A Santiago Agrelo Martínez acaban de nombrarle arzobispo de Tánger. Aunque, salvo en lo de los capisayos, sea poco más que hacerle párroco de San Serenín del Monte de Abajo, me ha gustado poco el nombramiento.
En el Foro JAI dos comentaristas habituales tratan la noticia desde dos puntos de vista. Uno de ellos informa que se había mostrado contrario a la
Dominus Iesus, que habitualmente se le veía siempre de paisano y que publicó algunos artículos en
Encrucillada.
El otro se alarmaba ante su posible posterior traslado a un arzobispado español. Y recordaba un ejemplo anterior que juzgaba penoso.
Después he leído unas declaraciones del nuevo arzobispo sobre el Islam que me han parecido inaceptables. Una cosa es la prudencia, muy comprensible, y otra pasarse.
Yo creo que dada la edad de Agrelo, sesenta y cinco años el próximo 20 de junio, no tenemos peligro alguno de que venga a España. Lo que ya es un alivio.
Morirá en Tánger, dentro de diez años, seguro que sin gloria y esperemos que sin pena. Me refiero a su muerte como obispo en activo. En la otra no entro. Dios dispondrá cuando a Él le parezca.