Signos "ecológicos" de esperanza

(AE)
Las noticias de las últimas semanas sobre los estratosféricos precios del petróleo y de desastres naturales en diferentes sitios del planeta son inquietantes. Mientras estamos dándonos tortas por acceder a las reservas petrolíferas que quedan en el subsuelo, esa misma energía basada en los combustibles fósiles con sus emisiones de CO2 es la espada de Damocles que pende sobre nuestras cabezas y nuestro recalentado y degradado medio ambiente.

Acabo de regresar de una pequeña estancia en Kampala, la capital ugandesa, y debo decir que ha habido una imagen que me ha llamado poderosamente la atención. En una de sus avenidas, me he encontrado toda una fila de farolas de alumbrado público que funcionan con energía eólica y solar, gracias a unas aspas unidas a unos paneles solares. Esto no me llamaría la atención en otro país or región, pero creo que en un país de África, esto es una buena señal. Ante las muchas señales de alarma que tenemos (se acaba de publicar un atlas que está mostrando gráficamente las terribles consecuencias que el clima está teniendo en bosques, pastos, lagos y montañas de África) yo intento mirar a aquellos puntos más positivos y esperanzadores y por tanto me agrada ver pequeños pasos que se están dando para poder cambiar un poquito el rumbo de las cosas. Este gesto que quizás tendría una importancia anecdótica si viniera de un gobierno potente y económicamente poderoso, pero viniendo de donde viene, de una administración cuando menos flojita y con pocos medios para ponerlos a disposición de cualquier tecnología alternativa, pues a mí me parece un símbolo realmente esperanzador. Parece ser que se lo creen que hay que arrimar el hombro a este esfuerzo global de buscar fuentes de energía limpias y renovables, aunque la cosa sea tan modesta como comenzar por una simple avenida de la capital.

Desde estos países “en vías de desarrollo” se mira con preocupación al futuro. No es simplemente el aceptar el irremediable hecho que en pocos años no habrá nieves en la cima del Kilimanjaro – lo cual habla ya por sí mismo de la gravedad de la situación –, sino aceptar el hecho que la vida de mucha gente se va a ver radicalmente transformada por los cambios en el medio ambiente, las plantas, los cultivos, el agua y el aire. Sin ir más lejos, montones de familias que hoy más o menos pueden subsistir posiblemente después de unos años y si Dios o el hombre no lo remedian pasarán a engrosar la ya larga lista de los hogares más vulnerables desde el punto de vista de la seguridad alimentaria, los recursos, la vivienda o el acceso a agua. La cosa es seria, estamos hablando del porvenir de millones de personas que ahora mismo luchan por salir de la pobreza y se ven con la dificultad añadida de tener que luchar contra elementos que ellos no pueden controlar y contra lo que se nos echa encima globalmente.

Mientras tanto, creo que es de alabar que haya gestos así que nos hablen de que África también se quiere apretar el cinturón y mirar a un futuro y un desarrollo más sostenible donde haya espacio para todos, naturaleza incluida. Ojalá que cunda el ejemplo y que África se siga dando pasos sostenibles y “verdes” hacia un futuro mejor.
Volver arriba