Sexualidad en Demasia

En conformidad con declaraciones, cartas y contra-cartas pastorales, manifestaciones, homilías, explicaciones episcopales “et supra”, y las noticias aparecidas en los medios de comunicación social, diríase que la sexualidad es en la Iglesia, la única preocupación religiosa, o al menos, la principal. Una reflexión sobre el tema, desde cualquiera de sus perspectivas, podrá ser de utilidad, a la hora indefinida de su planteamiento.

. Huelga insistir en la cantidad de noticias y comentarios que la sexualidad generó sempiternamente en la Iglesia. Iglesia y sexualidad –sexualidad e Iglesia- establecieron de siempre una relación institucionalizada, o institucionable que, de alguna manera afecta de por vida, y con proyección de eternidad, a los cristianos. Daba, y da, la impresión de que con sexualidad, ni hay ni puede haber Iglesia, y de que, sin sexualidad, puede ser, y es, Iglesia la Iglesia.

. Vaya por delante que la sexualidad de referencia, como preocupación obsesiva y determinante en los medios eclesiales, ni es exclusiva ni fundamentalmente la definida por “el conjunto de condiciones anatómicas y fisiológicas que caracterizan a cada sexo”. Tampoco es mística y románticamente, el encuentro gratificante y gratificador de quienes, por el amor, entrañan y aúnan su “yo” y su “tú” para fraguar el “nosotros”, con posibilidad fecundadora de continuidad en los hijos. La obsesiva atención que se le presta a la sexualidad, suelen centrarla de manera sistemática en todo aquello que la sexualidad es y proporciona, en su dimensión placentera para el cuerpo- cuerpo, al margen, o sobre, otros valores.

. Para Cristo Jesús la sexualidad no fue capítulo principal en su predicación y, por tanto, en la fundación de la Iglesia. La cita y el comentario en el evangelio, por parte de Él y de sus primeros discípulos, fueron muy episódicos. Diríase que irrelevantes. Su predicación y enseñanza se centraron en la demolición de la hipocresía, también y sobre todo, de la que nutrían el sagrado templo de Jerusalén, las sinagogas y alrededores, con inclusión de sacerdotes y levitas en sus diversas escalas… Su enseñanza se proyectó con énfasis, compromiso, y en nombre de Dios, en el respeto y solidaridad con el pueblo, en la solución de sus problemas de hambre de pan y de sed de la verdad y de la justicia, en la confraternidad universal, en la participación de las bodas de Caná y su encuentro con la Magdalena y la samaritana, en la acogida y amistad con los pecadores y los “oficialmente malos”, en la imagen del Hijo Pródigo, en la alegría que todo encuentro produce, en la esperanza, en la cruz y en la resurrección... Ante verdades tan elementales, y tan sustantivamente religiosas, los problemas que la sexualidad pudiera plantear entonces, y seguir planteando después, muy limitadamente habrían de ser objeto de sus enseñanzas.

. En la misma redacción de los mandamientos que recogen las exigencias y presupuestos de la llamada Ley Natural, el relativo a la sexualidad ocupa el puesto número seis, de entre los diez que contenían las tablas que Yahvé-Dios le entregó a Moisés en el Sinaí. Cuanto se relaciona con la entrepierna –dicho de una manera populachera, pero exigentemente académica-, ni tuvo, ni tiene, ni debiera tener, privilegio y consideraciones tan altas en la concepción religiosa auténtica y veraz, en cualquier creencia, sea o no cristiana.

. ¿Alguna explicación al hecho de la hiper sexualización que se registra en la Iglesia por parte de su jerarquía y sus fieles, con el “no” a todo lo que ella- la sexualidad- aporta, o puede aportarle, a los seres humanos?. Acreditados teólogos y pastoralistas, avalados por los textos sagrados, comprometidos con la fe y la verdad, ponen el acento en la excusa que su condena y reiterada reprobación pueda suponerles, al proclamar con énfasis y reiteración sagrada, la catequesis y la doctrina cristiana, de la que la sexualidad es tan solo uno de sus capítulos. Convencidos sus pastores de la gravedad y actualidad del mensaje de Cristo, que hace Iglesia a la Iglesia, y le confiere su razón de ser, así como de los compromisos y riesgos que tal mensaje significa ante “los poderes de este mundo”, con todas sus consecuencias,-también las económicas-, optan por centrar su actividad adoctrinadora en temas relacionados con la sexualidad, pese a que tienen plena conciencia de que la importancia “religiosa” de la entrepierna jamás será comparable con la del corazón y la del cerebro.

. A la sexualidad le llegó la hora de que se la catequice con ideales, tales como las de que es signo y expresión del don total de sí mismo al otro, felicidad compartida, factor de comunidad, servicio a la vida, símbolo de la alianza y del amor de Dios para con su pueblo… Purificar el término “sexualidad”, cristianizarlo, “desempecatarlo” y quintaesenciarlo, es tarea eminentemente humana y divina, fuente de felicidad, de cultura y de religión verdadera.
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