Nos traen a Cristo en Navidad, pero ¿existió realmente Cristo?

¿Preocupa tal disputa? ¿No preocupa?

Es ingente la literatura generada y continuamente producida por tantísimos exegetas de la piedad. Como es lógico se trata de literatura comprometida con la causa.

La creencia es vivencia de lo religioso y es algo que interesa mucho a la persona. Sin embargo, y paradójicamente, se da una carencia seria de conocimiento, tanto de la propia religión como de las ajenas. Y cada vez más. Lo religioso interesa, sí, pero no su conocimiento.

Se podría admitir que el público fiel y creyente conoce a Cristo y las verdades fundamentales, gracias a la educación religiosa de la infancia y a la asistencia regular a los servicios religiosos.

Pero no se pida más porque, si se profundiza, ese conocimiento no pasa de la superficialidad pietista. No hay más que dar un repaso a los comentarios que aparecen en los distintos blogs de Religión Digital. Futilidad vacua, coyunturas de sacristía, piedad a flor de piel, integrismo romo.

Y, si hay divergencias entre aquéllos que parecen poseer conocimientos profundos o interés por ellos, éstas no afectan a la realidad del personaje reverenciado. Podrán discrepar en “aspectos” incluso de grueso calibre sobre Jesu-Cristo, su filiación, su divinidad, su mesianismo... y cosas menores, pero dando por supuesta su existencia real.

Mas no es ésa la cuestión de fondo. Al pueblo fiel le resultará escandaloso, pero la controversia más profunda es si existió o no realmente una persona llamada Jesucristo.

Si uno se acerca a las librerías religiosas, verá claro y de forma evidente que este asunto no es evidente. Pero si escarba en bibliotecas y librerías más especializadas no afectas a la creencia encontrará un volumen enorme de literatura que demuestra, hasta diluir la menor duda razonable, esta rotunda afirmación:

“Jesucristo es una representación de carácter mitológico similar a los dioses de Grecia, de Roma, de Egipto, de Sumeria, de Fenicia y hasta de la India”.

Todos los dioses de estas grandes civilizaciones son considerados producciones míticas, no figuras históricas. Nadie en su sano juicio defendería hoy que Heracles fue un señor que existió realmente siglos antes de Cristo, nieto de Teseo y bisnieto de Perseo, gigantón, un líder, amigo de los hombres, modelo de masculinidad, un campeón, a veces algo tramposo...

Y si ahondamos un poco más, descubriremos evidencias sobre los caracteres que aplicaron a Jesús, todos provenientes de mitos y héroes que nadie supuso que fueran figuras históricas.

Y surgen las preguntas:

• ¿por qué los otros, anteriores a Cristo pero con características similares a Cristo, son “mitos” y el personaje de Cristo, revestido de esos mismos e idénticos caracteres fabulosos, no?

• ¿Por qué defienden que Cristo es la encarnación o el cumplimiento de todos esos personajes?

• ¿Y por qué tantas y tantas semejanzas con las características de esos otros dioses? ¿No podría haberse dotado de otra personalidad?

• ¿No podría haberse presentado como “hombre” a secas, sin tantos aditamentos raros, estrambóticos, “inhumanos”… y copiados?

He aquí, pues, el principio de la duda: ¿no será Cristo un mito más? Algunos ya hemos deducido.

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