¿Salvación? ¿De qué me tengo que salvar?


Salvación, salvación... "¡En Dios está tu salvación!", dicen. Incluso ahora los "Harekrishnáticos" callejeros lo corean por las calles de Madrid al son de guitarras y cruz abriendo calle. Misión Juvenil obliga, que diría el Sr. Rouco.

Sigo desde hace muchos años preguntándome de qué me tengo que salvar... como no sea de un patinazo en la calle, de un accidente de coche, de la pérdida de memoria, de Hacienda, de una enfermedad maligna (de ésta es más fácil: basta una estampita para esperar el milagro).

No pretendo, a fuer de contradicente, soliviantar al personal profiriendo las para ellos blasfemias, "Dios me libre". Pero ¿salvación en Dios? No, en nuestros días ese Dios salvador no responde a nada. No responde ni a las preguntas humanas que nacen de un cerebro activo ni a las todavía más humanas de los que se ven imposibilitados por el hambre, las penurias e incluso la muerte... imposibilitados, digo, para desarrollar la capacidad mental de que pudieran disponer a poco que ese Dios les hubiera ayudado "una miaja".

Y Dios no puede responder por una razón muy sencilla, porque “ese Dios”, el que han enseñado, el Dios personal, el Dios íntimo, ínclito, paráclito, ínsito y hasta simpático, ese Dios amoroso, el Dios que siempre espera... ése...¡no existe!

Si el crédulo dice que “lo necesita”, ¿no podría pensar que también lo necesito yo, aquejado de los mismos problemas psicológicos que aquejan a toda criatura humana? ¿Por qué Dios salva a quien sea --como sea-- y a mí no? ¿Me dirán que hay que pedir la salvación? Bueno, pues lo digo aquí y lo hago públicamente: "Dios que estás en los cielos, sálvame de lo que tú creas que me tienes que salvar". Ya está. Mañana les contaré.

Poco les podré contar, porque desde que raspé las capas de credulidad que tenía, no he vuelto a sentir la necesidad de súplicas, meditaciones, rezos, penitencias, sermones ni celebraciones dirigidas a la salvación. Mi caso es el de "liberación positiva", es decir, pretendida. Caso distinto es el de quien fue dejando las prácticas y los ritos y el Dios se evaporó. También cosa extraña, que Dios tenga que estar ligado de tal manera a fórmulas y actos raros para "ser" dentro del creyente.

Al fin” me he convencido de que ningún ente salido de la mente puede sustituir a mi propia reflexión, a mi propia decisión, a mi propia salvación. Lo que sucede es lo contrario, que tal ente salido de la mente convierte al hombre en demente. Quede la frase como ejemplo de "paronomasia".

“Ese” Dios sólo existe como justificación de quienes tienen el estómago contento y quieren seguir teniéndolo, los sacerdotes, de forma tal que su estómago se ha convertido en su cerebro y sólo ven por el iris del cardias teniendo la retina en el estómago. No tienen otro báculo para sostenerse que la creencia del otro, tu creencia.

---Y tú, crédulo a quien pretenden entontecer o han entontecido, ¿te dejas engañar y te dejas consolar y te dejas arrastrar? ¿Hasta que te encuentres solo, como en las tardes domingueras de tu soledad sin fondo? ¡¡Sé tú mismo y te habrás salvado!! No hay otra salvación. Sólo la que provenga de ti mismo te salvará.
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