Resucitar en el amor

“Si hemos muerto con Cristo, confiamos en que también viviremos con él. Sabemos que Cristo, habiendo resucitado, no volverá a morir. La muerte ya no tiene poder sobre él. Pues Cristo, al morir, murió una vez por siempre respecto al pecado; pero al vivir, vive para Dios. Así también vosotros consideraos muertos respecto al pecado, pero vivos para Dios en unión con Cristo Jesús” (Ro 6, 8-11).


Perdón

Teniendo estas palabras de San Pablo en mente, ¿por qué la violencia y el odio nos arrastran a enfrentarnos contra el prójimo? Todos conocemos rupturas entre los miembros de una misma familia, entre matrimonios, entre un superior autoritario y exigente y su empleado. Con estas actitudes el corazón del hombre queda herido, no le es fácil el perdón y revive los hechos con dolor. Pierde la confianza que había puesto en estas personas: Se ha roto la fraternidad y con ella cerró la puerta de su corazón, su vida cae en una tremenda penumbra. Ya no encuentra gusto a la vida.

¿Cómo ayudar a estas personas? Cristo ha venido al mundo para dar sentido a nuestra vida, ha sufrido para compartir nuestro sufrimiento. Con delicadeza y cariño acompañemos a estas personas, si son creyentes, al encuentro con Cristo muerto y resucitado para dar vida y sentido a la nuestra. Él quiere que resucitemos con él no sólo en el último día sino cada día de nuestra existencia.

Orientemos a todos los heridos psicológicos a la reconciliación, este sacramento que nos abre al perdón y al amor. Texto: Hna. Maria Nuria Gaza.
Volver arriba