Levanto mis manos hacia el azul dintel del cielo

¡Qué sencillo y hermoso el gesto de levantar las manos hacia la alta luz, hacia el azul dintel del cielo! En imagen una estatuilla orante modelada y cocida al fuego y al corazón por la escultora amiga Sagrario Núñez.
Una primera metáfora que me viene al sentimiento ante esta imagen de arcilla es la creación del hombre. Sopla Dios en el barro, pone alma en la materia. Con qué fuerza expresó Miguel Ángel este fundacional momento. La energía divina enciende el barro. Y la mano alzada del hombre transmite al corazón y a todo el ser la llamarada de ese fuego. El hombre y la mujer que hoy elevan manos de adoración y súplica, en la intimidad de su alcoba o en el fervor de un grupo de fe, también reciben de lo alto bendiciones blancas de amor y luz...
El ser humano con los brazos extendidos es como un árbol, mitad tierra, mitad cielo.Como en el árbol, que a través de los vasos leñosos distribuye el agua y las sales minerales que recoge del suelo, hay en nosotros un movimiento ascensional de materia que se humaniza. Pero también el árbol, mediante la fotosíntesis, elabora glucosa, sangre verde para la vida de todo el organismo. Respira como el hombre. Es conmovedor observar cómo las plantas orientan la reptación de sus vástagos hacia la luz. Los verdes ramajes son las raíces del cielo. Cuando elevamos los brazos en oración, esperamos, del otro lado del misterio, la Mano amiga que nos acaricie, el Sol benéfico que nos encienda de Gracia y de Ternura...
BUSCANDO LUZ
Disfrutemos un bello poema que, editado a sus 22 jovencísimos años, Carlos Bousoño dio a conocer en su primer poemario “Subida al amor":
BUSCANDO LUZ
¡Ser un instante luz, sólo un instante!
Sopla y enciéndeme, Señor, cual árbol
resplandeciente entre la noche oscura.
Mira mis verdes que se extienden largos,
mira mis ramas de quejidos: crecen
en la noche, tu fresca luz buscando.
Baja, Señor, y sopla entre mis frondas.
Tóquete yo con mi pequeña mano,
con mi pequeña sombra triste. Soy
un niño sin descanso.
Mi corazón golpea contra el tuyo.
Un débil junco puede ilusionado
golpear un gran sol, un mar de tierras:
¡Heme aquí golpeando!
¿Y no responderás a un niño? Mira
cómo hasta ti levanto mis dos brazos
queriendo reposar sobre la hierba
de luz de tu regazo.
Baja, Señor, y posa tu caricia
en mis cabellos de la tierra, amargos,
y deja un surco luminoso en ellos;
un reguero de cielo dulce y largo.

FUEGO POR DENTRO QUE ME ELEVABA HASTA ÉL
Todavía recuerdo el ejercicio de bioenergética al que pusieron por título"Extensión hacia fuera con labios y brazos", cuando se nos pedía, de espaldas en el suelo: "Extiende hacia arriba tus brazos y hacia delante tus labios. Dí "mamá" y trata de ver cuánto sentimiento puedes poner en tu voz y en tus brazos". ¡Qué emoción sentíamos al adelantar los labios en actitud de beso, al elevar los brazos reclamando acogida y ternura!
El alma siente necesidad de Dios. Y si le dicen que la Casa del Padre está más allá de las nubes, hacia allí vibrarán sus manos como pájaros que aletean. Pero a lo mejor descubre que no hay por qué envidiar a los pajaros. Porque Dios habita en el sanctasantórum del Corazón de cada ser humano. Bien lo ha expresado Soledad Cavero en uno de sus espirituales efluvios (del libro "Mar verdadero"):
Anoche, al mirar las estrellas,
sentí que Dios era un gigante.
Pensé que para llegar a Él
tendría que coger una escalera muy larga
o abrir las ventanas y gatear el espacio.
Pero luego, al ver que no podía
retener su imagen amada
en la pequeñez de mi espejo,
me puse a llorar como una niña
y noté un fuego por dentro
que me elevaba hasta Él sin darme cuenta.
A lo mejor te apatece oír y ver una canción que habla de comunicación con Dios alzando las manos hacia Él. Para escuchar "Cuando levanto mis manos", de Samuel Hernández (5m y 33s en YOU TUBE), pulsa aquí.