Los de siempre siguen protestando (y III)

Guillermo Múgica Munárriz es un sacerdote que se manifestó contra el arzobispo de Pamplona cuando éste censuró dos libros por sus doctrinas desviadas.
Joaquín Perea es otro jovenzuelo que ya se dedicaba a firmar escritos de protesta en 1969. Cuarenta años después sigue en lo mismo. Fue, y tal vez siga siéndolo, profesor de Eclesiología en Deusto. Es de imaginar la Eclesiología que enseñaría. Si es un milagro que no estemos peor.
Hilario Raguer es un benedictino de Montserrat de 81 años acabado ejemplo de progresismo y catalanismo. Su posicionamiento contra los mártires de 1936, entre ellos unos cuantos monjes de su propia abadía, es una vergüenza.
Eubilio Rodríguez Aguado se dedicaba ya a sus firmas en 1979. Hace treinta años.
Santiago Sánchez Torrado es un sacerdote madrileño de agitada biografía. Multado en 1973, del comité ejecutivo de la nonnata Asamblea de Vallecas (1975), en 1983 le encontramos firmando un manifiesto en apoyo de la candidatura de izquierdas para el Colegio de Doctores y Licenciados. Su artículo contra el Papa publicado en El País (21.9.1984) fue especialmente vergonzoso.
Pedro Sánchez Menéndez es un sacerdote que en 1979 ya firmaba escritos pidiendo se reabrieran las secularizaciones.
Juan José Tamayo Acosta, sacerdote casado, es uno de los dinosaurios más jóvenes con sus sesenta y tres años de edad. Y sin duda el más importante de todos ellos por su capacidad organizadora. Prácticamente no hay manifestación contestataria en la que no esté detrás. Alma de la Juan XXIII, describir su trayectoria nos llevaría infinidad de páginas. Pero habiendo roto sus lazos sacerdotales yo respeto sus posiciones. Creo que está fuera de la Iglesia pero es su derecho. Cuando habla no compromete a la Iglesia. Se compromete sólo él. No es el caso de los demás sacerdotes en ejercicio. La jerarquía contra él no puede nada. Sobre los otros puede y no quiere.
Andrés Torres Queiruga es un sacerdote gallego que este año cumple, si no los ha cumplido ya, sesenta y nueve años. Somos quintos además de paisanos. Es una de las vacas sagradas del progresismo teológico aunque últimamente está más apagado. También se podría escribir un libro sobre él.
José María Totosaus tiene, o cumplirá esta año, setenta y siete años. Es uno de las pricipales figuras del progresismo catalanista en aquella región.
Bittor Uraga Laurrieta era secretario del Consejo Pastoral de Bilbao y dimitió por haber nombrado el Papa obispo auxiliar a Don Mario Iceta.
Rufino Velasco Martínez fue uno de los claretianos expulsados de la congregación por su progresismo. Su trayectoria está unida a la de Forcano y ha protagonizado no pocos de los episodios de la contestación eclesial postconciliar.
Evaristo Villar Villar es otro de los claretianos expulsados con vida gemela a Forcano y velasco.
Francisco Javier Vitoria Comerzana, sacerdote bilbaíno, profesor de teología en Deusto, ya se había manifestado contra la Ad tuendam fidem y la Dominus Jesus y solidarizado con Jon Sobrino.
Pues estos son los principales de los trescientos. Apenas treinta dicen algo. Los demás, absolutamente desconocidos. Lo de la Marone Borbón está muy bien. A nada que se hubieran esforzado igual les firmaba también Belén Esteban.
Que pocos quedan. Y que viejos están. De cierta relevancia ya apenas Forcano, González Faus, Lois, Raguer, Torres Queiruga y Tamayo. Los demás son comparsas y la inmensa mayoría absolutamente desconocidos.
Ya sé que esto irrita mucho a algunos pero es que las verdades escuecen. Y me encanta que os escozáis. Porque por mucho que os fastidie sabéis que es así.
Para el clero joven ninguno de los mencionados es ya nadie. Se han quedado sin relevo. Basta con esperar. El próximo manifiesto tendrá menos firmas que el de hoy y más que el que le siga. Hasta que el último apague la luz y cierre la puerta.
Y a quienes tanto les consintieron, y todavía siguen consintiéndoles, lo del viejo refrán castellano: cría cuervo y te arrancarán los ojos. Aunque algunos de esos ojos sean tan cegatos que ya no vean nada. Ni el que delante de sus personas haya sacerdotes empeñados en matar la fe del Pueblo de Dios.