Ética para libertinos

Si a alguien se le ocurre hablar de verdades absolutas, de principios morales inamovibles, o simplemente de valores trascendentes, que se vaya preparando para lo que le puede venir encima y es que hoy lo que se lleva es la trivialización, una moda ésta tan estúpida que ha sido capaz de relativizar lo absoluto y absolutizar lo relativo. Las verdades y las mentiras lo serán según le parezcan a cada cual . Lo bueno y lo malo no está escrito en ningún sitio, depende de los gustos personales, de la circunstancia de cada momento y del humor con que nos hayamos levantado ese día. El relativismo en todos los órdenes de la vida es el signo distintivo de nuestra cultura que se ha ido extendiendo como un reguero de pólvora y está haciendo estragos en las conductas y comportamientos de hombres y mujeres de jóvenes y adultos

Hacer depender el bien y el mal, de la propia voluntad individual, o de la conciencia colectiva, es caer en la pendiente del subjetivismo libertario. Pensar que todos los valores son invenciones humanas y que por tanto todos los códigos morales tiene igual validez, es dar legitimidad a conductas aberrantes, es abrir las puertas para que se sigan utilizando prácticas deshumanizadas, como pueden ser: las limpiezas étnicas, dejar morir a bebés deformes, matar a personas ancianas, impedir nacer a quienes tienen todo el derecho a la vida. Si arrancamos del supuesto que no es el hombre el que está llamado a someterse a una norma moral objetiva, sino que es ésta la que ha de someterse a la voluntad del hombre, entonces no sólo nos condenamos de por vida a vivir en la más absoluta arbitrariedad, haciendo posible el todo vale, sino que estamos además cerrando todos los caminos a la regeneración ética. Cuando prescindimos de todo principio absoluto y referencias seguras, estamos cuestionando no digo ya las reglas de moralidad, sino que lo que estamos cuestionando es la misma ética como ciencia fiable. ¿ Como seguir hablando de ética, después de haber legitimado el principio de que toda las opiniones son legitimables ? No, no es suficiente con que la conciencia individual o colectiva avale un determinado comportamiento. Si así fuera, la lista de monstruosas aberraciones que se podrían cometer sería interminable

Aún con todo el relativismo moral, actualmente existente, nunca podrá impedir que el hombre sea un sujeto moral y que se siga preguntando por el bien y por el ma.En la vida, todas las personas ponen en práctica algún tipo de código mora,aunque ello,desgraciadamente, no significa que vaya sustentado en un planteamiento ético consistente. Cualquier hombre, sea quien sea, no puede eludir permanentemente su compromiso moral. No va bien con la naturaleza humana un estado permanente de asepsia moral. Hasta el sujeto más abyecto dispone de su código moral para su uso personal, lo que sucede es que cuando este código no dispone de un criterio moral objetivo, corre el riesgo de caer en el caprichoso subjetivismo y en el egoísmo insolidario, con lo cual no sería propiamente de ética de lo que estamos hablando. Esto mismo sucede cuando queremos fundamentar la moral en criterios aritméticos, pues, sabido es que, los consensos mayoritarios corren el riesgo de interesadas manipulaciones y con frecuencia son el resultado de las ideologías dominantes en un momento determinado o en su defecto de las propagandas políticas tan al uso.

De uno u otro modo no nos libramos de la versatilidad, contraria al rigor y consistencia que toda ética exige. Desde el relativismo subjetivista, dos respuestas diferentes, ante la misma situación, pueden resultar igualmente válidas, de modo que simultáneamente se puede defender el derecho a la vida y el derecho al aborto. Parece extraño; pero así es. Por otra parte, nos podemos encontrar con posturas morales contrapuestas, que en atención a contextos diferentes, pueden resultar ambas, falsamente, defendibles. Así sucede que cuando existe un déficit de población se protege y valora la vida de las personas; pero en caso de superpoblación, no se repara en aplicar severos controles de natalidad, incluso cualquier animal, de especie protegida, vale más que la vida de un hombre. Estos no serían más que dos ejemplos, de los muchos que se podrían poner, para demostrar la incongruencia del relativismo ético incapaz de fundamentar cualquier valor humano, incluso el de la tolerancia, que se muestra como su propio signo de identidad, su santo y seña. Podremos hablar, sí, de derechos y valores básicos como el respeto, la libertad, la solidaridad etc; pero en tanto no se les encuentre un fundamento real y objetivo, no pasan de ser meras suposiciones protocolarias. Es así como hemos llegado a una situación tal de incertidumbre, que no sabemos muy bien hasta donde puede conducirnos.

Este largo proceso de relativización nos ha ido conduciendo a un vacío moral en el que hoy nos encontramos, que hace que cada cual vaya moviéndose en la vida de forma dispersa y caprichosa. Una especie de sálvese el que pueda, para situaciónes desesperadas. Ante semejante panorama Callingwood, profesor de filosofía de la universidad de Oxford en tono irónico comentaba: " La única conclusión a la que pueden llegar los estudiantes, cuando oyen decir a sus profesores que no pretenden darles ni ideales, ni principios, es ésta: como no puedo para orientar mi vida confiar en el pensamiento, ni en los pensadores, ni en los ideales, ni en los principios, tendré que aprender de los que no fueron pensadores ( sino imbéciles), inspirarme en un proceso que no sea el pensar , sino la pasión , proponerme objetivos que no son ideales , sino caprichos, normas que no sean principios sino sólo reglas de convivencia”. Alguien, no mal intencionado, podría decir que esto es lo que nos está pasando. Hoy, en nuestros días, la opinión de los pseudos- intelectuales “progres”, que aparecen en los medios de comunicación, vale más que la opinión de los grandes filósofos y pensadores que casi nadie conoce. El omnipermisivismo relativista es la actitud moral de estos complacientes libertinos, que a veces escriben en los periódicos con la anuencia de no pocos lectores y hasta resultan sinpáticos y graciosos, provocando la risa fácil del gran público, desde los platós de televisón.

Con lo que estoy diciendo, en nada quiero menoscabar el papel primordial que la conciencia personal juega en el comportamiento moral; ella es y así viene reconociéndose desde antiguo, la norma subjetiva de moralidad. También son de tener en cuenta las circunstancias cambiantes que concurren y que tanto pueden afectar a la moralidad del acto, todo ello de indiscutible importancia, pero también perfectamente compatible con la búsqueda de un criterio objetivo, fundamentado en el bien moral con valor por si mismo y favorecedor del ser y la dignidad del hombre. Semejante planteamiento exige, que el conocimiento del deber ser, preceda al hacer.

Con más frecuencia de lo que lo hacemos tendríamos que preguntarnos ¿ Que es lo que hace que el hombre sea más hombre? ¿ Que es lo que le hace ser más libre ? ¿ Que es lo que le hace más digno y más humano? En definitiva ¿que es lo que puede llevarle a su total realización, o sea, a su plenitud como hombre que es? La respuesta que diéramos a cada una de estas preguntas y a algunas más nos iría acercando a ese bien moral que andamos buscando.

Naturalmente una respuesta autorizada y suficientemente abalada a estas cuestiones no es posible, sin recurrir a un Absoluto, como fundamento del bien humano, que es tanto como decir moral . Sin referencia a este Absoluto difícilmente podremos salir de ese relativismo que todo lo justifica, sin Él todo seguirá estando permitido. Así lo reconocen hasta los mismos ateos como es el caso de J P. Sastre.
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