Las hormigas mueven la montaña

(AE)
En los años de mi tierna infancia, recuerdo haber asistido un día a una representación de aquel famoso musical creo que de los años 70 llamado “El diluvio que viene”. En esa función, recuerdo perfectamente una canción cantada por uno de los protagonistas que decía algo así como

“una hormiguita sola, es imposible,
es un cero sin ningún valor
pero una hormiguita
junto a otra hormiguita... mueven la montaña”.


En estos días me encuentro en España y, después de haber asistido en Barcelona al ENVIVO, la asamblea general de los miembros y voluntarios de Intermón Oxfam, he recordado una y otra vez esta canción. La razón de esto es que en estos dos intensos días he podido encontrarme con cientos de personas que de la manera más desinteresada dedican horas y esfuerzos sin par para la noble tarea de “obtener un mundo más justo.” No importa si están detrás de un mostrador en una tienda del comercio justo, recogiendo firmas en una mesa de alguna ciudad española u organizando alguna actividad para recaudar fondos. Estas hormiguitas obreras repartidas por toda la geografía española se superan cada vez para poder alcanzar un pequeño objetivo (un pozo, una rehabilitación de una escuela o un centro de producción agrícola) que pueda llevar a la consecución de aquella utopía de hacer de la pobreza un hecho histórico del pasado.

En estos días, me he sentido reconfortado y tremendamente motivado por los numerosos ejemplos de entrega y de desinterés... algunos de los cuales tuvimos ocasión de escuchar en esta asamblea: la organización de un concierto de gospel, la introducción de la educación para el desarrollo en los programas escolares, el esfuerzo por llevar artículos del comercio justo a una feria... y todo eso hecho por personas que en su mayoría tienen ya suficiente ocupación con su trabajo profesional, su familia o sus faenas domésticas. Tiempo robado y precioso que se pone al servicio de una noble causa.

Como persona que tengo el privilegio de estar en la vanguardia de la labor de cooperación, debo decir que me siento enormemente orgulloso de esa labor callada y humilde de esos miles de personas que están detrás de cada organización humanitaria o de desarrollo... en este sentido la “marca” de la organización no importa... lo importante y lo que quiero resaltar hoy con esta sencilla reflexión es el potencial, la dedicación y la esplendidez de tantas personas que – ante el desafío de nuestras agendas llenas de trepidación, obligaciones y compromisos – son capaces de ir más allá y tener un gesto profundamente desinteresado para personas y situaciones que posiblemente nunca verán con sus ojos. Creo que todas estas personas son la mayor motivación para que las organizaciones no gubernamentales pongan todo su esmero en ser organismos transparentes, responsables en su gestión y tremendamente serios con sus fondos... al fin y al cabo los “grandes nombres de la solidaridad” serían meros clubes solidarios de tres al cuarto si no contaran con el apoyo y la valiosa labor de todas esas hormiguitas en Sabadell, Vigo, Pamplona o Huelva... ellas y no otras son las verdaderas artífices de ese milagro llamado solidaridad.

Alguna señora me decía “qué mérito tenéis vosotros en África”... y yo pensaba para mis adentros que lo que tiene mérito es que una señora de más de 60 años, en vez de estar en su casa sentadita en el brasero o viendo tranquilamente la televisión, se pase tres o cuatro horas a la intemperie intentando recoger firmas, ofrecer chocolate del comercio justo o vender entradas para función benéfica. En los tiempos que corren, eso sí que es arrojo... y un par de narices.

Lo mejor de todo es que al final la montaña cede en su inmovilidad... y comienza a moverse.
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