesús, reinterpretando su camino, en verdad (en conocimiento: ¡os lo enseñará todo!) y en vida (retomando el camino y las obras de Jesús). Eso significa que los discípulos saben por sí mismo, no dependen de la instrucción externa de otros.

‒ Espíritu y testimonio: "Cuando venga el Paráclito, a quien yo enviaré del Padre, el Espíritu de verdad que procede del Padre, él dará testimonio de mí, y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio" (Jn 15,26-27). La verdad más honda, la obra más intensa se identifica con el testimonio de la propia vida. No se trata, pues, de hacer obras externas: construir edificio, hacer escuelas hospitales…Eso puede ser importante, pero sólo en la medida realicen la obra suprema de Jesús que consiste en dar testimonio de la verdad (cf. Jn 18, 37).

Jesús no ocupa nuestro lugar:"Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré” (Jn 16, 7). Hay una presencia de Jesús que ha debido terminar; en un sentido, él tiene que irse para que hagamos nosotros. Su grandeza no está en hacer por nosotros, negándonos así o sustituyéndonos, sino abriendo un hueco, para que nosotros mismos podamos ser y hacer, realizando sus obras y aún mayores. Somos así testigos del Señor ausente, presencia del Dios escondido, de forma que él (Dios, el mismo Jesús) se haga palabra por medio de nosotros.

 Nota

[1] El Espíritu aparece así como “otro Paráclito” (allon Paraklêton: Jn 14, 16), pues el primero es Jesús, Hijo de Dios. Es “otro” y, sin embargo, es el mismo Jesús hecho herencia de vida y comunión en los creyentes. El Paráclito deriva de Jesús y, siendo plenitud y cumplimiento de su promesa, esto es, Reino y Verdad de (Jn 14,15), puede realizar obras “mayores” que las suyas. No es simple promesa de un Reino Futuro, que vendrá al final, por encima y fuera de la historia, sino que actúa en este mundo (en la línea del “milenio” de Ap 20, 1‒6), suscitando un Reino de justicia y verdad.  

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