"Sufrieron una violentísima persecución" Rouco abre la Causa de Martirio de un grupo de seminaristas asesinados en 1936

El arzobispo de Madrid, cardenal Antonio Mª Rouco Varela, presidió ayer en el Seminario Conciliar de Madrid la ceremonia la apertura de la Causa de Martirio de un grupo de seminaristas de la diócesis de Madrid-Alcalá, y dos familiares, mártires de la persecución religiosa de la II República en la diócesis.

Se trata de los Siervos de Dios Ignacio Aláez Vaquero, Pablo Chomón Pardo, Antonio Moralejo Fernández-Shaw, Jesús Sánchez Fernández-Yañez, Miguel Talavera Sevilla, Ángel Trapero Sánchez-Real, Cástor Zarco García, Mariano Arrizabalaga Español, Ramón Ruiz Pérez, todos ellos seminaristas, Julio Pardo Pernía, sacerdote tío del seminarista Pablo Chomón, y Liberato Moralejo Juan, seglar padre del seminarista Antonio Moralejo, ambos martirizados junto con los seminaristas

En su intervención, el cardenal recordó en el acto de apertura de la Causa de Martirio de Ignacio Aláez y once personas más que todos los mártires "amaron al Señor y a los demás" y que "murieron por su vocación" como consecuencia del odio hacia la fe de quienes los mataron.

Para el cardenal, "es una alegría porque ellos son un amplio testimonio de un sí a la vida en el sentido más físico, real y pleno". Y añadió que, pese a las presiones, "no subordinaron su fe en el Señor como seminaristas".

Así, subrayó cómo floreció la semilla de los mártires en las generaciones de seminaristas de los años 40 y 50, desde el punto de vista de la caridad humana y espiritual y recordó los frutos tan fecundos de dentro y fuera de España, en especial, la vocación misionera, "que no se comprende sin los sacerdotes españoles".

Por otro lado, señaló que abrir esta Causa de Martirio es "una consecuencia elemental que tiene que ver con la verdad histórica, la vida de la Iglesia y los seminaristas" y manifestó que "es una buena memoria histórica que tiene que ver con la santidad".

En el acto estuvo el postulador de la causa, el padre Miguel C. Vivancos Gómez, quien explicó la introducción de la causa y comentó que en la Guerra Civil española la Iglesia sufrió una "violentísima persecución" en la que obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos fueron asesinados por su fe. Sin embargo, destacó que "murieron perdonando" y sin renegar de su fe.

En el caso concreto de los seminaristas de Alcalá y de quienes les acompañaban, destacó que "ofrecieron su vida sin que se perciba otra motivación de índole social o política". Por ello, comentó que "la Iglesia reconoce el valor martirial de aquellos jóvenes" e incidió en que no consiste en reabrir viejas heridas ni reclamar sus derechos sino para "que el amor siga venciendo al odio, a las injusticias y a la violencia, aún presentes en el mundo actual".

Finalmente, destacó que con la próxima celebración de la Jornada Mundial de la Juventud la tercera semana de agosto de 2011 en Madrid, "muchos jóvenes se verán atraídos por este ejemplo".

Seminaristas mártires de Madrid

«El 18 de julio de 1936, estábamos comiendo en el seminario de Madrid. Bajó el portero para decirnos que estaban las turbas para apoderarse del seminario. Enseguida nos fuimos a la capilla a consumir las Sagradas Especies; y, vestidos de paisano, tuvimos que salir por la puerta posterior que había en la huerta del seminario. Nos separamos, y cada uno se fue a su casa. Al día siguiente, el domingo 19 de julio, llamé al seminario preguntando si podía ir a celebrar la Santa Misa, y me contestó un miliciano diciendo que me iba a escabechar»: éste es el relato de uno de los testigos que estuvieron presentes en el seminario de Madrid y que recoge José Francisco Guijarro en su libro Persecución religiosa y Guerra Civil. La Iglesia en Madrid, 1936-1939 (ed. La Esfera de los Libros). Fue sólo el comienzo; en los primeros días de la contienda española, fueron 7 los seminaristas de Madrid que recibieron el martirio; además de ellos, murieron otros dos seminaristas de otras diócesis que estaban en la capital por esas fechas; y otros dos familiares de dos de ellos, que les acompañaron al martirio.

Ignacio Aláez Vaquero
El 9 de noviembre de 1936, nueve milicianos fueron a detener a su padre, denunciado por un familiar. Preguntaron a Ignacio por qué no se había incorporado a filas, y contestó que era estudiante y se preparaba al sacerdocio, por lo que también se lo llevaron. Fue asesinado junto con su padre esa misma tarde junto al cementerio de Fuencarral.

Pablo Chomón Pardo
Junto con su tío, Julio Pardo Pernía -confesor de las Hermanas Hospitalarias de Ciempozuelos-, fue asesinado en el kilómetro 5 de la carretera de Torrejón, en el término municipal de Valdemoro. Se sabe que cuando los milicianos fueron a detener a su tío sacerdote, Pablo decidió no separarse de él y correr su misma suerte.

Antonio Moralejo Fernández-Shaw
Al estallar la persecución religiosa, quiso evitar la profanación de la iglesia del Carmen. El 28 de septiembre de 1936, los milicianos fueron a detenerlo a casa de sus padres. Su padre, Liberato Moralejo Juan, quiso evitar su detención y, al no conseguirlo, decidió acompañar a su hijo y correr su misma suerte. Ambos fueron conducidos a la cárcel Modelo, y el 7 o el 8 de noviembre fueron asesinados en Paracuellos.

Jesús Sánchez Fernández-Yáñez
En el domicilio familiar, le sorprendió la persecución religiosa, que pudo esquivar hasta mediados de septiembre de 1936. Sin embargo, fue denunciado por algunos vecinos y conducido a la checa de Fomento, siendo martirizado a las pocas horas. Su cadáver apareció el día siguiente en el barrio de la China.

Miguel Talavera Sevilla
Natural de Boadilla del Monte, al estallar la persecución se encontraba en su pueblo. El 7 de octubre de 1936, unos miembros del Comité de Radio Comunista Puerta del Ángel llegaron a su casa y se lo llevaron, no habiendo aparecido nunca su cadáver.

Ángel Trapero Sánchez-Real
Con trece años, Ángel se trasladó al seminario de Madrid. Sus notas fueron siempre excelentes. El 11 de octubre de 1936, Ángel fue detenido y llevado a la cárcel de Porlier, hasta que el 9 de noviembre fue fusilado junto a las tapias del cementerio de la Almudena.

Cástor Zarco García
El 6 de junio de 1936, fue ordenado subdiácono. Comenzada la Guerra Civil, fue movilizado y enrolado en la Brigada de El Campesino. Estaba hospitalizado en Alcalá de Henares cuando fue reconocido y delatado como seminarista por algunos paisanos suyos, siendo fusilado en septiembre de 1937. Algunos testigos afirman que fue obligado a cavar su propia tumba.

Mariano Arrizabalaga Español
En 1928, ingresó en el seminario de Comillas (Cantabria). Con motivo de las vacaciones de verano, Mariano se trasladó a Madrid, donde vivía su familia. Fue detenido junto a su hermano Rafael y un cuñado. Fueron asesinados en Torrejón y sepultados en Paracuellos.

Ramón Ruiz Pérez
En 1925, ingresó en el seminario de Jaén, pero pasó en 1929 al de Toledo. La persecución religiosa le sorprendió en su pueblo, adonde había ido a pasar las vacaciones. Detenido y sometido a diversas torturas, fue subido a un tren con dirección a la prisión de Alcalá de Henares. Al llegar a Villaverde, el tren fue desviado por jóvenes libertarios, y fueron asesinados casi todos los viajeros del tren de Jaén, Ramón entre ellos.

Julio Pardo Pernía y Liberato Moralejo Juan
Ya hemos hecho referencia a los dos al hablar, respectivamente, de su sobrino Pablo Chomón Pardo y de su hijo Antonio Moralejo Fernández-Shaw.

(Rd/Analisis Digital)

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