Un obispo español asesinado hace doscientos años.

JUAN ÁLVAREZ DE CASTRO, OBISPO DE CORIA (1790-1809)
MÁRTIR DE LA INDEPENDENCIA ESPAÑOLA
En Mohedas de la Jara, que para Guitarte es de la Hera, provincia de Toledo, aunque lindante con Cáceres, nació el 26, según Orive (1), o el 29, según Guitarte (2), Jiménez de Gregorio (3) y Fernández Collado (4), de enero de 1724, Juan Álvarez de Castro. Hijo de Domingo Álvarez de Castro y Luisa Muñoz, vecinos y naturales de Mohedas (5) No solemos dar los nombres de los padres de los obispos pues nos parece un dato absolutamente irrelevante. Si lo hacemos en esta ocasión es porque, nombrándosele siempre como Álvarez de Castro pudiera parecer que era Álvarez por parte de padre y Castro por la de la madre. No es así.
Doctor en Teología, Cuenca Toribio nos dice que también en Cánones (6),párroco de Piedraescrita en 1751, de Azután en 1761 y de San Justo y Pastor (sic) -debería ser Santos Justo y Pastor- (Madrid) en 1780. Higueruela confirma lo de Piedraescrita y S. Justo y Pastor, omite Azután y añade Navaltoril (7). Fernández Collado repite al pie de la letra lo que dice Orive. Cuenca subraya su larga experiencia parroquial señalando sus treinta y nueve años en Madrid (8).
Preconizado obispo de Coria el 29 de marzo de 1790 (9) fue consagrado en Madrid el 9 de mayo, en la iglesia de los dominicos de Santo Tomás. Guitarte que siempre cita el nombre del obispo consagrante y de los asistentes, en este caso lo omite (10). El 7 de julio siguiente hizo su entrada en la diócesis (11). Llegaba al obispado con 66 años y a una diócesis cómoda y pacífica. Su salud, bastante quebrantada, le obligó en 1805 a fijar su residencia en la villa de Hoyos, en la sierra de Gata (12).
En 1806, dada su avanzada edad, propuso al rey un coadjutor, sin carácter episcopal, para que gobernase la diócesis y, según Aguirre, se le concedió (13). No creemos que para nombrar gobernador eclesiástico se requiriera la aprobación real. Que el obispo comunicara al rey que ante su falta de salud había procedido a nombrar gobernador es otra cuestión. Posiblemente autor tan regalista como Aguirre quisiera usar esa comunicación episcopal y la contestación real como precedente para que, incluso en esos casos tan normales de ejercicio de la jurisdicción del obispo, se requiriera la aprobación del monarca. Hasta ahí llegaban nuestros penúltimos regalistas.
"Consiguió el reconocimiento oficial en cualquiera de la Universidades del reino de los estudios de Filosofía y Teología cursados en el Seminario y decidió trasladar éste de Cáceres a Coria a causa del mal estado en que se encontraba el edificio. Restableció la disciplina eclesiástica con el envío de circulares llenas de sabiduría y prudencia, visitó la diócesis; reguló las oposiciones para cubrir las parroquias; cuidó de la decencia y ornato de los templos, de la educación de los niños expósitos, fundando para ellos la Casa de Misericordia, y fomentó la creación de Juntas de Caridad a las que entregó cuantiosas sumas de dinero. Entró en litigio con el prior de Alcántara en defensa de los derechos de su diócesis, publicando un escrito titulado Manifestación histórico-legal, con abundantes noticias sobre la diócesis en los siglos posteriores a la Reconquista. Invirtió 120.000 reales en la construcción de un magnífico órgano para la catedral de Coria, obra de Villalonga" (14). Del relato de Fernández Collado, que sigue casi al pie de la letra el de Jiménez de Gregorio (15), resulta un prelado celoso preocupado por el bien espiritual de la diócesis.
Este autor nos explica también la última causa de su retiro. En su avanzada edad causó especial quebranto, la tristeza por la muerte de su sobrino, Antonio Martín Montero, canónigo tesorero de Coria. Con lo que nos encontramos con un caso más de nepotismo aunque en esta ocasión el nepote no sobrevivió a su pariente protector. Sumido en melancolías por el fallecimiento se retiró a Hoyos, hospedándose en casa de su sobrina, María Martín Montero, que todo hace suponer que era hermana del fallecido. No es plausible la huida del obispo de sus obligaciones para acogerse en un hogar familiar. Si no podía gobernar la diócesis debía renunciar a la misma y si podía debió quedarse en Coria. Achaquemos el hecho a la edad pues la muerte del sobrino, por mucho afecto que le tuviera, tampoco disculpa su decaimiento si no fuera porque ya los años habían debilitado seguramente las fuerzas físicas y las psíquicas.
Su patriotismo fervoroso se había manifestado ya en la guerra de España contra la Convención, “entregando para tal causa considerables cantidades de dinero” y animando la participación de los demás obispos (16) y en la que poco después sostuvimos contra Inglaterra (1798) para la que anticipó una suma de 800.000 reales. La invasión francesa no mermó esos anhelos: "abandona su lecho, se pone a la disposición de la Junta de Badajoz, arbitra recursos y escribe dos circulares, una en junio y otra en septiembre, alentando a los jóvenes a tomar las armas y recomendándoles la unión y la obediencia a sus jefes" (17).Jiménez de Gregorio y Fernández Collado hablan de dos pastorales, que parecen las circulares que dice Orive, fechadas el 30 de junio y el 20 de septiembre de 1808, recomendando en la primera la unión de los españoles frente a Napoleón, y dando gracias a Dios, en la segunda, por la victoria de Bailén y disponiendo sufragios por los soldados fallecidos. Ambas se conservan en el Archivo del Congreso de los Diputados lo que es buena prueba de la importancia que la Cámara dio a las mismas (18).
Las dos pastorales fueron recordadas en las Cortes de Cádiz por el diputado extremeño Oliveros el 2 de abril de 1812: “El difunto obispo de Coria, víctima del furor de los franceses, porque escribió dos pastorales contra la anarquía y contra ellos” (19). El mismo diputado había mencionado al obispo en otra sesión anterior de las Cortes gaditanas (1.XII.1810), refiriéndose a su generosidad en el apoyo a la causa de la Nación: “El obispo de Coria, aquel anciano venerable y santo pastor, asesinado bárbaramente por los franceses, cedió a la Patria cuanto tenía; quiso vender las fincas de la Iglesia, para lo cual pidió licencia a la Junta diciendo que no se necesitaban bulas del Papa” (20).
En lo de las bulas parece reflejarse el antirromanismo del diputado extremeño que era uno de los más significados representantes del clero jansenista en las Cortes, que sentía declarada animadversión por todo lo que fueran reservas y bulas pontificias por contrarias a los inalienables derechos de la primitiva Iglesia hispana. Dando a aquella palabra el sentido que le dio Menéndez Pelayo en sus Heterodoxos (21). Seguro que el cauriense sabía perfectamente para qué se necesitaban bulas y para qué no.
Nos parece por tanto más ajustado a la realidad el relato de Jiménez de Gregorio: “al momento ofreció a la Junta de Extremadura todos los sobrantes de la Mitra y prometió vender todas las fincas que le pertenecían si se le aseguraba ser necesario su precio para el seguimiento de la Santa Causa en la que se sostenía la Religión Católica, la independencia de la Nación y se procuraba la libertad del Rey” (22).
No olvidó el obispo a su pueblo natal a cuya parroquia regaló un hermoso terno para las celebraciones litúrgicas, construyendo un Calvario alrededor del pueblo, una fuente pública y reconstruyendo la casa de sus padres (23). Jiménez de Gregorio publica una fotografía de la portada de dicha casa en cuyo dintel hay una leyenda que hace mención a la obra reconstructora del obispo: “Esta casa es del Ilmo.Sr.D.Juan Álvarez de Castro: Obispo de Coria; natural de este lugar. Año de 1790” (24).
Llegada la invasión francesa por las tropas napoleónicas, no es de extrañar que el obispo no fuera bienquisto por quienes hollaban el suelo patrio y, a sus años, tuvo que trasladarse de un pueblo a otro huyendo de los franceses que le perseguían. En esas vicisitudes se encontró con el obispo de Tuy, Juan García Benito, que había abandonado su diócesis huyendo de los franceses y al que el de Coria ofreció lo poco que tenía, alojándolo en su propia casa. Como los franceses se acercaban, a los ocho días tuvieron que abandonar Hoyos para refugiarse en Valverde del Fresno y después a Villanueva de la Sierra donde permanecieron tres meses. Liberada Galicia pudo García Benito (25) regresar a su obispado y el de Coria a Hoyos, “accidentado y cargado de años hasta ponerse en estado incapaz de moverse, ni de ser trasladado a otro lugar” (26).
Allí dieron los franceses con "el venerable obispo de Coria, anciano inofensivo, de edad de ochenta y cinco años, fue sacado de su cama por las tropas del mariscal Soult, que le fusilaron bárbaramente" (27). En su mismo cuarto, el 20, según Guitarte (28), o el 29, según Orive, Villapadierna, Jiménez de Gregorio y Fernández Collado, de agosto de 1809 (29).
Jiménez de Gregorio, que sigue en todo ello las palabras que el diputado en las Cortes gaditanas por la ciudad de Guatemala pronunció en las ya instaladas en Madrid el 21 de abril de 1814 en alabanza del prelado, nos describe el brutal asesinato. Le arrebatan primero el pectoral que se pasa la soldadesca de a unos a otros haciendo escarnio de tan sagrada insignia, le arrancan la ropa de cama que le cubría y arrojándolo al suelo desnudo, boca arriba, le disparan un primer balazo en los testículos y después otro en la boca (30).
Fue enterrado sin solemnidad y con apresuramiento en la iglesia de Hoyos, sin que hoy conozcamos el lugar en que fueron depositados sus restos. El diputado Larrazábal proponía a las Cortes que “a nombre de la agradecida Nación española me mande: 1º Que se exhumen las venerables cenizas del prelado y se trasladen a su Iglesia-Catedral. 2º Que se celebren solemnes exequias con oración fúnebre. 3º Que en su sepulcro se erija un sencillo monumento con la adecuada inscripción que transmita a la posteridad el buen olor de sus virtudes, su constancia y firmeza en sostener nuestra Santa Causa y el reconocimiento del Gobierno de la Nación Española. 4º Que previa aquiescencia del Gobierno se le declare benemérito de la Patria” (31). Pero los días de aquellas Cortes estaban contados e inmediatamente serían disueltas por Fernando VII. Con lo que lo que proponía el diputado ultramarino no se pudo ejecutar.
El Ayuntamiento de Hoyos en 1907 le dedicó la calle en la que se encontraba la casa donde el obispo fue asesinado y el cabildo de Coria, en el centenario del sacrílego acto, colocó en el claustro de la catedral una lápida con la siguiente inscripción: "Sea perenne entre nosotros la memoria del esclarecido obispo, Ilmo. Sr. Dr. D. Juan Álvarez de Castro, quien después de consagrar su vida a las tareas apostólicas y sus bienes al socorro de los pobres y a la defensa de la patria, murió asesinado por las tropas francesas en Hoyos, a 29 de agosto de 1809, a la una de la tarde, a los ochenta y cinco años de edad y siete meses. El Cabildo Catedral en el primer centenario de la gloriosa independencia española, dedica este humilde recuerdo al heroísmo y caridad de tan venerable prelado" (32). El Ayuntamiento de Mohedas de la Jara, en agosto de 1950, puso el nombre del obispo a la calle en la que había nacido y dedicó una placa conmemorativa a la memoria del ilustre hijo de aquel pueblo (33).
Era el primer obispo que moría asesinado en este siglo. No sería el único. En el Trienio, los liberales asesinaron al obispo de Vich, Raimundo Strauch. Y ya a finales de sus años, un clérigo perturbado, al primer obispo de Madrid, Martínez Izquierdo.
Hemos visto citada una que parece biografía de Álvarez de Castro o, al menos, estudio sobre su persona, pero no la hemos podido consultar (34).
[1] A. ORIVE: “Álvarez de Castro, Juan”, Diccionario de Historia Eclesiástica de España, I. CSIC, Madrid, 1972, p. 55
[2] V. GUITARTE IZQUIERDO: Episcopologio español (1700-1867). Ayuntamiento de Castellón, Castellón, 1992, p. 107
[3] F. JIMÉNEZ DE GREGORIO: “Martirio y asesinato por los franceses del obispo de Coria Dr. Álvarez de Castro”, Toletum, 33 (1996), p. 125
[4] A. FERNÁNDEZ COLLADO: Obispos de la provincia de Toledo (1500-2000). Estudio Teológico de San Ildefonso, Toledo, 2000, p. 153
[5] FERNÁNDEZ COLLADO: Op. cit., p. 153
[6] J. M. CUENCA: Sociología del episcopado español e hispanoamericano (1789-1985). Ediciones Pegaso, Madrid, 1986, p. 467
[7] L. HIGUERUELA DEL PINO: La diócesis de Toledo durante la Guerra de la Independencia española, Caja de Ahorros Provincial de Toledo, Toledo, 1982. Al pie de una fotografía de un cuadro del obispo entre las pp. 144 y 145
[8] CUENCA: Op. cit., pp. 70, 467
[9] F. RONCERO: “Coria, Diócesis de”, Diccionario de Historia Eclesiástica de España, I, p. 628; ORIVE: Op. cit., p. 55; FERNÁNDEZ COLLADO: Op. cit., p. 153
[10] GUITARTE: Op. cit., p. 107; JIMÉNEZ DE GREGORIO: Op. cit., p. 125
[11] ORIVE: Op. cit., p. 55; FERNÁNDEZ COLLADO: Op. cit., p. 153
[12] ORIVE: Op. cit., p. 55
[13]J. AGUIRRE: Curso de Disciplina eclesiástica general y particular de España por el Dr. D. Joaquín Aguirre, catedrático de esta asignatura en la Universidad de Madrid, I. Establecimiento Literario-Tipográfico de D. Saavedra y Comp.., Madrid, 1848, p. 215
[14] FERNÁNDEZ COLLADO: Op. cit., p. 153
[15] JIMÉNEZ DE GREGORIO: Op. cit., p. 129
[16] JIMÉNEZ DE GREGORIO: Op. cit., p. 129
[17] ORIVE: Op. cit., p. 55
[18] JIMÉNEZ DE GREGORIO: Op. cit., p. 128
[19] Diario de las discusiones y actas de las Cortes, XII. Cádiz, 1812, p. 391
[20] A. DE CASTRO: Cortes de Cádiz. Complementos de las sesiones verificadas en la Isla de León y en Cádiz. Extractos de las discusiones, datos, noticias, documentos y discursos publicados en periódicos y folletos de la época, I. Imprenta de Prudencio Pérez de Velasco, Madrid, 1913, p. 281
[21] M. MENÉNDEZ PELAYO: Historia de los heterodoxos españoles, II. BAC, Madrid, 1956, pp. 474-476
[22] JIMÉNEZ DE GREGORIO: Op. cit., p. 129
[23] JIMÉNEZ DE GREGORIO: Op. cit., p. 128; FERNÁNDEZ COLLADO: Op. cit., p. 153
[24] JIMÉNEZ DE GREGORIO: Op. cit., pp. 125-126
[25] F. J. FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA: Os bispos de Tui no sécolo XIX. Asociación Galega para a Cultura e a Ecoloxía, Vigo, 2006. Sobre García Benito pp. 9-29
[26] JIMÉNEZ DE GREGORIO: Op. cit., p. 130
[27] V. DE LA FUENTE: Historia eclesiástica de España, III. Barcelona, 1855, p. 465
[28] GUITARTE: Op. cit., p. 107
[29] ORIVE: Op. cit., p. 55; I. DE VILLAPADIERNA: “El episcopado español y las Cortes de Cádiz”, Hispania Sacra, 16 (1955), p. 279; JIMÉNEZ DE GREGORIO: Op. cit. p. 131; FERNÁNDEZ COLLADO: Op. cit., p. 15
[30] JIMÉNEZ DE GREGORIO: Op. cit., p. 131
[31] JÍMÉNEZ DE GREGORIO: Op. cit., p. 132
[32] FERNÁNDEZ COLLADO: Op. cit., pp. 153-154
[33] FERNÁNDEZ COLLADO: Op. cit., p. 154
[34] J. F. FOGUÉS: El Ilustrísimo Obispo de Coria Don Juan Álvarez de Castro, mártir de la Independencia española. Homenaje de la diócesis en su primer centenario. Cáceres, 1908
Modificado el ( domingo, 01 de junio de 2008 )