A ver si nos dejamos de bobadas.

La clase de religión: católica, protestante, musulmana, judía... es un reconocimiento del Estado al deseo de los padres de que sus hijos sean instruidos en una determinada religión. Y en esa religión, no en lo que a cualquier profesor se le pueda ocurrir.

Y son las autoridades religiosas de cualquier culto quienes pueden juzgar si lo que enseña un profesor está o no de acuerdo con la religión en cuestión. Bien por lo que enseña o por el ejemplo que da. Sería absurdo un profesor de islamismo que sostuviera en su clase que Mahoma era un farsante. Pero también lo sería si todos los días iniciara su clase comiéndose un bocadillo de jamón y bebiéndose un vaso de vino.

Pues así de simple. Un nazi no puede ser profesor de judaismo. Una mujer en minifalda y con un escote hasta el ombligo no puede explicar el islam. Un ateo o alguien que vive en abierta disconformidad con lo que enseña la Iglesia no puede dar clase de religión católica. Porque todo sería una burla.

Además, los profesores son designados a dedo por las autoridades del culto correspondiente. Son puestos de confianza. Y lo que el dedo señala un día puede dejar de señalarlo al día siguiente.

Todos sus restantes compañeros de claustro están en él por oposición. Ciertamente dura. Ellos por el dedo del obispo, del rabino, del imán o del pastor. Y algunos pretenden mordérselo.

Un cura que se secularizó y que pasa dificultades para alimentar a su familia, un seminarista que decidió que lo de ser sacerdote no era lo suyo y que no le apetece repartir pizzas o descargar camiones en el mercado central, un catequista, muy buen chico, que con los años quiere casarse y no encuentra trabajo, una señora ejemplar a quien abandonó su marido y que se las ve y se las desea para sacar adelante a sus tres hijos, un cura que, como gana poco, se le complementan los ingresos con unas clases...

Claro que el sistema se presta al capricho y a la arbitrariedad. Exactamente como en la política. ¿O no son la Maleni y la Calvo, o el Piqué y el Gallardón el capricho de Rodríguez Zapatero o Aznar? Con méritos o sin ellos. Siendo unas lumbreras o unas calamidades. Y el que los nombró o el que mande en su día, del mismo modo que les dio el cargo se lo quita. Y nadie se extraña. Sea la decisión acertadísima o caprichosa.

Hay quien protesta de que para su puesto digital la Iglesia exija que esté bautizado. O que enseñe y viva católicamente. Pero si no tienes el menor derecho a estar ahí. Si te han dado un chollo por pura gratuidad.

Claro que puede haber injusticias. Y que a un buen profesor y excelente católico le cesen un día porque hay un primo del obispo que quiere ese puesto, un cura secularizado que hay que colocar o una persona con más enchufes que quiere un sueldito mensual. Pero eso, que está muy mal, ocurre todos los días en las empresas.

Yo trabajé toda mi vida en RENFE. No tengo la menor queja del trato recibido en tiempos de Franco, de la UCD, del Partido Socialista o del Popular. Incluso en días socialistas fui por algún tiempo director. Ciertamente no director general sino de segunda o de tercera. Que en RENFE siempre hubo muchos directores. Siempre tuve cargos muy lucidos y muy gratos. Una lotería. Por citar sólo un ejemplo fui yo el responsable de las expropiaciones del AVE a Sevilla. Pasando por mis manos más de siete mil millones de pesetas. De las de los finales de los años ochenta e inicio de los noventa. En plena administración socialista. Y me jubilé siendo el Delegado de Patrimonio Inmobiliario de Madrid y Castilla La Mancha. Una joyita de trabajo. No habla por mí el menor resentimiento. He sido afortunadísimo en mi vida profesional. Y siempre he reconocido el respeto que me demostraron personas que pensaban de un modo diametralmente opuesto al mío. Y que además conocían mi pensamiento. Llevo cincuenta años publicándolo.

Pero también he visto situaciones ignominiosas. Extraordinarios profesionales que eran apartados de sus cargos y nulidades absolutas que los sustituían. Algunos hasta modelos de corrupción.

Eso es lo que hay en todo puesto que no se gana por oposición inamovible. Del que sólo puedes salir por decisión de los tribunales. Mediando delito.

Conozco extraordinarios profesores de religión. Por su ciencia unos, por su bondad personal y su entrega, otros, y bastantes por ambas cosas. Pero tienen que ser conscientes de que están en un cargo de confianza. Y si se quiere hasta de capricho. Ese sector, que pienso es mínimo, empeñado en que su bicoca sea vitalicia y en hacer de su enseñanza una burla de la asignatura que imparten, me parece impresentable. Salvo que su propósito, que es muy posible, sea acabar con la asignatura de religión. Ya tan capitidisminuida.

Porque no cabe la asignatura de religión sin el aval de la Iglesia. Es una asignatura optativa. El día en el que se enseñe de modo distinto al que la Iglesia quiere, los padres católicos dejarán de enviar a ella a sus hijos. Y dejará de existir.

Así es la vida.
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