"Jesús desapareció, pero aquellos pobres hombres quedaron llenos de la fuerza y la valentía del Espíritu" Jesús se aparece junto al lago de Galilea

Jesús se aparece junto al lago de Galilea
Jesús se aparece junto al lago de Galilea

"Jesús que ha venido a salvar a los hombres de la muerte quiere que Simón siga sus pasos, salvando de la muerte del mar, o de cualquier otra causa, a los hombres, sus hermanos"

"Para que los discípulos comprendieran la identidad de ambas presencias de Cristo, al principio se dieron las dos juntas para luego quedar solo la presencia eucarística"

“Tiempo después se apareció Jesús a los discípulos junto al lago de Tiberíades… Simón Pedro les dijo (a sus compañeros): -Voy a pescar. Contestaron: -Vamos también nosotros contigo. Salieron y se embarcaron, pero aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo cuando Jesús se presentó en la orilla, aunque los discípulos no se dieron cuenta de que era él. Jesús les pregunto: -Muchachos, ¿tenéis algo que comer? Contestaron: -No. Les dijo: -Echad la red a la derecha de la barca y encontrareis. La echaron, y cogieron muchos peces… El discípulo preferido de Jesús le dijo a Pedro: -Es el Señor…. Al saltar a tierra, vieron un pescado puesto a asar sobre brasas, y pan. Jesús les dijo: -Traed algunos peces de los que acabáis de coger…. Jesús les dijo: -Vamos almorzad. Ningún discípulo se atrevía a preguntarle quien era, sabiendo muy bien que era el Señor. Jesús se acercó, cogió pan y se lo repartió, y lo mismo el pescado. Después de comer, le pregunto Jesús a Simón Pedro: -Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos? Contesto Pedro: -Señor, sí, tú sabes que te quiero. Jesús le dijo:         -Lleva mis corderos a pastar. Le preguntó otra vez: -Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Contestó: -Señor, sí, tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: -Cuida de mis ovejas. Le pregunto por tercera vez: -Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? A Pedro le dolió que le preguntara tres veces si lo quería, y le contestó: -Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.  Jesús le dijo: -Lleva mis ovejas a pastar…. Y añadió: -Sígueme” (Jn 21, 1-19).

Especial Papa Francisco y Cónclave

Aparición junto al lago

Relato precioso lleno de matices de delicadeza, ternura y compromiso. Aunque hay varios discípulos la atención se centra en el comportamiento de Pedro, cuando el discípulo amado le revela que es el Señor quien está en la orilla y les ha indicado donde tenían que echar la red para coger muchos peces, como cuando la pesca milagrosa del comienzo. Pedro no recordaba aquella vez, estaba engolfado con su negación del Maestro, hecho que le acompañará toda su vida, aunque fuese perdonado. Por eso, como cabe la posibilidad de que sea el Señor se lanza al agua para llegar cuanto antes a la presencia de Jesús.

En la primera pesca, Simón fue, junto a sus compañeros, llamado a ser pescador de hombres. El mar da de comer, da dinero para vivir, es un trabajo, pero el mar lleva en su seno la muerte, él lo sabía, ser pescador era arriesgado. Jesús que ha venido a salvar a los hombres de la muerte quiere que Simón siga sus pasos, salvando de la muerte del mar, o de cualquier otra causa, a los hombres, sus hermanos

Simón y sus compañeros necesitarán tiempo para comprender la misión nueva, el nuevo oficio. Ahora en otro contexto, pero con idéntica misión le escoge para que pastoree sus ovejas, las cuide, las defienda y las alimente. Cristo es y será quien alimente con su palabra y sus sacramentos a sus ovejas. Pedro, en su nombre, debe dedicarles toda su atención y cuidados para que las ovejas no se desvíen ni se alejen de la norma de vida que es Jesús, porque Él es el único buen Pastor que dio su vida por sus amigos.

Jesús, desde la orilla, provoca a esos hombres cansados y asqueados de la vida:              - ¿Tenéis pescado? Había sido una noche terrible, no sabían qué hacer, qué dirección tomar, se habían echado a la mar por hacer algo y tener para comer. Pero el mar se había resistido a su trabajo y esfuerzo, no tenían fuerzas, estaban agotados, no podían más; entonces su amigo Jesús les sale al encuentro, está con ellos, observa desde la orilla y ve por donde tienen que trabajar. El Señor no les regala el pescado, les facilita la empresa. Ellos tienen una misión que no puede ser relegada a otros, ellos no son los mejores discípulos, pero son los que en ese momento histórico están ahí, y el Salvador los llamó, les enseñó y con su amor los envió.  

No hay ningún reproche, ni tirantez, ni malas caras, al contrario, se les invita a comer aportando lo que ellos mismos tienen. Cuando la multiplicación de los panes y los peces se les indicó que debían compartir lo que tuviesen con los pobres, ahora también. Los bienes heredados o trabajados no son exclusivos de unos pocos, son ganancias para todos, ellos lo han aprendido y Pedro sube a la barca y arrastra hasta la orilla todo lo que tienen. 

Los gestos permanecen como señales de identidad, más allá de lo físico, y Jesús tenía los suyos: toma el pan, da gracias y lo reparte entre los comensales. Así como el Resucitado es una presencia velada entre los suyos de su divina y salvífica persona que produce una energía vital y misionera; la eucaristía es, también, una presencia velada de su divina y redentora persona que, igualmente, produce una parresía vital y misionera. Para que los discípulos comprendieran la identidad de ambas presencias de Cristo, al principio se dieron las dos juntas para luego quedar solo la presencia eucarística.

El aire rezuma amor, el amor propio de Jesús, el amor del Hijo de Dios por los hombres, y el amor purificado de los discípulos por su Señor. Y cuando están a la espera del próximo gesto del Resucitado, surge el diálogo con Pedro. Y Jesús le pregunta: Pedro, ¿me amas más que tus compañeros? Porque el ser discípulo mío es cuestión de amor, no de otra cosa, solo me puede seguir y anunciar quien me ama. 

Y, Pedro, triste por su triple negación dice: Tú, Señor, lo sabes todo, lo que pasó y lo que vendrá. Tú sabes que te amo. Entonces, “cuida de mis ovejas”, con grandísima paciencia, comprensión y misericordia; pues si yo la tuve contigo, también, tú la tendrás con los míos. Y lo que le digo a Pedro os lo digo a todos: “amaos como yo os he amado”. Superad la debilidad, el miedo y el egoísmo, amándoos, pues solo el que ama se encuentra, y el que da la vida por amor, del Amor recibe una nueva vida, como veis que yo la tengo. No tengáis miedo, Yo he vencido al mundo, al mal y a la muerte. Unidos a mí lo haremos todo nuevo. Sólo os pido que os mantengáis en mi palabra, que es verdad y vida. 

Jesús desapareció, pero aquellos pobres hombres quedaron llenos de la fuerza y la valentía del Espíritu, el Espíritu del Resucitado.

Volver arriba