La humildad es la verdad

“San Agustín ha sido llamado el gran maestro de la humildad. Por su propia experiencia, conocía la debilidad humana. Por eso combatía a los pelagianos que rebatían la necesidad de la gracia y de ayuda divina. Agustín vuelve a menudo a interpretar el versículo de san Mateo (11,29): Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis la paz para vuestras almas. A esto añade: Toda la vida sobre la tierra con la que Cristo cargó fue para los hombres una escuela de moralidad en la que él mostró en primer lugar la humildad para seguirlo”.
Los hechos de Jesús humilde son innumerables: Nace de una joven madre de un pueblo perdido de la Galilea; cuando ésta da a luz lo hace en una cueva porque no hay lugar para sus padres en los albergues. Sus padres tienen que huir a Egipto porque su hijo es perseguido, de regreso a Palestina se establecen en Nazaret de tal modo que a él lo llaman el nazareno. Antes de morir deja un claro ejemplo de humildad al lavar los pies de sus discípulos, servicio destinado a los esclavos. Por fin muere con la muerte más ignominiosa: Crucificado.
Así, Jesús durante su vida hizo muchos gestos de humildad, pero jamás desmereció su condición de que Dios era su padre. O cuando dice a sus discípulos: “Me llamáis maestro y lo soy”.
Con razón santa Teresa de Jesús decía: “La humildad es la verdad”. Y protesta cuando un pintor la representa fea y lagañosa. Humilde es aquel que se juzga a si mismo justamente, lo contrario es falsa humildad, porque negamos los dones con los cuales Dios nos ha dotado.