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"El cristiano no hace de 'fakir'... Hay que pedir a Dios que nos convierta"
"El cristiano no hace de 'fakir'... Hay que pedir a Dios que nos convierta. Dios no es un mal padre, es tierno, nos ama mucho". Una intensa lluvia presidió el Angelus del segundo domingo de Adviento en una casi vacía plaza de San Pedro del Vaticano. Desde su balcón, por las restricciones impuestas por el coronavirus, el Papa Francisco dedicó su reflexión a la conversión. "Reza, camina, y él llegará".
"No hay pandemia, no hay crisis que pueda apagar esta luz, dejémosla entrar en nuestro corazón. Tomemos la mano de quien lo necesite, de este modo Jesús nacerá dentro de nosotros", señaló, al final de la oración, en la que, tomando la figura de Juan Bautista, el Papa propuso que, como él, "nos preparemos para recibir al Señor en Navidad". De ahí que el Adviento sea "un camino de conversión". ¿Qué significa la palabra “conversión”? En la Biblia, explicó Francisco, "cambiar de dirección y orientación; y, por tanto, cambiar nuestra manera de pensar".
"En la vida moral y espiritual, convertirse significa pasar del mal al bien, del pecado al amor de Dios", eso es lo que hizo Juan, quien proclamaba "un bautismo de conversión para perdón de los pecados". Ese bautismo, explicó Begoglio, "tenía lugar con la inmersión en el agua, pero era inútil sin la voluntad de arrepentirse y cambiar de vida".
"La conversión implica el dolor de los pecados cometidos, el deseo de liberarse de ellos, el propósito de excluirlos para siempre de la propia vida", proclamó el Papa, quien añadió que, "para excluir el pecado, hay que rechazar también todo lo que está relacionado con él: la mentalidad mundana, el apego excesivo a las comodidades, al placer, al bienestar, a las riquezas", tal y como lo hizo Juan. "Un hombre austero, que renuncia a lo superfluo y busca lo esencial. Este es el primer aspecto de la conversión: desapego del pecado y de la mundanidad".
Por otro lado, la búsqueda de Dios y de su reino, que no es fácil. "La tentación siempre tira hacia abajo", explicó, "porque son muchas las ataduras que nos mantienen cerca del pecado: inconstancia, desánimo, malicia, mal ambiente y malos ejemplos", hasta el punto de parecer "casi como si Dios callara".
Y entonces "sentimos la tentación de decir que es imposible convertirse de verdad, y en lugar de convertirnos del mundo a Dios, corremos el riesgo de quedarnos en las "arenas movedizas" de una existencia mediocre", advirtió Francisco. ¿Qué podemos hacer en estos casos? "En primer lugar, recordar que la conversión es una gracia que hay que pedir a Dios con fuerza. Nos convertimos verdaderamente en la medida en que nos abrimos a la belleza, la bondad, la ternura de Dios. Entonces dejamos lo falso y lo efímero por lo verdadero, lo bello y duradero".
Tras el rezo del Angelus, Francisco saludó a los presentes, "pese a este mal tiempo, sois gente con valor". Señalando el abeto instalado en la plaza, y anunciando que el pesebre "lo están preparando, como se hace en estos días en muchas casas, para la alegría de los niños y de los grandes", los declaró "signos de esperanza, especialmente en este tiempo difícil".
"Hagamos lo posible para no detenernos en el signo, sino de ir al significado, Jesús, el amor de Dios que se ha revelado", pidió el Papa, quien animó a "ir a la bondad infinita que hizo que Dios estuviera en el mundo. No hay pandemia, no hay crisis que pueda apagar esta luz, dejémosla entrar en nuestro corazón. Tomemos la mano de quien lo necesite, de este modo Jesús nacerá dentro de nosotros".
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