Apología de nuestro credo (1)

Como tantas veces hemos dicho aquí, no somos ni “a-teos” (negadores de Dios) ni in-crédulos (los que no creen en nada).

Primero afirmamos a Dios según el concepto de Dios que "otros" nos han transmitido, que lógicamente propugnamos y defendemos. Pero este concepto o idea de Dios no puede coincidir con el que propalan las organizaciones al uso. Segundo porque necesariamente creemos. Y no nos referimos, por supuesto, a las verdades demostradas (todo cuanto estudiamos en las clases de Ciencias, Aritmética, Historia, Lengua…), sino también en aquello que se solapa con la fe:

creemos en el amor, en la paz, en la concordia, en la solidaridad, en la justicia, en la igualdad de las personas, en el buen gobierno de la sociedad, en el trabajo bien hecho, en la responsabilidad, en el poder de la educación, en el respeto a los profesores, en la autoridad, en la justicia retributiva y distributiva…

Esto es algo humano, por más que la religión quiera hacer bandera de ello.

La Religión, por principio, no admite oposición. Está en posesión de “la verdad”. Eso sería cierto si la religión no formara parte de “lo humano”, pero la religión es “del” hombre y “para” el hombre. Y hombres hay muchos.

Desde luego es el mamífero más prolífico: cuando en 1950 eran 2 mil quinientos millones, en 2008 ya eran 6 mil millones; 7 mil millones en 2011; 7.500 millones en 2023. A este propósito, no creo, como Malthus decía, que el problema de la superpoblación sea el alimento. El problema mayor es que el hombre se está convirtiendo en el mayor depredador de la Naturaleza: está acabando con todo. Quizá sea un efecto de aquel "creced y multiplicaos y someted la tierra". ¿Pero tanto? Cada día desaparecen especies vegetales o animales por culpa del depredador humano. A la larga la especie humana terminará consigo misma.

Pero no es éste el asunto que nos trae aquí, sino la defensa del derecho a opinar, aunque nuestro credo no concuerde con el de los así llamados “creyentes”, especialmente creyentes católicos y cada vez más musulmanes entre nosotros. Hablamos de la razón de ser de un “Humanismo sin credos” que propugna la liberación de los mismos.

Ya no es sólo cuestión de opinión (“cualquiera se siente más identificado con una determinada línea editorial más que con otra”), lo es también de convicción y lo es, a fin de cuentas, de “razón”. Es decir, la pregunta recurrente sobre quién tiene razón en lo que afirma, el creyente cuando sostiene que “resucitó al tercer día y bajó a los infiernos”, o la persona normal cuando afirma que si alguien resucita es porque no había muerto. Y, de modo más general, cuando pretende hacer ver que todo el credo cristiano es un trasunto mitológico.

Ciertamente hay mucho de “oposición” en los contenidos que aquí exponemos, como si pensáramos que antes de construir el edificio nuevo hay que derribar el antiguo y limpiar de restos el solar. No, no es ésa nuestra primera pretensión, sino presentar un punto de vista de la vida o del discurrir vital, "humano", sin credos, partiendo de la razón, "razón pura" kantiana. Y creo que esto no debería ir contra nada ni contra nadie.

Decir humanismo ya es decir “sin credos”, es algo tautológico. Y por lo mismo hablar de "humanismo cristiano" es pura “contradictio in términis”. Ese “humanismo cristiano” es otro intento más de apropiarse de determinadas corrientes ideológicas. El humanismo hace referencia a la persona. Lo otro son añadidos, por más que pretendan decirnos que el “credo”, la fe, es algo esencial a la persona, a su sentido vital y a su existencia. Y no es así.

Nadie nace con los credos puestos o presupuestos. Si no fuera exageración, diríamos que la fe es un concepto geográfico. Ya lo dijo alguien en el pasado hablando de las creencias de los tracios. En cambio SÍ nace con una razón que desarrollará a lo largo de su vida.

Como es lógico, opinar de otro modo conlleva la pretensión del creyente de excluirnos de cualquier reducto que haga relación a la creencia. Denigran, denuestan, lanzan improperios, insultan, se quejan; hablan de la tolerancia que debemos tener hacia los que creen, rugen con eso de “qué nos importa esto o lo otro de las prácticas religiosas”…

En verdad, curiosa forma la suya de poner en práctica su propia doctrina de amor y perdón. En el fondo hacen buena la idea de que toda religión es intolerante. Curiosamente, afirmamos que, en realidad la religión es tolerante y acogedora, pero no así sus fieles.

Digamos, en primer lugar, que a muchos nos interesa “el hecho religioso” bien porque, en un momento de la vida, nos hemos visto zambullidos en prácticas y estudios con el hecho religioso. Y muchos, porque en otros tiempos estuvieron encuadrados e inmersos en ese mundo de “escogidos de Dios”. El conocimiento y la vivencia son mucho mayores que el de aquellos que sólo viven la religión por los ritos.

Pero es que la religión, lo queramos algunos o no, sigue siendo un hecho humano. Y nos interesa posiblemente más que a la mayor parte de los crédulos. E interesados en ello, estamos por afirmar que poseemos una cultura teológica mayor que la de muchos sermoneadores dominicales que a duras penas pueden hilvanar un sermón.

En segundo lugar, nos interesa el hecho religioso porque lleva implícita una enorme carga de “cultura humanística”. Una cultura repleta de hechos humanos: arte, literatura, música; valores; relaciones culturales; filosofía; historia; derecho… De ahí que propugnemos, no la asignatura de religión (en cuanto catequesis) sino la asignatura de cultura religiosa. Dan pena esos turistas que a la vista de un cuadro o un capitel tienen que preguntar quiénes eran Judith, Job o Isaías y que no saben que El Cantar de los Cantares es un libro de la Biblia y no un libro erótico.

En tercer lugar, nos interesa el hecho religioso precisamente por tratar de encauzarlo, por interpretarlo, por aportar verdad sobre el mismo, por ayudar a las personas a conocerse… Y así, con nuestras aportaciones (imposible hablar de imposiciones), quizás ayudemos a algunas personas a que, aunque creyentes, puedan vivir con dudas o perplejidades. Para vencer al enemigo –decía el estratega— hay que conocerlo. Y no hace falta ser economista o político para hablar de economía o política.

En el fondo de todo, lo que intentamos es inducir a los “creyentes/crédulos” no a que “no crean”, sino a que "no crean" en lo que sea INCREÍBLE.

Volver arriba