“Siendo santa, la Iglesia necesita de purificación”

Al misterio de la Iglesia no hay acceso sino desde la fe. Cuando esta falta, con frecuencia los defectos son más notorios que las virtudes, y sólo se perciben sus pecados; no es raro que algunos medios de comunicación se queden ahí. Lo malo es que algunos cristianos tratan de ocultar esas lacras de la Iglesia o la identifican sin más con el ideal de fraternidad y justicia, olvidando que todavía está en camino.

La Iglesia es santa porque en ella existe siempre la conciencia tocada por Jesucristo y el apasionamiento por el Evangelio, si bien a la hora de seguir esa conciencia, en sus miembros y en sus organizaciones las incoherencias la ensombrecen. Por eso “necesita de purificación” (Vaticano II).

Para evitar confusiones distingamos entre estructuras que pertenecen a la constitución de la Iglesia y organización de las mismas en la historia. Hay estructuras que no pueden cambiar, pero sí la organización y ejercicio de las mismas.

Hace años el dominico Yves Congar, constataba: “ a medida en que en mis estudios he ido avanzando en el conocimiento de esta realidad que es la Iglesia, se hizo claro en mí que sólo se había estudiado en ella la estructura, no la vida”. El Vaticano II dio relieve a la Iglesia comunión de vida, sobre las estructuras visibles sin duda necesarias. Pero esto aún no cala.

Por otra parte, aunque haya en la Iglesia una estructura que debe permanecer, la organización y el ejercicio de la misma puede y debe cambiar en el transcurso del tiempo. La existencia de unos ministerios ordenados con autoridad en el régimen de la comunidad cristiana se deforma con el clericalismo que reduce la Iglesia al clero. El ejercicio de esos ministerios es antievangélico si apaga otros carismas y ministerios que también el Espíritu suscita en la comunidad; no podemos seguir considerando a los seglares en la Iglesia sólo sujeto paciente de lo que decidan los clérigos. Esto es sólo un ejemplo de cómo la Iglesia también hoy necesita purificación.
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