Confieso que soy poco ecuménico. Claro que quiero que todos seamos uno. Pero en la verdadera Iglesia de Cristo. Por el regreso a la Iglesia católica de los que un día se separaron.
Tengo la impresión de que el diálogo con Iglesias absolutamente distantes es algo tan inútil como hablar con el Dalai Lama. No quiero decir con ello que no se deba hablar con ellos y con amabilidad. Y que no se puedan emprender acciones conjuntas en bien de la Humanidad. Esa es otra cuestión. Que acepto siempre que lleve a algo. Me refiero a un diálogo religioso en búsqueda de una imposible unidad. Y, si la unidad es imposible, para que dialogamos sobre eso.
Hay, sin embargo, algunos casos en los que la propia identidad es tan cercana que acepto encantado ese ecumenismo y pido a Dios que ilumine a todos para llegar a la total comunión.
Son casos como los de la Iglesia ortodoxa, los seguidores de monseñor Lefebvre, la Iglesia oficial china o Taizé.Ahí sí que es muchísimo más lo que nos une que lo que nos separa. Y ojalá caigan cuanto antes los motivos de separación.
Hace un año fue asesinado el Hermano Roger. Yo aún no sé los motivos del asesinato de ese hombre de Dios. Tan cercano a la Iglesia católica. Seguramente no los sabía tampoco el asesino. En su primer aniversario no quiero que le falte mi recuerdo. Y mi ruego a Dios para que le haya acogido en sus brazos amorosos. Porque él le amaba mucho.
Los otros ecumenismos me parecen zarandajas. Y el cardenal Kasper algo zarandajero. Como lo pienso, lo digo.