Una solemne sonrisa Cuento de Navidad: Hacer el payaso

(Peio Sánchez).- Delante del espejo en los servicios de un bar bullicioso, el payaso comenzaba a retirar su maquillaje. Se había colocado bajo el secador de manos para entrar en calor, aunque no lo había conseguido.

Cuando trabajas cinco horas seguidas de estatua humana en el paseo de la Rambla de Barcelona durante el atardecer del día 24 de diciembre, llegas a tener un frío que viene de dentro a fuera, incontrolable, persistente e inevitable. En la quietud del gesto estático, el frescor de la noche te va penetrando, al principio te hace temblar, pero llega un momento en que se convierte en un aliado de tu trabajo, y entonces comienzas a estar quieto, porque estás helado.

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