El obispo de la diócesis donde vivían las víctimas advierte del "cóctel explosivo" que constituye la pobreza Monseñor Eduardo García: "El triple crimen de La Matanza es la punta del iceberg de la desintegración social argentina"

Monseñor Eduardo García, obispo de San Justo, partido de La Matanza, advierte: la pobreza, las adicciones y la ausencia del Estado en todas las facetas por un lado, y la connivencia de sectores policiales, políticos y judiciales con el tráfico de drogas por el otro, son los ingredientes que hacen posible estas violencias
No obstante, cree posible salir del flagelo a largo plazo
| RD/Agencias
(Valores Religiosos).- Para monseñor Eduardo García, el obispo de la diócesis de San Justo, partido de La Matanza, donde vivían las tres chicas asesinadas por narcos, el crecimiento de la pobreza, el aumento de una población con muchas carencias y la ausencia del Estado en materia de promoción social provocó “un cóctel explosivo” del que el narco se aprovecha. Al los ingredientes del cóctel se suma la connivencia de sectores policiales, políticos y judiciales con el tráfico de drogas. En ese contexto, considera que el triple crimen es “la punta del iceberg de un proceso de desintegración social”.
No obstante, cree que es posible vencer el flagelo “a largo plazo, con políticas serias” y una sociedad comprometida.
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-¿En qué medida el deterioro social de los últimos años agravó el flagelo de las adicciones y el narcotráfico cuyo avance la Iglesia católica viene denunciando desde comienzos del siglo?
-Es cierto que fue una sucesión de advertencias que se profundizó en los últimos diez años y muy especialmente este año cuando la Conferencia Episcopal se pronunció explícitamente sobre el avance del narcotráfico, en particular en nuestros barrios. Creo que el crecimiento de la pobreza influyó, pero sobre todo el Estado en todos sus niveles que se corre o que no existe. No me refiero al Estado con un gobierno determinado, sino en general.

Cuando hace 40 años la gente de las villas de la ciudad de Buenos Aires durante la intendencia de (Osvaldo) Cacciatore fue desplazada a La Matanza, nadie se hizo cargo. Ni los que le prometieron allá viviendas cumplieron, ni los que los recibieron acá porque no tenían más remedio tampoco se hicieron cargo. Esa situación de indigencia más la pobreza de los últimos años en un contexto de un enorme crecimiento poblacional provocó un cóctel explosivo. Y el narcotráfico va captando voluntades ante la necesidad.
-Cuando la Iglesia habla de ausencia del Estado ¿a qué se refiere concretamente?
-A la urbanización empezando por la vivienda, pero también a los servicios que se necesitan para poder vivir dignamente como una escuela, una sala de primeros auxilios o un hospital. Con una población de 1,8 millón de habitantes hay sólo dos hospitales funcionando en San Justo, lo que produce un estado de precariedad sanitaria muy grande. Si no hay escuelas cercanas, los chicos crecen en la calle. Si el padre tiene que salir a hacer changas, si la madre trabaja en una casa con cama adentro, esos chicos no tienen quién los acompañe. Sabemos que la calle es el peor ámbito que puede haber para que crezca un chico. Crea una necesidad afectiva, económica, una necesidad de que alguien le cubra las espaldas en un ambiente muy hostil y esa contención tiene un costo muy alto. Porque si bien la mayoría de los chicos ingresan al narcotráfico por una adicción, empiezan por una necesidad.
"El narcotráfico va captando voluntades ante la necesidad"
-Es en ese marco que la Iglesia católica procura dar respuestas…
-Son principalmente dos respuestas. Frente a aquellos que cayeron en la adicción, sean jóvenes o adultos, tenemos los centros de recuperación que llamamos los Hogares de Cristo. Y después tratamos de rearmar el tejido social que está tan desarticulado avanzando en lo que denominamos las tres “C”: el colegio, no sólo como lugar de instrucción, sino también de contención, de aprender valores, de sentirse alguien; el club como lugar donde empezar a valorarse y descubrir qué capacidad puede tener, de aprender reglas, de experimentar una pertenencia; y finalmente la capilla como lugar afectivo donde puede recibir compañía y alimentos. Esto en contraposición a las otras tres “C” que son la calle, donde los jóvenes se inician en la droga y la delincuencia; la cárcel, donde aprenden peores cosas, y el cementerio porque no todos llegan a ser los grandes capos de la mafia.
"Colegio, club y capilla: Las tres 'c' de la Iglesia para rearmar el tejido social que está tan desarticulado"

-¿Están corriendo riesgos los sacerdotes de las villas y barrios populares por estas acciones?
-Riesgos existen. Las amenazas explícitas son muy pocas. Los principales escollos tienen que ver con poner trabas a lo que se realiza a nivel escolar y social. Traban una obra, destruyen una escuela, roban cosas. Pero hay otras trabas de tipo políticas. Tenemos una escuela Papa Francisco levantada en el centro de los barrios Puerta de Hierro, San Petersburgo y otros para 500 niños y adolescentes. Fue posible gracias a que Francisco nos donó el dinero. La cuota es cero. Pero la burocracia de la educación causó que estuviéramos ocho meses sin recibir la subvención. Ocho meses en los cuales hubo que salir a buscar plata para los docentes y todo debido a los trámites. Lo mismo pasó con otra escuela. Le estamos brindando al Estado la posibilidad de poner un edificio, de conseguir el personal y resolver una necesidad y nos encontramos con un palo en la rueda.
-El peronismo siempre gobernó en La Matanza. ¿Usted le adjudica un grado de responsabilidad?
-Hay cosas que dependen del gobierno municipal, otras del provincial y otras del nacional. El abandono siempre fue en todos los niveles.
-¿Y los políticos, ahora en campaña, están atentos a esta realidad?
-Creo que no. Muchos de los planes que existieron en los últimos años para asistir ante las situaciones de vulnerabilidad de nuestra gente fueron eliminados o recortados. Por caso, los de la secretaria de Lucha contra las Adicciones y el Fondo de Integración Socio Urbana. La indefensión social es mucho más grande. No sólo en lo referido a la pobreza. No vi ninguna plataforma con una propuesta concreta asumiendo el narcotráfico como problema de emergencia nacional porque está atravesando toda la realidad.
"Los políticos no parecen estar atentos a la realidad"
-¿O sea, que el flagelo se sigue expandiendo en el país?
-Diría que se instaló. No es que está llegando y vamos a ver cómo lo atajamos, sino que se instaló. Entonces, frente a la instalación hay que generar otras opciones que es justamente lo que queremos para nuestra gente. Que tengan oportunidades para que el narcotráfico y la plata fácil no sea la única oportunidad que tienen de vivir o, eventualmente, sobrevivir.
-¿Usted observa complicidades policiales, políticas, judiciales?
-No podría dar nombres, pero hay algo muy claro: nada pasa sin que no se sepa. Los organismos encargados de cuidar tienen que saber. La policía, el poder judicial, todos los organismos deben saber más que nosotros. Porque si los vecinos saben y tienen miedo de denunciar creo que es por algo.
-Usted denunció en estos días la existencia en los barrios populares de “zona liberada”…
-Efectivamente, zona liberada que es aquella en la que no se ejerce la protección en un barrio. Cuando la seguridad mira para otro lado.
"Hay algo muy claro: nada pasa sin que no se sepa. Los organismos encargados de cuidar tienen que saber"

-A la luz de este cuadro, ¿qué consideraciones le provoca el crimen de las tres chicas?
-Creo que esto es como la punta del iceberg de todo lo que vengo diciendo. Si no hay contención, si no hay proyecto, si no hay posibilidades de educación, si no hay valores para poder discernir qué es lo que está bien y qué es lo que está mal, se trata entonces de sobrevivir como se puede con los instrumentos que se tienen y con los valores que se fueron aprendiendo. Es la punta del iceberg de un fenómeno de desintegración social, de marginalidad. Es un fenómeno muy complejo, diría multicausal.
-Y sorprende el nivel de crueldad…
-Es el nivel de crueldad que vemos en las series sobre los narcos de México, de Colombia. Y sabemos que la realidad supera a la ficción. Además, el desamparo hace que los chicos no distingan la realidad de la fantasía. El paraíso en el que viven los narcos que muestran estas series termina siendo la fantasía que imaginan muchos chicos.
"¿Qué ganamos solamente con la represión?… Si no asumimos el narcotráfico como una realidad que se instaló y que requiere una política nacional seria, nos asombraremos durante unos días por unas muertes y luego ante un divorcio farandulesco nos olvidaremos"
-De sus palabras se desprende que se habla mucho de represión y poco de prevención.
-Ciertamente. Porque ¿qué ganamos solamente con la represión? Obviamente la sociedad quiere vivir tranquila. Pero qué ganamos con un adolescente metiéndolo preso: que salga en unos años siendo un delincuente peor de los que entró. Cuando no se ejerce una prevención que reeduque la conciencia del joven, que le permita descubrir el valor de su vida, construir un proyecto de vida, no estamos dando una respuesta de fondo. Podemos reprimir, pero si no atendemos las causas principales no sirve. Si no asumimos el narcotráfico como una realidad que se instaló y que requiere una política nacional seria, nos asombraremos durante unos días por unas muertes y luego ante un divorcio farandulesco nos olvidaremos.
"No se trata de drogas sí, drogas no. Imputabilidad si, imputabilidad no. Es más profundo el tema. Hay una generación que se está estropeando de cara al futuro"
-¿Pero se puede salir de este flagelo?
-Sí, a largo plazo y seriamente. Cuando asumamos como comunidad políticas sólidas, alejados del show que se arma frente a estas situaciones, y ver qué es lo que está pasando con los jóvenes. Qué aportamos como sociedad, como país para que no haya estas situaciones de vulnerabilidad que no pasan sólo por el hambre, sino que tienen que ver con el futuro. Porque no se trata únicamente del pibe que se droga y que en nuestros hogares se puede recuperar, pero no para la sociedad porque quedan, como ellos dicen, fisurados. Nadie les da trabajo, no pueden estudiar. Son como zombies. No se trata de drogas sí, drogas no. Imputabilidad si, imputabilidad no. Es más profundo el tema. Hay una generación que se está estropeando de cara al futuro.
Fuente: Clarín

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