Teresa Pinto, Hija de Jesús “Todos somos seres humanos, con la misma dignidad. Hay muchos santos anónimos”
(Jesús Bastante).- Teresa Pinto forma parte de las Hijas de Jesús o jesuitinas, que acaban de asistir a la canonización de su fundadora, la Madre Cándida. "Fue un gran contraste ver el rostro de una persona tan sencilla en la Plaza de San Pedro", cuenta sobre la ceremonia. "Se me ocurrían las palabras del Magnificat: Dios enaltece a los humildes y a los sencillos".
Teresa afirma que, aunque el santo es la mediación, "Dios es el que actúa" en la realización del milagro, que, además, no es, en su opinión, lo principal: "Lo más importante es que la vida del santo esté en consonancia con el Evangelio". "Todos somos seres humanos, codo a codo y con la misma dignidad", dice. "Hay muchos santos anónimos"
P- Acabáis de celebrar una de las mayores fiestas que puede celebrar una congregación: la canonización de la Madre Cándida.
R- Sí, ha sido un acontecimiento.
P- ¿Quién era Madre Cándida? ¿Qué hizo? ¿Cómo se vive desde dentro una canonización de alguien tan querido?
R- Es difícil resumir en pocas palabras quién era la Madre Cándida. Fue una mujer que nació a mitad del siglo XIX. Hay que situarse en la historia, en cómo erala vida de las mujeres en esa época aquí en España.
Ella era vasca. Nació en Andoain en 1845. Su familia tuvo que emigrar a Tolosa. Su padre era un trabajador manual: tejedor. Fueron buscando mejores condiciones de vida.
En la medida en que se fue haciendo una jovencita, se dio cuenta de que tenía que aportar a la familia, pero no encontraba salida, maneras de ayudar. Emigró a Castilla ella sola, a trabajar como empleada de hogar.
Ya desde muy niña tenía una sensibilidad muy rica. Se iba dando cuenta de lo que pasaba en el mundo: que había pobres que pasaban por el pueblo, la condición de las otras jóvenes empleadas también de hogar... y con una fe cristiana que va madurando con su propia historia, abrió los ojos del corazón para palpar la realidad.
Se sintió llamada por el Señor a hacer algo por este mundo.
Fue muy arriesgada, porque imagínate qué medios puede tener una mujer en estas condiciones. Pero tenía una dirección espiritual: un jesuita que estaba acogido en la familia (la Compañía de Jesús estaba entonces perseguida), el padre Herranz.
Él se dio cuenta de los valores de esta mujer, pero mantuvo una postura muy discreta. Alentó desde un segundo plano. Apoyó sin dirigir, fue confirmando lo que ella iba sintiendo.
Ella encontró a otras mujeres y se juntaron en Salamanca en 1871. Así surgió la congregación.
P- Siempre ha sido difícil para la mujer encontrar huecos de responsabilidad, pero en la España del XIX era todavía más complicado.
R- Efectivamente. Allí en Salamanca había un obispo que acogió muy favorablemente en su diócesis la inquietud de estas mujeres. La Madre Cándida, que no tenía medios, se preocupó de formarse no sólo en el espíritu, sino también en las letras. Al igual que se encargó de que las hermanas que iban a estar en educación fueran a la escuela.
P- ¿Como la dinámica de los padres que intentan dar a sus hijos lo que ellos no pudieron tener o les costó tanto adquirir?
R- Sí, quiso que todas se preparasen. Así surgió la primera escuela en Salamanca, que en seguida empezó a tener lo que hoy diríamos "sello de calidad". Y de calidad evangélica, porque se preocupaban mucho de la formación en virtudes (hoy diríamos "en valores").
P- ¿Cuándo muere la Madre Cándida?
R- En 1912. Principios del siglo XX.
P- Y en esos 40 años, ¿cómo evoluciona la congregación?
R- Primero fue por los pueblos de España. La incidencia de aquellas primeras escuelas fue tan grande en el entorno, que la infanta Isabel, muy popular aquí en Madrid, supo de ellas. Quería apoyar una fundación para la educación femenina, y llamó a la Madre Cándida.
Se extendió por Segovia, Medina del Campo... También llegó a su tierra, Tolosa.
P- ¿Iban a demanda, de donde les llamaban, o ellas también intuían dónde harían falta?
R- Ambas. De hecho, en un determinado momento, le llega una llamada desde Brasil, y no se echa para atrás. Aquello fue un punto muy importante, ya casi al final de su vida.
P- ¿Por qué se la canoniza?
R- Hay todo un proceso de estudio de su vida, para descubrir si verdaderamente está en consonancia con el Evangelio. Yo diría que eso es lo más importante.
P- La concesión de las virtudes.
R- Exactamente. Lo primero es confirmar que la Madre Cándida es una mujer de fe sólida, esperanza, amor. Contrastando con el Evangelio, verificando. Y así se vio, se ratificó.
Para la canonización hace falta un milagro. Que por la fe de la Iglesia esta persona se convierta en mediación para descubrir que está ahí.
P- Muchos piensan que es el santo el que hace el milagro.
R- Es Dios. Dios es el que actúa, en este caso, porque una comunidad pide por una hermana que se está muriendo.
Estaba desahuciada. Tenía una enfermedad cerebral, le pusieron un tratamiento de sostenimiento y resulta que en un determinado momento, justo después de que la comunidad invocase al Señor por medio de la Madre Cándida, esta hermana empieza a despertar, y su primera palabra fue "gracias".
Ella dice que vive gracias a la Madre Cándida.
P- La fiesta fue el 17 de octubre en la Plaza de San Pedro. ¿Cómo viviste la canonización de la que supongo que es uno de los principales modelos de tu vida?
R- Para empezar, esa mañana estábamos haciendo cola para entrar en la plaza. Era impresionante: una expectación muy especial. Cantidad de gente hablando distintas lenguas...
P- ¿Una imagen de la Iglesia universal?
R- Sí, plural. Encuentras distintos hábitos, distintas razas... Cuando entré y miré la basílica, y vi el tapiz de la Madre Cándida, me emocioné. Al ver su rostro, su cara tan nítida, me salió la pregunta: "¿Tú qué haces ahí?".
Es un contraste inmenso ver a una mujer tan sencilla desde la fe, arriesgada, queriendo hacer algo por nuestro mundo... pero que en el fondo era una mujer que pasaba desapercibida.
Era un contraste tan grande que se me ocurrían las palabras del Magnificat: Dios enaltece a los humildes y a los sencillos.
Fue muy grande. Esto pasa una vez en la vida. La vida ordinaria no es así.
P- ¿Hay que bajar de los altares a los santos, o elevar a ellos a la gente "normal"? ¿La fe es sólo tema de superhéroes, o también de santidad diaria y trabajada?
R- Sí, yo creo que eso es lo que queremos vivir la mayoría. Vamos a nuestro trabajo, entramos en el metro, salimos a la calle, madrugamos, nos encontramos con un montón de gente... muchísima gente buena, que intenta hacer el bien. Algunos, desde lo que es el Reino, el Evangelio; otros sin saberlo expresamente; otros directamente pasan de ello. Pero hay gente buena que tiene valores y que no los va pregonando.
Hay mucho creyente anónimo. Y también santos anónimos.
P- ¿Quiénes sois las Hijas de Jesús? ¿Cuántas sois? ¿Hacia dónde dedicáis vuestros esfuerzos?
R- Nuestra congregación nace para la educación cristiana de los pueblos. "Abrazando a todos", decía la Madre Cándida. Vamos a atender con nuestras escuelas a los más necesitados.
Entendemos lo educativo de una manera amplia, muy integral. Una persona es susceptible de ser educada a lo largo de toda la vida. Esto supone que hay procesos de "reeducación".
Hay que atender al niño, al joven y al adulto, dándoles aquello que necesitan: los primeros pasos, las primeras letras, el sentido de la vida... En países donde lo que primero que se necesita es la atención a la mujer, porque así atiendes a toda la familia, estás también educando en valores.
No es sólo lección magistral: también hacemos catequesis, acompañamiento, ejercicios espirituales, pastoral de oración...
P- ¿En cuántos países estáis?
R- 17. En España hay muchas hermanas. Es la congregación más antigua, más envejecida. Pero estamos muy extendidas. Seremos alrededor de las mil.
P- ¿Dónde tenéis más colegios o instituciones educativas?
R- En España. En América Latina colaboramos mucho con Fe y Alegría. Las obras educativas suelen ser en colaboración con otras instituciones. Por ejemplo, con Manos Unidas.
P- Trabajo en red, muy de Iglesia.
R- Efectivamente. Hace poco estuvimos comiendo con un obispo de Bangladesh, y gracias a la colaboración de los salesianos, por ejemplo, las obras salen adelante. Y son de todos. Así es más bonito.
P- No os colgáis medallas personales.
R- No tiene sentido.
P- ¿Qué vinculación afectiva o histórica tenéis con los jesuitas, más allá de ese formador espiritual de la Madre Cándida?
R- La relación de la congregación con la Compañía de Jesús siempre ha sido muy estrecha. Desde el principio, durante tantos años... Con ellos compartimos una espiritualidad.
Para la Madre Cándida los ejercicios espirituales eran muy importantes. Y éstos son la experiencia fundamental de Ignacio de Loyola, de los jesuitas. Y también la nuestra.
Nuestras constituciones, lo que nos ayuda a vivir el día a día, son también básicamente las de la Compañía, con algunos matices. Somos muy parecidos.
Tenemos, como la Compañía, un cuarto voto: el de disponibilidad para la misión. Es un subrayado de la obediencia: donde nos envíen porque somos más necesarias, allí vamos.
Quizá de ahí venga ese nombre popular de jesuitinas.
P- ¿Cómo os encontráis en este mundo, que al parecer está tan en cambio, donde a veces lo religioso no se entiende -o no se explica- bien?
R- Una Hija de Jesús en Japón, en un mundo secular, no cristiano, se encuentra mal. En el mundo occidental (España, Italia...) también nos encontramos, por ejemplo, con alumnos no creyentes. O con algunos que se manifiestan creyentes, católicos, pero no lo confiesan, casi con una experiencia vergonzante. O con los que dicen "Dios sí, pero la Iglesia ya es otra cosa".
Intentamos situarnos, entonces, con toda normalidad. Intentando aceptar lo diferente, la libertad del otro, que es como es. Pero a mí lo que me gustaría es que los jóvenes caigan en la cuenta de por qué son lo que son. Por qué deciden lo que deciden. Porque a veces mantienen sus posturas en base a prejuicios. Por eso pienso: "Si yo estoy llamada a dar razón de lo que creo, que también mis alumnos, o las familias, o las personas con las que me encuentro, sepan dar razón". No quiero que me lleven a su terreno, ni yo llevarles al mío. Debemos respetar la libertad y la alegría de ser seres humanos codo a codo y con la misma dignidad.
Yo creo que mis alumnos, en la medida en que se van haciendo mayores, y hay un buen empaste (un buen feeling, como dicen ellos), se van dando cuenta de que lo importante es lo que llevamos por dentro: el respeto, el cariño que a veces no expresamos.
Y cuando se dan cuenta de que nuestros sentimientos parten del Evangelio, yo creo que les impacta. A lo mejor no lo llegas a ver, pero yo creo que se preguntan, que se encuentran. Y cuando vuelven a la profesión religiosa, o con una invitación de boda, con una llamada, una carta, para hacer una experiencia de voluntariado en Bolivia, República Dominicana, Filipinas, Mozambique... es muy bonito.
P- Como la buena semilla, que tarda en germinar, pero al final siempre da fruto.
R- Eso es. Hay que mantener la esperanza.
P- Muchísimas gracias, Teresa, y muy buena suerte. Tenéis Religión Digital para lo que necesitéis.
R- Muchísimas gracias a vosotros.
Titulares:
-Dios es el que hace el milagro, le santo es la mediación
-Una vida en consonancia con el Evangelio es más importante que un milagro
-La visión de la Plaza de San Pedro es una imagen de la Iglesia plural
-Fue un contraste enorme ver a una persona tan sencilla en la Plaza de San Pedro
-Hay muchos creyentes anónimos
-Una persona es susceptible de ser educada a lo largo de toda la vida
-La educación integral va de las primeras letras hasta el sentido de la vida
Todos somos seres humanos, codo a codo y con la misma dignidad