"La Iglesia ha perdido su voz, su autoridad porque no ha querido cambiar a partir de 1986" Comicios filipinos: Vuelve la dictadura y la demagogia, mientras la Iglesia pierde influencia

Marcos
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"El hijo del exdictador Ferdinand E. Marcos pasará a ser el 17 presidente de la República de Filipinas junto a Sara Duterte, hija del presidente actual, Rodrigo Duterte"

"Solo en Filipinas puede pasar que un condenado por la justicia, fugitivo de otro país, heredero y administrador de los bienes económicos pueda llegar a ser el dirigente junto a la heredera de otro dirigente opresor"

"Todos nuestros líderes son o han sido figuras populares en su momento más que figuras de sustancia.  La demagogia es el ciclo que dirige los destinos de Filipinas"

"La nuestra seguía siendo una iglesia identificada con el clérigo y por lo tanto clerical, que se creía infalible, inmune, incambiable"

A estas alturas todos ya saben los resultados de los comicios filipinos de 2022. Hoy, 10.05.2022 nos hemos despertado a un día caluroso y soleado pero tal vez el más oscuro en 36 años.  El hijo del exdictador Ferdinand E. Marcos pasará a ser el 17 presidente de la República de Filipinas junto a Sara Duterte, hija del presidente actual, Rodrigo Duterte, bajo cuyo régimen se han venido deteriorando de manera drástica las estructuras tanto democráticas como éticas con sus oleadas de represión, violencia, corrupción máxime en tiempos de la pandemia.

Solo en Filipinas puede pasar que un condenado por la justicia, fugitivo de otro país, heredero y administrador de los bienes económicos pueda llegar a ser el dirigente junto a la heredera de otro dirigente opresor, cuyos hermanos también se ganaron a nivel local en los mismos comicios consolidando el poder dinástico de su clan.  Lo mismo puede decirse del clan del presidente electo cuyos sobrinos siguen ostentando el poder y cuyo hijo ha ganado el escaño para representar a la región que vio nacer a su abuelo, Ferdinand E. Marcos, hace unos 105 años.

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También los nuevos senadores de la cámara alta de la legislatura filipina en su mayoría son aliados del presidente electo. Destaca entre ellos un exactor, conocido por sus tendencias a actos violentos, su sentencia penal por posesión ileal de armas años atrás y su falta de cualidades aptas, quien al parecer es el número uno entre los candidatos a senador.

No cabe duda de que la demagogia, desde siempre, es lo que impera en Filipinas.  Todos nuestros líderes son o han sido figuras populares en su momento más que figuras de sustancia.  La demagogia es el ciclo que dirige los destinos de Filipinas.  Incluso el antes idolatrado Cardenal Jaime Sin, uno de los protagonistas de aquella revolución de hace 36 años que expulsó a los Marcos y que los llevó al exilio, fue ante todo un demagogo antes de hombre sustancial, pastor solícito, estratega pragmático.  Se desmoronó casi todo cuando por enfermedad y edad el prelado más político, incluso maquiavélico, que echaba bendiciones cada dos por tres, incluso cuando el clericalismo hacía estragos en la vida de los fieles, tuvo que jubilarse pero no antes de que se vieran las grietas en su armadura por los escándalos financieros en que se vio sumida su Archidiócesis de Manila que es la sede primada de facto de Filipinas.

No basta con ser hábil sino que es necesario también tener garra, ser como el flautista de Hamelin para atraer a estas ratas, a estas masas hasta su propio hundimiento colectivo en las aguas de la historia. Y esto es lo que acaba de ocurrir con el pueblo filipino. Ya hundido pero ahora más aún. También el hazmerreír del mundo que ha vuelto a cero, que ha hecho un giro de 180 grados, anulando los logros que desató aquella revolución de 1986 que no en realidad no era una revolución sino solo un cambio de gobierno, pues solo hubo un cambio de protagonistas.  Todo superficial.  Todo de fachada.  Nada de contenido ni de interior.  La corrupción seguía.  Las dinastías políticas seguían en sus torres de marfil.  Las comilonas no acaban.  Tampoco el hambre

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Se habían hecho muchas promesas, como por ejemplo las tierras reformadas y repartidas a los campesinos empezando con aquellos terrenos de la dinastía Aquino que derrocó a los Marcos en 1986, pero casi todas incumplidas, en gran parte por la corriente amarilla identificada sobre todo con los Aquino.  Con corazones rotos y no solo corazones, también vidas, familias, carreras al suelo sobre todo por las oleadas de violencia desde entonces.  Son duras lecciones del pasado que exigían que las del futuro sean nuevas hasta el punto de cambiar las del pasado con mentiras que pudieran abrir nuevos espacios de ensoñación para un porvenir de autoengaños.

A los filipinos nos encanta la satisfacción vicaria.  Nos encanta ver el cumplimiento de los mitos arquetípicos en otros, como el de la reina de derroche que es Imelda, la viuda del dictador y madre del presidente electo, el de los cowboys violento de las películas del oeste o Robin Hood que parece encarnar el presidente saliente, el de James Dean que al parecer ha encontrado su nuevo avatar en el exactor que pronto dejará oír su voz en los debates del senado filipino, el del retorno eterno del niño pijo y holgazán (y que según varias fuentes fidedignas drogata) que le queda como anillo en el dedo al presidente electo.

En fin, tanta pobreza, frustración, crisis nos han hecho perder el realismo haciéndonos ir a un estado irreal, onírico, bucólico.   Gracias a estos comicios el subconsciente popular ha salido a flote para decirnos que nuestro país se hunde. Y la iglesia, empezando con nuestros pastores, tiene que reconocerlo.  Ha perdido su voz, su autoridad porque no ha querido cambiar a partir de 1986.  De hecho, muchos de ellos, si la muerte aún no les ha dado el alivio necesario, han engordado desde entonces.

La nuestra seguía siendo una iglesia identificada con el clérigo y por lo tanto clerical, que se creía infalible, inmune, incambiable.  No es una iglesia caminante sino una iglesia por encima de todos por su cultura clerical, que siempre ha tenido razón, que siempre ha querido imponer su voluntad, tratando a los laicos de manera infantilizante de tal manera que solo, en gran parte, ha legado desilusión, casi quitándoles la capacidad de soñar por lo que han querido soñar por su propia cuenta, creyendo en sus propios mitos, desoyendo la voz del pastor cuya gestión ha dejado patente que no es puerta a los pastos prósperos sino más bien a sus pastos de intereses propios sobre todo a la luz de las crisis de abuso sexual y de tipo financiero amén del trato desdeñoso a los más pequeños desde una actitud altiva que solo desea codearse con los poderosos.

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Muchos obispos y clérigos, quizá saltándose las normas canónicas, hicieron pública su preferencia por la candidata Católica, la actual vicepresidente Leni Robledo, incluso hasta usar en muchos casos el púlpito intentando persuadir a las masas claramente invertebradas aludidas en su día por Ortega para que no volvieran al palacio de Malacañang los Marcos.  Pero todo en vano.  Vox populi, vox Dei!  Dios escribe recto con renglones torcidos.  No cabe duda de que el clero ha perdido su influencia, por no ser en general ejemplar, y es hora no solo de despertarse sino de cambiarse.  Es hora de la verdad, de la transparencia.  Algo que el Cardenal Sin y varios obispos no querían con respecto a los dineros de la iglesia, entre otras cosas.  Sin transparencia el pueblo empezará a crear y creer en fabulaciones.

Para la iglesia, que malamente se identifica con el gremio clerical, es tiempo de examinarse y cambiarse.  Ahora ha dejado de ser el opio del pueblo.  Los Marcos han optado por la fuerza política de la Iglesia de Cristo fundada por Félix Manalo en 1914 que dicta a sus fieles a quién tengan que votar en las elecciones.  Para la iglesia, esta vez fundada por Cristo y no por Manalo, que es Pueblo de Dios, es tiempo de seguir adelante, trabajar, vigilar, servir.  Ante todo servir. A pesar de ser pesares, comenzando por intentar a volver ser ejemplar para sus feligreses al caminar con ellos en vez de ordenarles por dónde deberían caminar. 

Por eso es preciso redescubrir el fracaso de Cristo que es verdadero triunfo frente al triunfalismo, exhibicionismo, materialismo que han caracterizado a nuestros pastores, sobre todo desde 1986 por lo que los sueños de los pastores y los de sus ovejas no tienen el mismo olor ni onda.  Mientras tanto, esta consigna de santa Teresa de Jesús: ‘Estase ardiendo el mundo, quieren tornar a sentenciar a Cristo, como dicen, pues le levantan mil testimonios, quieren poner su Iglesia por el suelo, ¿y hemos de gastar tiempo en cosas que por ventura, si Dios se las diese, tendríamos un alma menos en el cielo? No, hermanas mías, no es tiempo de tratar con Dios negocios de poca importancia’ (Camino de Perfección-Valladolid, 1, 5).

Iglesia filipina

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