Las primeras rabinas de Latinoamérica

Me resultó curiosa una noticia que apareció en evangelizadorasdelosapóstoles hace tiempo y que se me traspapeló. Hoy que la he encontrado me animo a publicarla. Parece ser que fue en 1994 cuando se nombró a una mujer al rabinato en Argentina para que se colocaran al frente de los servicios religiosos de las sinagogas, hoy ya hay diez y todas se han formado en el país.

Sarina Vitas y Judith Nowominski cuando hablan de sí mismas se ven como una maestra que camina al lado de su pueblo antes que como una superiora que se sube a un púlpito para predicar. “Mantener vivos los preceptos y las tradiciones de nuestro pueblo es una alegría y a la vez un desafío. No me quejo pero este papel más que full-time (de todo el tiempo) yo diría que es full-life (de toda la vida)", dijo Sarina Vitas, al frente de la comunidad hebrea "Or Jadash", una mujer casada hace 11 años y con dos hijos. “Nuestra tarea es ayudar a comprender la revelación divina a través de la lectura e interpretación de los libros de la Torá (enseñanzas y leyes que rigen al pueblo hebreo), una práctica constante del pueblo hebreo para mantener vivos los preceptos y la tradición del judaísmo”. En la lectura de los primeros textos "hemos encontrado que la mujer ha tenido antiguamente una participación activa, que se fue disipando con el tiempo por eso decimos que este rol de rabinas, supone recuperar un lugar que en realidad habían tenido las mujeres en los siglos -I, I, y II y que más tarde perdieron al ser exceptuadas de ciertos preceptos y prácticas”.

Su comunidad a punto de cumplir el centenario de su fundación es conservadora y congrega a unas 400 familias del barrio de Flores, la única en Latinoamérica que realizó el desafío de colocar una mujer rabina al frente, ya que las otras tienen un rabino que a veces trabajan con mujeres pero como asistentes. A diferencia de los judíos ortodoxos, "los que integramos el movimiento conservador decimos que tenemos la Torá en una mano y el diario en la otra, porque no podemos dejar de ver la tensión entre lo contemporáneo y lo tradicional", reflexionó. "Nos tocó vivir en el siglo XXI, en esta realidad, y tenemos que aprender a que no se fosilicen nuestros principios, nuestros valores y nuestras prácticas; que sigan teniendo el mismo sentido y ordenanza prescripta, pero que los podamos hacer prácticos el día de hoy", justificó.

Si la mujer logra cada vez más participación en la vida social, política y académica, "por qué no poder hacer lo mismo con algo tan sensible para nosotras como es lo religioso y lo educativo, lo que hace a la transmisión de las enseñanzas a futuras generaciones", reflexionó Vitas.

Las rabinas de Latinoamérica son Margit Baumatz, Analía Bortz, Sandra Kochmann, Graciela Grynberg, Deby Grinberg, Sarina Vitas, Daniela Szuster, Karina Finkielsztein, Silvina Chemen, y Judith Nowominski y se graduaron en el Seminario Rabínico Latinoamericano "Marshall T. Meyer", única escuela de la región, que acepta mujeres. Casada y con dos hijos de 23 y 26 años, Nowominski fue la última mujer en conseguir su título de rabina, en 2012. Está al frente de la comunidad Bet Hilel, que tiene 23 años de vida, y está situada en el barrio porteño de Palermo, junto con un rabino varón.

"Yo tuve el camino allanado porque Sarina (Vitas) desempeñó aquí sus comienzos como rabina y no es la primera vez que ven una mujer en el púlpito. En ese sentido es más fácil", dijo Nowominski. "Como rabina, acompaño a la comunidaden todos los momentos importantes de la vida: el nacimiento, la madurez de los chicos (Bat Mitzvá), el casamiento y el duelo; además, cada semana organizamos los rituales propios del shabat", detalló.

En la comunidad Bet Hilel "lo central es el trabajo comunitario y me interesa que la mujer pueda tener una participación cada vez más activa en todos los ámbitos, no solo en el rabínico. También en las comisiones directivas, en los cursos… y se da en forma natural pues las mujeres disponen de tiempo y de ganas de participar. Es muy común que las mujeres vayan a escuchar al rabino. Ahora, en las comunidades donde estamos nosotras, se ve ese fenómeno al revés: muchos hombres van a escuchar a la rabina… tal vez por curiosidad", reflexionó.
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