Carta al nuevo obispo "A quien Dios quiso bien, casa le dio en Jaén"

(Juan Rubio).- Mi querido viejo amigo y nuevo obispo don Amadeo: Quiero comenzar contándote un viejo refrán de Jaén: "A quien Dios quiso bien, casa le dio en Jaén". Y por lo que veo... Dios te quiere bien. No suele equivocarse el Papa Francisco ni el nuncio Frattini, ni tantas y tantas buenas gentes que saben de tu perfil sacerdotal, de tu pasión por la catequesis, de tu encarnación en la tierra a la que eres enviado como heraldo del Evangelio, y que siempre te quisieron y quisimos.

Cuando hablábamos ayer, lo primero que recordé de ti fue lo que me contabas en aquellos días de formación del clero de Plasencia: "Con vosotros, sacerdote, para vosotros, obispo". Te estoy agradecido por tus trabajos en Vida Nueva, en la que compartimos esa pasión periodística que te inoculó ese gran maestro, amigo, pastor y obispo Antonio Montero, con quien compartiste en Mérida Badajoz, tu tierra, la pasión por la comunicación como fundamento y base de la comunión eclesial. Recuerdo el día que te invité a escribir en Vida Nueva y los días compartidos en esa ciudad de Plasencia a la que tanto quieres, que tanto echarás de menos, y en la que tanto has trabajado.

Solo deseo en esta carta apresurada en Diario JAÉN, en el que tienes las puertas abiertas y en el que estoy seguro de que los lectores gozarán de tu bella pluma, tendrás unas de tus casas, que es la periodística, heredara del gran maestro Montero.

Te presento a Jaén en tres claves. Una. Somos honrados, trabajadores, sufridos por una larga historia de expolios. Tenemos tierra, olivos y ese "Borbotón de agua clara" al que Machado llamaba al nacimiento del Guadalquivir que pasa ciento dos kilómetros por la provincia, silencioso, como una línea de agua, sencilla, honesta y laboriosa como ha sido y es tu biografía desde las pequeñas parroquias de las que fuiste pastor hasta la gran Plasencia de la que has sido obispo, pasando por vicario general en Mérida-Badajoz. Eres un símbolo de esta tierra.

Dos. Vienes a tierra de santos y gentes de bien, pobres y honestos, pero sobre todo "gentes de Iglesia" que quieren a sus obispos a pesar de la fragilidad de su barro. No hagas oídos sordos a los consejos del buen obispo Ramón del Hoyo, ni de su vicario general. Fíate de las gentes de Jaén que, como decía Quevedo, "a veces son desconfiados por escarmentados". Jaén te espera porque, bien lo sé yo, tienes el perfil más afín al obispo del siglo XX, Miguel Peinado, el obispo que me ordenó.
Tres. Amadeo, acabo diciéndote que en Jaén hay curas, de primera categoría, religiosos de gran calibre y laicos que solo quieren de ti que los escuches, los quieras y les muestres ternura.

Te diré muchas cosas más, aparte de esta carta de urgencia que acabo recordándote un viejo dicho de la tierra: "A quien Dios quiso bien, casa le dio en Jaén".
Un abrazo, viejo amigo, y hoy querido obispo. Sabes que me tienes, desde hace tantos años, "compañero del alma, compañero", que decía el autor de ese gran himno "Andaluces de Jaén", Miguel Hernández. Un abrazo, querido obispo.

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