Entrevista con el Profesor de Teología Espiritual de la Gregoriana, nacido en la Amazonía Adelson Araújo dos Santos, SJ: “El Sínodo es una provocación del Papa Francisco para una mayor atención hacia la Amazonía”

Adelson Araújo dos Santos, SJ
Adelson Araújo dos Santos, SJ

"las Semillas del Verbo ya están presentes aquí, donde el misionero llega para hacer contacto y dialogar con esas espiritualidades, él no viene sólo trayendo, él viene también para recibir"

"Mi papel, creo, como profesor de teología espiritual, siendo nativo de la Amazonía, es buscar favorecer, construir puentes entre esos dos mundos, entre dos experiencias, porque la espiritualidad parte siempre de experiencias, y no sólo de conceptos abstractos"

"la Amazonía tiene mucho que ofrecer como riqueza a la Iglesia desde que sea vista así, y que tengamos esa apertura de conservar nuestra esencia, pero dejarnos amazonizar por las expresiones que son típicas de aquí"

"La Iglesia tiene la misión de descubrir nuevos ministerios, nuevas formas de cómo hacer que este pan de vida llegue también a esas personas, que no sean privadas de ello"

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Uno de los desafíos a los que se enfrenta la reflexión teológica es el de tener una base en la vivencia de la fe cristiana del Pueblo de Dios, y dejarse enriquecer por esas experiencias, pues en ellas se descubre claramente la presencia de las Semillas del Verbo.

El Sínodo para la Amazonía, con la colaboración de la Red Eclesial Pan Amazónica - REPAM, está intentando llevar esa reflexión para el ámbito académico. En los últimos meses ha organizado diferentes eventos en universidades de todo el mundo. Este jueves, 16 de mayo, esa reflexión se va a dar en la Universidad Gregoriana de Roma, considerada por muchos el gran centro teológico de la Compañía de Jesús, que, por otro lado, siempre ha dedicado grandes esfuerzos en esta dimensión esencial en la vida de la Iglesia.

El Padre Adelson Araújo dos Santos es profesor de Teología Espiritual en la Gregoriana, a lo que se une el hecho de haber nacido y trabajado en la Amazonía. El jesuita cree que es necesario buscar un diálogo entre la espiritualidad cristiana y las espiritualidades de los pueblos originarios de la Amazonía, superando épocas pasadas en las que la Iglesia llegó e impuso lo que llevaba consigo, buscando un enriquecimiento mutuo, que lleve a la Iglesia a amazonizarse, una actitud que ve más factible con motivo del Sínodo para la Amazonía, que considera una provocación del Papa Francisco para que la Iglesia y el mundo dirijan su mirada hacia la región amazónica.

La Iglesia de la Amazonía puede ayudar a la Iglesia universal a entender como se hace realidad una Iglesia laical, femenina, una Iglesia que quiere poder vivir la Eucaristía como algo que pueda ser celebrado sin la presencia del sacerdote, que en muchas comunidades se hace presente sólo una vez por año.

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Usted nació en la Amazonía, es jesuita, la misma orden del Papa Francisco, y profesor en la Gregoriana, algo que podemos decir le acerca al ambiente vaticano. Desde esa coyuntura, ¿qué significa el Sínodo para la Amazonía?

Yo también añadiría que traigo mi experiencia, no sólo de haber nacido en la Amazonía y de ser de la Compañía de Jesús, la misma orden del Papa, sino también haber vivido aquí en la Amazonía, después de haber entrado en la Compañía, y haber trabajado aquí, como sacerdote, como jesuita, y por tanto haber hecho un recorrido también con la Iglesia de la Amazonía. Es eso lo que, estando hoy tan geográficamente distante de nuestra Amazonía, me hace sentirme muy comprometido con nuestra región, estando hoy cerca del Papa y cerca de toda la iniciativa que tuvo de convocar el Sínodo como una forma de llamar la atención del mundo, de la Iglesia también, para la realidad aquí de la Amazonía.

Esto, naturalmente, me motiva, estando allí, a desear de alguna manera contribuir para que haya más puentes entre mundos que aparentemente están tan distantes, no sólo geográficamente, sino también de culturas, de perspectivas. Yo vivo hoy en un mundo eminentemente académico y me pregunto cómo puedo, siendo alguien de aquí de la Amazonía, contribuir para que un evento como el Sínodo despierte también el interés de nuestra comunidad estudiantil, académica, también de los profesores que están centrados en otros campos de interés, de la teología, de la filosofía, de otras áreas.

Ver como la Amazonía puede despertar su interés para que se pueda ampliar esa discusión, esa reflexión, en aquel sentir, en aquella conciencia de que lo que sucede en la Amazonía, después tiene reflejo en el mundo entero. Vivimos cada vez más esa conciencia de la Casa Común que el Papa nos recuerda. Es una globalización no sólo de la economía, no sólo de las políticas, sino una globalización también de los efectos que la naturaleza sufre y acarrea, por el cambio drástico que ocurre en ella.

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El Papa Francisco habla mucho de escuchar a los pueblos, sobre todo a los pueblos indígenas. Como profesor de espiritualidad, sabiendo que en el mundo indígena la espiritualidad es una cuestión que determina la vida cotidiana, ¿cómo es posible llevar esa espiritualidad de los pueblos de la Amazonía hacia una dimensión universal? ¿Qué es lo que esta espiritualidad puede aportar a la espiritualidad cristiana?

Yo creo que esta pregunta, todavía no ha encontrado todas las respuestas, porque tenemos un campo muy rico y abierto en frente de nosotros para cosechar más frutos de ese diálogo y de ese encuentro, o de un reencuentro, en el sentido de que ahora es un encuentro con una nueva postura, con esas espiritualidades, que se encuentran en las poblaciones tradicionales, en los pueblos originarios de la Amazonía. Ha habido un primer momento en el pasado, la primera evangelización que viene con la colonización, traída por los españoles y portugueses. Creo que fue en una visión totalmente diferente de la visión que podemos tener hoy.

En aquel momento, todo lo que era visto como una tabla rasa, un ambiente donde se venía para ofrecer y dar todo, incluso la espiritualidad, la visión de Dios, la vivencia religiosa. Hoy ha cambiado nuestra forma de pensar como Iglesia, en el sentido de un diálogo, de un enriquecimiento mutuo, de un respeto mutuo por las culturas y las tradiciones religiosas. Ellas también, las espiritualidades, ya son vivenciadas aquí en la región durante milenios, si nos remitimos a los orígenes de las poblaciones amazónicas que están aquí presentes mucho antes de la llegada de los primeros europeos.

En este sentido, creo que hay un campo muy rico a ser abordado, en el sentido de conocer y de percibir que tienen que enseñarnos, en el lenguaje del Concilio Vaticano II, las Semillas del Verbo que ya están presentes aquí, donde el misionero llega para hacer contacto y dialogar con esas espiritualidades, él no viene sólo trayendo, él viene también para recibir. Un ejemplo así, nos muestra el poco contacto que tenemos con algunas experiencias o espiritualidades de las poblaciones indígenas de aquí de la Amazonía, pero no sólo eso, también con la propia población ribereña, los descendientes de los propios indígenas que ya se inculturaron en el mundo urbano y que también van dando el tono del hombre y de la mujer amazónicos.

Yo veo que hay cosas que podemos enumerar como características. Por ejemplo, una espiritualidad, un profundo respeto, una integración con la Madre naturaleza, una armonía con esa Creación, que si vamos a hacer un paralelo, y yo siendo jesuita no puedo dejar de recordar los Ejercicios Espiritual de San Ignacio, cuando en el Principio y el Fundamento se dice que el hombre es creado para usar todo lo que Dios ha puesto como creación en el mundo, pero en vista de la construcción de su vocación originaria. Tiene que ser una relación de armonía con esa creación. Esto es algo que aprendemos mucho aquí en la Amazonía, basta ver que donde están presentes las poblaciones indígenas, ella es conservada, preservada, porque ellos la ven como una entidad mística, como un ente que necesita ser respetado.

Entonces, creo que sólo, digámoslo así, se trata de reconocer algo donde creo que nuestra civilización occidental, nuestra cultura y nuestra también espiritualidad cristiana puede encontrar muchos puntos de contacto en común y de enriquecimiento. Mi papel, creo, como profesor de teología espiritual, siendo nativo de la Amazonía, es buscar favorecer, construir puentes entre esos dos mundos, entre dos experiencias, porque la espiritualidad parte siempre de experiencias, y no sólo de conceptos abstractos. Conocer más la experiencia de nuestros hermanos indígenas y buscar lo que esto tiene que decir para la experiencia cristiana, de Dios, nuestra experiencia espiritual.

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¿Hasta qué punto, la reflexión en torno al Sínodo para la Amazonía puede ayudar a llevar esos conceptos al mundo académico?

El gran deseo del Papa Francisco, me imagino, cuando él pensó en la convocatoria del Sínodo, entre otras cosas, fue hacer una provocación, en el sentido de que, incluso en la universidad, en Europa, tradicionalmente orientada hacia la formación clerical, presbiteral, hacia la vida religiosa, también se vea en la obligación de cuestionarse. ¿Qué es lo que nosotros, como universidad eclesiástica, pontificia, también tenemos que aprender, y eventualmente contribuir, con la reflexión sobre la Amazonía, con la situación de la Amazonía, en el sentido de la situación ambiental como también en la situación de los pueblos que allí viven? ¿Qué es lo que nosotros tenemos, en un diálogo recíproco, para transmitir, y recibir también, de aquellas culturas, de aquellas formas de experiencia de Dios?

Es lo que intentamos hacer, y tenemos que admitir que lo hacemos porque fuimos provocados por el Sínodo, porque si no hubiera sido convocado un Sínodo sobre la Amazonía, posiblemente, no lo puedo afirmar, pero difícilmente alguien podría tener la idea de pensar en organizar un seminario o un ciclo de debate sobre ese tema, menos en una universidad que se encuentra tan lejos, tan distante de la Amazonía. Pero el Sínodo provocó eso, hizo que todos nosotros, Iglesia universal y comunidad académica, también tuviéramos que centrarnos en ese asunto e informarnos. Es lo que yo veo, lo que experimento diariamente entre la gente, hasta profesores y también alumnos, que se acercan a nosotros preguntando, ¿pero cuál es la finalidad del Sínodo, cuál es la motivación de ese Sínodo? Uno ve que el Sínodo ya está provocando un resultado en el sentido de suscitar mayor interés por la Amazonía, por los temas que están girando en torno a la convocatoria del Sínodo.

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Acaba de decir que la teología espiritual parte de la experiencia, ni sólo de los conceptos. ¿Cómo sería posible llevar esas experiencias de los chamanes, de las bendecidoras, de tantos personajes espirituales presentes en las comunidades indígenas, para una reflexión académica y eso tener un aporte más significativo para la teología espiritual?

Lo fundamental es dar oportunidad a esas propias personas, a los agentes que vivencian esas otras espiritualidades, darles oportunidad de hablar de su experiencia. Creo que el Sínodo ha estado atento a ello, al menos lo que he escuchado en las intervenciones, no sólo del Papa Francisco, sino de los organizadores del Sínodo. Se ha dicho que habrá esa preocupación de dar voz también, no sólo hablar de los pueblos indígenas, dejar que los mismos pueblos puedan hablar, y al hablar, que hablen también de sus espiritualidades, de sus experiencias místicas, de sus experiencias religiosas, de sus experiencias de contacto con lo divino.

Cómo expresan esto, cómo lo viven y, como decía antes, en una actitud de diálogo, de construcción de puntos comunes. Establecer unos paralelos con nuestra espiritualidad, que tiene una raíz bíblica, que tiene una fe abrahámica, en la historia de la Alianza, y que con certeza, habiendo esa oportunidad, vamos a encontrar puntos en común y vamos a tener un enriquecimiento mutuo. Tengo la impresión de que el punto de partida da voz, da oportunidad de conocer. No todos tienen la oportunidad de venir a la Amazonía y vivir aquí por un tiempo, de inculturarse. Por eso, es dar oportunidad, por ejemplo, de que algunas personas de aquí, especialmente esos líderes que vienen de esas culturas, de esas poblaciones, puedan también hablarnos, puedan, sea en el Sínodo, sea en otros espacios, comunicar la experiencia que ellos viven.

Ahí nuestra postura, creo, es la postura del teólogo, para hablar como alguien que viene del área de la teología, de un área académica, el teólogo que busca ver cuál es el lenguaje que Dios está comunicando allí. Dios ya está presente en aquella cultura, en aquella expresión religiosa, en esa forma de culto, de liturgia, y de admirarse con todo esto, de ver cómo es bonita esa multiplicidad, esa variedad de expresiones que no se anulan, ni concurren una con la otra, sino que al final de cuentas vemos que todas convergen para la búsqueda de un mundo más en armonía, que provoque también efectos en la sociedad.

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Desde la Red Eclesial Pan-Amazónica se está hablando de la necesidad de amazonizar el mundo, y también podríamos hablar de la necesidad de amazonizar la Iglesia. Desde ese campo de la teología espiritual, ¿qué podría significar, cuáles son los desafíos que la espiritualidad nos pone en frente para amazonizar a la Iglesia católica?

Es una expresión interesante, inquietante, que yo también creo que no tenemos todavía la respuesta o la comprensión total de lo que significa amazonizar a la Iglesia, pero algunas señales nos ayudan. Quienes tienen la oportunidad de vivir en la Amazonía, de pasar un tiempo, de caminar con las Iglesias de la Amazonía, que tienen características muy propias, en cuanto al tamaño de nuestras parroquias, en cuanto a la extensión de nuestros ríos, el tiempo que se tarda en llegar a una comunidad, a una capillita en el interior para asistir a una misa que a veces es una vez al año, y que usted no va en barco, ni en bicicleta, sino que va en una canoa. Todo esto deja marca en nuestra experiencia religiosa, en nuestra experiencia de Dios y en nuestra espiritualidad.

El tiempo no es el tiempo de las carreteras, es el tiempo de las aguas, la liturgia que se vive es una liturgia que está mucho más integrada con elementos de nuestra propia naturaleza local, regional. Amazonizar la Iglesia es quizás ver todo esto con mirada de riquezas y no una mirada de amenazas para nuestra fe, para nuestra tradición, porque es la mirada de los primeros apóstoles. Al fin y al cabo, si las primeras comunidades cristianas no hubieran sido abiertas a otras manifestaciones de fe que ellas fueron encontrando, el cristianismo no habría llegado a ser una religión tan grande como es hoy, habría quedado reducido a un grupo de expresión judía.

Creo que la Amazonía tiene mucho que ofrecer como riqueza a la Iglesia desde que sea vista así, y que tengamos esa apertura de conservar nuestra esencia, pero dejarnos amazonizar por las expresiones que son típicas de aquí, también en los cantos, en las costumbres, en tantas otras formas en los que los pueblos de la Amazonía expresan su espiritualidad.

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La Iglesia de la Amazonía está muy marcada por los laicos y especialmente por las mujeres, por las propias circunstancias geográficas de la región. Estas son ideas que aparecen en el Vaticano II y que el Papa Francisco está tratando de llevar adelante, incluso con las dificultades y el enfrentamiento con muchos sectores de la Iglesia. El Sínodo quiere buscar nuevos caminos para la Iglesia desde la realidad amazónica, ¿cómo fundamentar espiritualmente esa necesidad de la Iglesia católica de abrirse y reconocer el valor y el protagonismo de los laicos, y especialmente de las mujeres, no sólo en la Amazonía como en la Iglesia universal?

Este es uno de los grandes desafíos, un desafío que tal vez el Sínodo va a propiciar que se vuelva a esa cuestión, que no es una cuestión que se reduce sólo a la región amazónica, sino que es una cuestión que tiene que ver con toda Iglesia, pero que aquí se destaca por la propia falta de un número mayor de sacerdotes, de presbíteros. Esa necesidad nos lleva a aprender a valorar los diferentes carismas dentro de la Iglesia, a valorar la presencia femenina, porque incluso dentro de la vida consagrada, la Amazonía es una región donde la Iglesia se hace presente mucho más por las religiosas, por las hermanas de diferentes congregaciones, que en general son las primeras en llegar a esos lugares más lejanos, antes que a los sacerdotes.

En el campo pastoral, son muchas las mujeres que están al frente de las pastorales y de las comunidades esparcidas por esa inmensa Amazonía, porque no hay allí la figura de un párroco, de un vicario, y son nuestras doñas Marías, aquellas madres de familia, dueñas de casa, que también ejercen ese papel. Creo que esto muestra, tal vez señale, soluciones que podemos encontrar, que van mucho en la línea de lo que ya el Concilio Vaticano II ya nos invitaba a implementar en la Iglesia, una Iglesia de protagonismo de los laicos, una Iglesia donde todos los carismas son valorados y una Iglesia menos clerical.

Creo que para ello es necesaria toda una revisión de nuestra propia formación presbiteral. Y me refiero a lo que recibimos en nuestros seminarios, en nuestras casas de formación, como desde el principio, un joven que piensa en el camino sacerdotal, que ve en ello un llamado de Dios, tiene que ser ayudado a respetar y a ver como vocación igual y tan importante y rica como la suya, otros carismas, otros llamados, para que luego pueda ser enviado a una comunidad como quiere el Papa Francisco, como en la verdad como quiere el Evangelio, como un servidor y no como un príncipe, que va a llegar allí para centralizar todo el poder en sus manos.

Esto pasa por una formación, por un aprendizaje que se comienza ya en el período en que el joven está todavía estudiando, preparándose. Eso no basta con ser dicho dentro de un aula, es necesario experimentarlo en situaciones concretas, junto con la gente, en las comunidades, porque la formación no se da sólo dentro del seminario, se da también en el contacto directo, donde el joven, futuro presbítero, aprende a caminar al lado del pueblo, y no lejano y mucho menos por encima de ese Pueblo de Dios.

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Antes hablaba de una realidad que está presente en muchas comunidades de la Amazonía, que es la celebración de la Eucaristía una vez al año. Monseñor Erwin Kräutler, obispo emérito de la Prelatura del Xingú, que está en la Amazonía desde 1965, en el mes de marzo, en la lección inaugural de la Facultad Jesuita de Belo Horizonte, hacía algunas propuestas de cara al Sínodo. Una de ellas era sobre la celebración de la Eucaristía, repitiendo una idea que él mismo dijo al Papa Francisco en 2014. Él dice que hay que encontrar el camino a través de ministerios, que pueden ser asumidos incluso por las mujeres, para que la celebración de la Eucaristía en las comunidades sean algo común, y no una cosa que depende de la llegada del sacerdote, ¿cómo sostener esa posibilidad desde un punto de vista teológico y espiritual?

Sin duda que eso va a ser materia de discusión, de reflexión, de debate, que necesita madurarse, oír y conversar, no sólo entre los propios sacerdotes, presbíteros, sino oír otras voces, como la de los propios líderes laicos de esas comunidades hasta llegar a un denominador común que preserve el valor teológico del sacramento de la Eucaristía, que es el centro de la vida cristiana, que es la principal expresión de ese encuentro sacramental con el Cuerpo y la Sangre de Jesús. Pero al mismo tiempo eso puede conciliarse con la necesidad de abrir más la participación, especialmente mirando a aquellas comunidades sin posibilidad de poder tener un presbítero, un ministro ordenado, allí con ellos.

Este es un desafío pastoral para nuestra Iglesia, como por un lado asegurar los fundamentos de nuestra teología sacramental, que no puede de ningún modo banalizar el sacramento de la Eucaristía, que para nosotros tiene todo un significado, que está muy lejos de ser sólo un simbolismo, que trae la presencia real de Cristo, y como también encontrar en esta presencia real de Cristo, un modo para que ella también consiga ser presencia real en medio de esas comunidades lejanas, perdidas en medio del bosque, en las cabeceras de los ríos, donde Jesús, quiere llegar y quiere estar como presencia real allí. La Iglesia tiene la misión de descubrir nuevos ministerios, nuevas formas de cómo hacer que este pan de vida llegue también a esas personas, que no sean privadas de ello.

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