Los evangelistas sinópticos repiten de forma distinta esta misma expresión de Jesús:
“toma tu cruz cada día y sígueme”. A lo largo del tiempo de cuaresma esta expresión se va repitiendo en la liturgia, de formas diversas pero con idéntico significado.
Aunque, muchas veces, queremos evitar la aceptación de la cruz y nos escudamos en el interrogante
¿cuál es mi cruz?, ¿qué es mi cruz?, y así no reconocemos la cruz de cada día, aquella que hoy el Señor me da, sólo para hoy, porque la de mañana será diferente.
Reconocer la cruz de cada jornada es una gracia, un regalo que Dios me hace para que en medio de aquello que vivo pueda darme cuenta de su amor de Padre. Un amor que va más allá de la cruz y
me quiere llevar a la resurrección, a la vida nueva.
Si acepto y aprendo a
amar mi cruz de cada día, si me propongo con ella seguir el camino de Jesús, también por su misericordia podré seguir su camino de vida eterna.
Texto: Hna. Carmen Solé. Foto: Antonio Juan.