Como te contemplaba en el santuario

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Al meditar el salmo 62, hoy, he recordado lo que me contaba un libanés que trabajaba en Arabia Saudí. Los domingos cuando regresaba de su trabajo como no tenía posibilidad de acudir a ninguna iglesia, pues en este país están prohibidas, cogía su misal y recogido en su habitación leía la Misa. Se sentía lejos de su tierra, de su familia, de su comunidad cristiana. Dios era su refugio y su fuerza en aquella lejanía. Él buscaba a Dios no de madrugada sino al atardecer. “Oh Dios, tu eres mi Dios, mi alma está sedienta de ti, como tierra reseca agotada sin agua” (v.1).

Recordaba con nostalgia la riqueza del rito maronita de su parroquia: “¡Como te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria!” (v. 3) Nada que ver con el dios Alá invocado por el pueblo donde vivía obligado por la necesidad de mantener una numerosa familia. Sabía que Dios estaba presente en su interior y desde el santuario de su corazón adoraba al Señor.

Me he preguntado si yo que tengo la posibilidad de acudir a la iglesia o aún más de entrar en la capilla de mi comunidad, lo hago con la misma intensidad de mi confidente.

Que el Espíritu Santo nos conceda a todos los que tenemos tanta facilidad para encontrarnos con Dios aumente en nosotros este deseo intenso del salmista de encontrar al Señor en nuestra vida, de encontrarlo en el santuario y saberlo descubrir en nuestros hermanos a los de cerca y a los necesitados porque “su amor vale más que la vida” (v.4). Texto: Hna. María Nuria Gaza.
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