Francisco Garfias (4). Cuatro emocionados sonetos, "aunque es de noche"

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Decoramos hoy la entradilla al post con la portada del poemario "Aunque es de noche" (Adonais), publicado en 1969, dos años antes de la concesión del Premio Nacional de Literatura por "La duda".Contiene sesenta sonetos en tres secciones: 1. Biografía, 2. Molino de mi sangre y 3. Casi Adviento. De este último conjunto seleccionamos tres poemas ("Está llorando", "La primera en la frente" y "A monic, a dos años de su muerte"); y, del primero, "Casi Adviento". La mejor presentación del libro, inspirado, ya desde el título y la cita inicial, en san Juan de la Cruz, nos la ofrecen los editores y aquí reproducimos:

"Garfias es un sonetista en el que se hermanan el primor de lenguaje y la hondura emocional, el estremecimiento y la belleza más depurada dentro de una temática de tono religioso, amoroso y, en general, autobiográfico."

Y como estamos de citas, me voy a permitir reproducir una autopresentación del poeta, al definir su "Poética" en "50 españoles contemporáneos" (1986). El poema "La frente" que conocimos (pulsar), parecía privilegiar el pensamiento sobre el corazón. Y no es esa la intención de Garfias. Al contrario:
“¿Poesía pura, lírica, popular, comprometida, épica, social? Las etiquetas son siempre peligrosas y me quedo, naturalmente, con el sentimiento, el sentimiento que puede venir de lo lírico, de lo social, de lo comprometido o de lo religioso: con el sentimiento como claridad y como fervor, como comunicación y como verdad. Ante todo, honestidad, sinceridad, pues ya decía Rubén Darío que "ser sincero es ser fuerte".”

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"SE PUSO EL CIELO AZUL, Y EL AIRE VERDE..."

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El Adviento está aquí. Falta ya poco para la Navidad.Un creyente como Francisco Garfias, que ha vivido intensamente tantas veces el tiempo sagrado de la espera de Emmanuel, identifica fácilmente, más allá del espacio litúrgico, otras expectativas de salvación personal, como espera de Dios, como Adviento.

Así, en los próximos versos, reclama, porfía, sueña compañía amorosa ("como un ramo de arcángeles me llega...")."Qué suene el agua ya" (que, al fin, "lluevan las nubes al Justo"). Esta apremiante necesidad de la llegada de un desconocido, pero inminente, amor, la repite en otros poemas. Como en aquel que comienza: "No sé cómo serás, pero te espero. / ¿Blanca, morena, azul, desconocida?..." Impresiona la confianza del autor en que ya está cerca, muy cerca, la dicha, que es inmediata la visita del amor...

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CASI ADVIENTO

Casi adviento. Que viene. ¿Y quién me viene?
Como un ramo de arcángeles me llega.
El río de aleluyas ya me ciega
este esperar que sin razón me tiene.

Que suene el agua ya. Por Dios, que suene
el vino del amar en su bodega.
Que cuaje el trigo sin llegar la siega.
Que truene el aire y que el silencio truene.

Es adviento, ¿de qué? Voy poco a poco
cerciorándome al fin del ganapierde
de este llegar que el corazón no alcanza.

Adviento, casi adviento es lo que toco.
Se puso el cielo azul y el aire verde.
Lo que llega, sin duda, es la esperanza.

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"ES LLANTO DE AGUA AMARGA QUE REDIME..."

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En este impresionante soneto, no envía Dios un Diluvio a destruir la tierra: las gotas de lluvia son lágrimas de Dios Padre, que llora"agua amarga que redime". Hasta el poeta de Moguer llega "el golpe de amor" de la marea del divino llanto... Visionarios versos, esperanzadores como un dorado sueño, terribles como el apretado anillo de una asfixiante pesadilla...

Si lloró Jesús al conocer la muerte de su amigo Lázaro, resucitándole seguidamente, ¿qué no hará Dios Amor por la felicidad del hombre? Y si, en su primer milagro, el Rabí de Galilea convirtió el agua en vino, ¿en qué licor de dicha, en qué festivo maná convertirá el Bondadoso sus lágrimas de sal y corazón?

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ESTA LLORANDO DIOS...

Está llorando Dios, está llorando.
Sobre el pecho del astro gime y gime.
Es llanto de agua amarga que redime,
maná que nunca acaba, dando y dando.

Un mar, puesto de pie, va levantando.
¡Ay, líquido Tabor, cuajo sublime!
Sobre la sed del hombre que se exime
su Gólgota de lágrimas va alzando.

Está llorando Dios. En la pelea
de sal y de cristales que me triza,
voy flexible, en deshoje, gravitando...

Siento el golpe de amor de su marea;
me levanta, me hiende, me eterniza...
Y está llorando Dios, está llorando.

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"LA PRIMERA EN LA FRENTE..."

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Abro un ejemplar del Catecismo de la Doctrina Cristiana del Padre Astete (la 1ª edición es del siglo XVI). Ya en el inicio del manual, se nos enseña, en verso, a persignarnos:"... haciendo tres cruces: / la primera en la frente / para que nos libre Dios / de los malos pensamientos. / La segunda en la boca... La tercera en el pecho..." Se concluye el ritual con una amplia cruz en frente, pecho y hombros: "En el nombre del Padre y del Hijo / y del Espíritu Santo. / Amén".

Me encuentro muy perplejo al comentar estos versos. Se trata, desde luego, de una persona piadosa, pero con educación restrictiva.La frente recibe el signo de la cruz para que no se desboque; se signa la boca para apagar su sensualidad, se sella el pecho para ablandar su dureza de roca... Diríase que se adelanta en vida la "extremaunción de los sentidos" del sacramento final (hasta se habla de "latín y aceite", de "letanía").

El cuerpo, santificado tantas veces con rituales piadosos, es también "exorcizado" hoy hasta cuatro veces con el signo de la cruz, para alejar los malos espíritus... ¿Y qué nos expresan los versos finales? Que, a pesar de tanto ritual y tantas cruces y tantas recitaciones..., el corazón está en el "sur", es decir, en el amor, la libertad, la pasión, la vida...

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LA PRIMERA EN LA FRENTE

La primera en la frente, aquí en mi frente,
tormenta o sinrazón que se desboca.
La segunda en la boca, en esta boca
que se me torna llama de repente.

La tercera en el pecho. Fuertemente
contra el pecho, quemante, ardiente, choca,
y me hiende, asolándome la roca,
con un golpe de amén, violentamente.

Estoy signado de presentimientos;
exorcizado en luna y letanía;
con agua, fuego y lodo, aspergeado.

Nutren latín y aceite mis cimientos
y me exalta al dolor de la alegría
esta herida del sur en mi costado.

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"UNA BREVE CELINDA AMENAZADA..."


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Eras, Monic, luminosa y alegre. Pero, de pronto, un duro frío "heló el rosal humano de tu risa"... Como la rosa, de breve pero radiante esplendor, apagaste súbitamente tu llama. Como a la celinda o flor de ángel, de grandes alas blancas, fragantes y arracimadas, un viento helado te arrastró hacia la muerte... Pero aquella belleza, la fragilidad aquella, son ahora fuerza y plenitud en Dios...

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A MONIC, A DOS AÑOS DE SU MUERTE

Se te cayó la risa con la brisa,
sin saber cómo ni por qué, al vacío.
Un frío repentino, un duro frío,
heló el rosal humano de tu risa.

Se te paró de pronto, más que aprisa,
todo el hervor de vida de tu río.
Trocóse en sombra y en escalofrío
aquella luz que fuera tu divisa.

Ay, Monic, dulce amiga. Te creía
un viento ilusionado y sólo eras
una breve celinda amenazada.

Pero ahora ya eres fuerte, amiga mía:
rosa que no precisa primaveras,
crecida en Dios y en Dios eternizada.


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