"La generalidad del pueblo español no aprueba el testimonio de la Iglesia" No nos sentimos comprendidos (I)

La CEE vacía
La CEE vacía

"La gente pasa de largo de ese mundo que considera muy peculiar y que ha perdido a chorros su autoridad y credibilidad.  Es una evidencia y, como tal, no necesita demostración alguna"

"La Iglesia “no hace proselitismo. Crece mucho más por ‘atracción’”, por testimonio"

"La Iglesia ha de volver a entender que la prioridad absoluta es el Evangelio,. Por cierto, marginado incluso en cuestiones trascendentales (Castillo)"

"Los tiempos cambian y nosotros cristianos debemos cambiar continuamente.«No es el mundo quien debe ajustarse a nuestros deseos, sino nuestros deseos a las posibilidades que ofrece el mundo» (Pablo D’ Ors)"

Unas recientes declaraciones de Mons Benavent, recién estrenado arzobispo de Valencia, me sirven, en este caso, de guía para ensayar ciertas reflexiones generales, que espero no sean entendidas como impertinentes. Al contrario, están formuladas, al menos en la intención, con el pensamiento puesto en el interés general del Pueblo de Dios, que camina con dificultades crecientes en esta España atormentada. 

 1. No se sienten aprobados 

Preguntado Mons Benavent acerca de si la Iglesia en España está perseguida, respondió así: 

“Tanto como perseguida… no lo sé, me parece que la palabra perseguida… pero a veces sí experimentamos que a la Iglesia se le somete a unos procesos, a unas campañas que no sabemos hasta qué punto responden a una verdadera realidad... A veces son campañas que pueden desenfocar un poco. Otras veces sí, son temas que la Iglesia no ha hecho bien, aunque estamos empezando a cambiar. No sé si está perseguida, pero la verdad es que hay momentos en que no nos sentimos comprendidos”.

Benavent, a su entrada a la catedral de Valencia
Benavent, a su entrada a la catedral de Valencia Generalitat de Valencia

 De inmediato, recordé la interpretación del término que dejó fijada  el gran Baruch Spinoza. Lo que, en realidad, deploran nuestros obispos es que no se vean aprobados. Lo cual, a mi entender, es una percepción bastante ajustada a la realidad. En esto, no se equivocan. La Iglesia, los obispos, los curas -hablando en general- no es que no sean comprendidos. Es que no gozan de aceptación en la inmensa mayoría del pueblo español. La gente pasa de largo de ese mundo que considera muy peculiar y que ha perdido a chorros su autoridad y credibilidad.  Es una evidencia y, como tal, no necesita demostración alguna. ¿Cómo  pueden extrañarse  los señores obispos de tal estado de cosas? Ya no generan cultura (Francisco)  y las cosas, mal que les pese, ya no se rigen ni se valoran por reglas del pasado, impregnadas de hipocresía y rigidez.

 Los señores obispos pueden sentirse como quieran. Pueden interpretar las cosas como mejor tengan a bien. Pueden hablar de ‘procesos’ y de ‘campañas’. Pueden edulcorar la realidad haciendo ver que,  en algunas cuestiones, “no han hecho bien, aunque estamos empezando a cambiar”. Pueden seguir sin adaptarse a los signos de los tiempos (Juan XXIII). Pueden seguir con  el adoctrinamiento y la ideologización habituales así como con su exigible correlato de sumisión y la obediencia. Pueden seguir … Allá ustedes. No hay peor ciego que el que no quiere ver. Ese es un camino muy trillado, que sólo conduce a más de lo mismo, a incrementar  la pérdida de credibilidad y al abandono.

 Ante tan evidente situación eclesial, lo que procede efectuar, en mi modesta opinión, es una muy seria autocrítica, un discernimiento profundo, un preguntarse el por qué de la actitud de la sociedad actual, a qué obedece, cómo se ha llegado a ese punto de muy difícil retorno y si tiene que ver con el testimonio que ha venido recibiendo. Todo lo que no sea o no haya sido coherencia entre el decir y el hacer, todo lo que no haya transitado por la vía del testimonio de vida explica cumplidamente la situación actual. Entiendo que no es fácil enfrentarse con la verdad. Pero, para los seguidores de Jesús, Él es “el camino, la verdad y la vida” (Jn 14, 6). Y, en esto, consiste el cristianismo, en imitar el modo y estilo de vida de Jesús. “Y, la verdad os hará libres” (Jn 8, 32), nos dará la plenitud y nos enseñará el itinerario de la evangelización. 

“Solo el amor lo ilumina todo”: Cáritas invita a compartir  esta Navidad la alegría de amar a los demás
“Solo el amor lo ilumina todo”: Cáritas invita a compartir esta Navidad la alegría de amar a los demás

La iglesia, aunque parece olvidarse con frecuencia, “no hace proselitismo. Crece mucho más por ‘atracción’” (Benedicto XVI y Francisco). Precisamente por ello, la clave de la acción evangelizadora radica en el testimonio de todos cuantos pertenecen a ella. Pero, sobre todo, de su líderes, de la Jerarquía, como guías del pueblo de Dios. Si esto es así, volvamos  por un momento a la pregunta formulada con anterioridad: ¿La situación actual, de muy grave crisis moral y de fe, no tendrá que ver con el testimonio de vida que han ofrecido y ofrecen a quienes, creyentes o no, buscan a Dios? Personalmente, creo que, efectivamente, tiene que ver, y mucho, en los tiempos pasados y ahora mismo también. Cuesta admitirlo, ciertamente, pues señala con el dedo. Pero, es así. Lejos de tanta palabrería y hojarasca eclesial, lejos de tantas equidistancias y ambigüedades, como se suelen exhibir, es urgente volver la mirada al Evangelio, tantas veces y en tantas cosas, marginado (Castillo), que nos muestra cómo las preocupaciones de Jesús «no fueron preocupaciones relacionadas con la religión, sino con la condición humana» (Castillo). Toda su vida pública muestra, precisamente, su «empeño por humanizar este mundo». 

Urge, pues, otorgar ‘prioridad absoluta’ al Evangelio, no a la doctrina. Recuperar lo marginado y vivirlo en la vida de cada seguidor de Jesús. Se trata, en consecuencia, de situar en su lugar  los términos de la proposición. La doctrina no  es, en modo alguno, sinónimo de Evangelio ni mucho menos. La doctrina ha sido y es, en muchos aspectos, ideología eclesiástica. Prioridad que, en mi opinión, ha acaban de entender ni los más fundamentalistas conservadores ni los más entusiastas progresistas.

2. Estamos ante un cambio de época

“Un mundo, piensa en alto Mons Benavent, que está cambiando mucho, y muy rápidamente. A veces a la Iglesia se nos pide que se cuestionen convicciones que estaban asumidas desde siglos, y hay que ver cómo vamos respondiendo a todo esto.  No significa que haya que cambiarlo todo, pero desde el momento que se nos cuestionan convicciones, se nos plantean exigencias. cómo explicar a la sociedad, cómo dar razón de estas convicciones, que si nacen del Evangelio continúan siendo vigentes para la sociedad”.

 En mi opinión, la reflexión anterior sugiere, a su vez, una gran riqueza de contenido, que obliga a poner la atención en algunos aspectos que estimo de vital trascendencia para el futuro, a saber:

Caritas
Caritas

 a). «Los tiempos cambian y nosotros cristianos debemos cambiar continuamente. Tenemos que cambiar firmes en la fe en Jesucristo, firmes en la verdad del Evangelio, pero nuestro obrar se debe mover continuamente según los signos de los tiempos» (Francisco).    Mandato claro y explícito. ¡Ya era hora!

 b). “Todo esto tiene una particular importancia en nuestro tiempo, porque no estamos viviendo simplemente una época de cambios, sino un cambio de época. Por tanto, estamos en uno de esos momentos en que los cambios no son más lineales, sino de profunda transformación; constituyen elecciones que transforman velozmente el modo de vivir, de interactuar, de comunicar y elaborar el pensamiento, de relacionarse entre las generaciones humanas, y de comprender y vivir la fe y la ciencia” (Francisco). Tiempo, pues, de muy profundas transformaciones personales  -modo o estilo de vida- más que, aunque necesarias, de renovaciones organizativas o estructurales.

c). “Las especies que sobreviven no son las más fuertes, ni las más rápidas, ni las más inteligentes; sino aquellas que se adaptan mejor al cambio. En la lucha por la supervivencia, los más aptos ganan a expensas de sus rivales porque consiguen adaptarse mejor a su entorno”. Este principio, fuese o  no formulado por Darwin, está acreditado por la experiencia universal en todos los órdenes de la vida. También es así en la vida de la Iglesia.

d). «No es el mundo quien debe ajustarse a nuestros deseos, sino nuestros deseos a las posibilidades que ofrece el mundo» (Pablo D’ Ors). Sabia regla de vida que muy pocos han practicado en la Iglesia. ¡Adaptación!

e). En todo este contexto, además de superar un cierto inmovilismo al que siempre se ha hecho honor  -miedo y fe débil-, me parece necesario que, en la vida de la Iglesia y en la espiritualidad de los discípulos de Jesús, se someta a una profunda revisión el criterio que informó, probablemente desde finales del s. II, la vida y organización del naciente movimiento cristiano y que ha perdurada hasta nuestros días. La uniformidad es incompatible con la libertad de los hijos de Dios y el consiguiente pluralismo

f). Los cambios prioritarios hay que realizarlos ya mismo. Mañana será tarde pues al igual que, en otros momentos de la historia, ahora está en juego el seguimiento de la mitad del Pueblo de Dios. ¿Por qué la mujer en la Iglesia ha de estar en una posición peor que la del varón? Tales convicciones, ‘que estaban asumidas desde siglos’ no acaban de conectarse con el Evangelio. La defensa tradicional -Juan Pablo II y Benedicto XVI- despierta suficientes sospechas como para no ponerla en duda. ¿No estaremos ante una desproporcionada defensa mediante el recurso a la calificación magisterial, que haga, como ya ha sucedido en otras cuestiones, particularmente complicado en el futuro el cambio de posición? ¿De verdad, con la posición de Benedicto XVI, se salvaguarda la igualdad en la Iglesia de los hijos de Dios.

Reto solidario de Manos Unidas
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