Rumbek, el corazón caluroso de la tierra Dinka

(JCR)
Cuando, hace dos semanas, me bajé del avión del Programa Alimentario Mundial

que me llevó de Juba a Rumbek, en la región sudanesa de Bahr El Ghazal, me saludó una bofetada de calor como no había sentido nunca en mi vida. Tierra árida y dura en la cima de la estación seca, polvo y cincuenta grados a la sombra me envolvieron y me penetraron hasta los huesos durante lo cinco días que estuve en esta región, una de las más castigadas por la guerra que azotó el sur de Sudán de 1956 a 1972 y de 1983 a 2005.

La ciudad tiene el mismo aspecto de otras localidades del Sudán meridional: cuatro calles de edificios viejos con tejado roñoso de metal con tiendecillas llenas de quincalla made in China y productos generalmente traídos de Uganda y que se venden a precios exorbitantes. Un pollo, si alguien lo encuentra, vale no menos de 35 dólares, y la cerveza mejor olvidarse de ella. El resto de la ciudad es una combinación de ruinas, cabañas donde vive la mayor parte de la población y algún edificio nuevo que alberga un banco y desde cuya cornisa nos saluda el omnipresente icono del líder del SPLA John Garang, fallecido en accidente de helicóptero en julio de 2005, a los pocos meses de la firma del acuerdo de paz entre el norte y el sur.

A la entrada de la ciudad, a la que tuve el valor de llegar a pie recorriendo los dos kilómetros que la separan del complejo de la diócesis a las dos de la tarde y sin gorra protectora, hay una cárcel anunciada pomposa y eufemísticamente como “Servicios Correccionales”. Detrás de su valla me chocó ver a algunos de sus internos encadenados de dos en dos como muestra de cómo funciona la corrección por estos barrios. Y antes de llegar al mercadillo, la gran “freedom square”, la plaza de la libertad, una explanada donde se celebran manifestaciones, todas ellas casualmente de apoyo al régimen de los líderes actuales que dirigen la región autónoma de Sudán del sur como si fuera prácticamente un país independiente. Rumbek, como el resto de Bahr el Ghazal, está habitado mayoritariamente por personas de la etnia dinka, pueblo de orgullosos pastores de ganado al que pertenecen la mayor parte de los gerifaltes del SPLA.

Me hospedé en un recinto de la diócesis católica llamado “Pan Door” (casa de la paz), donde el visitante duerme (si el sofocante calor se lo permite) en cabañas de techo de paja. Cuando llegué estaban terminando un curso de dos semanas impartido por un centro llamado “Healing the healer” (Sanar al sanador) que tiene su sede en Nairobi y que ayuda a personas que han pasado por situaciones duras de guerra a curar sus traumas. En esta ocasión los destinatarios del curso eran maestros de escuelas de la diócesis de Rumbek, muchos de los cuales han sido soldados o han vuelto hace poco después de muchos años como refugiados en las vecinas Kenia y Uganda.

La diócesis impresiona por la gran variedad de procedencias de sus sacerdotes y religiosas. Su obispo, el comboniano italiano César Mazzolari, ha sabido atraer a personas de muy distinta procedencia y sus parroquias e instituciones educativas y sociales están servidas por sacerdotes, monjas y hermanos de al menos 20 nacionalidades pertenecientes a alguna de las 16 congregaciones religiosas que trabajan en este difícil lugar: hermanas de Loreto, marianistas, misioneras de la Caridad, jesuitas, salesianos, combonianos, apóstoles de Jesús y un largo etcétera. La Iglesia en este rincón del mundo ha sufrido como en pocos lugares a causa de su compromiso por estar al lado de la gente durante los años más difíciles. En 1985, a los dos años de estallar la segunda fase de la guerra, el SPLA conquistó la ciudad después de semanas de durísimos combates y cuando sus fuerzas rebeldes ocuparon las casas de la diócesis tomaron prisioneros a dos sacerdotes combonianos, los padres Pellerino y Cefallo, a los que tuvieron en su poder durante tres meses hasta que finalmente les liberaron en Etiopía después de un largo viaje.

Aunque en la actualidad las relaciones entre la administración del SPLA y la Iglesia son bastante buenas (entre otras cosas porque el actual presidente de Sudán del Sur, Salva Kiir, es católico practicante), durante los años 80 y buena parte de los 90 el SPLA recibía sus principales apoyos del régimen marxista de Etiopía y ostentaba una actitud de bastante hostilidad hacia la Iglesia, la cual se veía aprisionada entre estos señores de la guerra y los fundamentalistas islámicos de Jartum. Pocos años más tarde, en 1991, un conflicto interno en el seno del SPLA fue aprovechado por las fuerzas de Jartum para reconquistar Rumbek, donde permanecieron hasta 1996, año en que el SPLA volvió a tomarla y donde se hizo fuerte a base de reclutar a la fuerza a niños y jóvenes, a pesar de que la política oficial declarada por John Garang era de no molestar a los jóvenes que estuvieran realizando estudios.

Uno de los lugares que me impresionó más fue la escuela secundaria de Rumbek, construida por la administración colonial británica en 1948 y donde se formaron algunos de los dirigentes más destacados del SPLA, John Garang incluido. Su recinto ha servido de cuartel militar durante muchos años y aún hoy uno se encuentra a los estudiantes caminando por un amplio patio donde uno se tropieza con trincheras, búnquers con sacos terreros y restos de tanques destruidos por artillería. Actualmente estudian en esta escuela 1.200 alumnos, de los cuales sólo 50 son chicas, y es que la educación de las féminas (o más bien la falta de ésta) es uno de los problemas más acuciantes a los que se enfrenta esta sociedad marcadamente machista. Pero de esto les hablaré en mi próximo post.
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