¿Dónde está, Señor, tu misericordia?

huellas
Hay salmos que me impresionan por la franqueza con que tratan al Señor. Entre estos encuentro el salmo 88. En la época que se escribieron no era frecuente un trato semejante como el de hablar a Dios de igual a igual: “¿Donde está, Señor, tu antigua misericordia que por tu fidelidad juraste a David?” (v 50). Este trato es más propio de nuestros tiempos en que el usted, y más todavía el vos, han desaparecido del lenguaje corriente.

El versículo siguiente del salmo continúa con la misma tónica o peor porque retrae a Yahvé el olvido en que tiene a su pueblo: “Acuérdate, Señor, de la afrenta de tus siervos: lo que tengo que aguantar de las naciones, de cómo afrentan, Señor, tus enemigos, de cómo afrentan las huellas de tu Ungido” (vv 51 y 52).El pueblo de Israel se vio frecuentemente atacado por sus vecinos y en etas ocasiones reclamaba a Dios la promesa que había hecho y que en ciertos momentos parece que se le habían olvidado. Él no puede ser infiel a lo prometido, si fuera así, dejaría de ser Dios.

En realidad, también a nosotros en ciertos momentos nos parece que todo nos sale al revés y como a los hebreos del salmo lanzamos nuestras quejas al Señor como si él fuera el autor de nuestro infortunio. ¿El Señor es sordo a nuestras súplicas? Ciertamente no, él está siempre a nuestro lado. Es aquella historia que cuentan: Uno que se encontraba en grandes apuros le dijo: Señor, yo siempre veía tus pisadas junta a las mías, ¿cómo es que en el momento tan difícil de mi vida no he visto mis pisadas junto a las tuyas? Él respondió: No las has visto porque en este momento te llevaba en mis brazos.
Texto: Hna. María Nuria Gaza
Volver arriba