Los 'canónigos' y sus 'dignidades' “¡Haced cuanto quieran los curas!”

Los nuevos canónigos de Valencia
Los nuevos canónigos de Valencia Víctor Gutiérrez

¿Para cuándo y dónde un concurso de trajes talares canonicales de las diversos cabildos catedralicios de España y del extranjero? ¿Cuáles serían los criterios a tener cuenta en la selección?, ¿Sería la soberbia o sería la humildad?

La antología del disparate “religioso” está empedrada, y engrosa sus páginas  y secciones,  en proporciones espectaculares increíbles, a  la luz de la liturgia, de la pastoral, de la teología y del sentido común. Y conste  que tal dato para pocos  se constituye en placer y en  motivo de satisfacción. con excepción de quienes hasta hacen bobalicones alardes  de increyentes  o de semi-ateos. A no muchos les  divierten los disparates “religiosos”. A muchos más los entristecen. Y es que en el fondo de las conciencias permanece indeleble una porción de respeto  ético-moral, del que el elemento religioso forma parte importante.

Comenté hace días, aunque muy someramente, la reflexión contenida en una Carta Pastoral del obispo de Córdoba  en la relación  intrínseca  de Dios con las mitras episcopales y la  ausencia de su nombre sagrado en el acto cívico organizado por las autoridades supremas de la nación, “silenciadores de Dios”, nada menos que por prescripción política inherente a la coalición que nos rige.

En otro orden de cosas, aunque siempre religioso, el arzobispo de Valencia acaba de pronunciar unas palabras santas, justificadoras de la ceremonia solemne  a propósito del nombramiento, acogida y recepción  de dos nuevos  canónigos  en la “toma de posesión” de sus respectivos puestos en el cabildo catedralicio. Las palabras, tan escuetas como doctorales, son estas:

“Vuestra misión, como  todo culto,  sea el servicio a los demás, con el fin de que verdaderamente,  y a través de vuestro ministerio,  en este servicio puedan percibir los demás, cercanos  o alejados,  que es la Iglesia la que acoge y sirve a todos, ya que Dios  es el Señor soberano de todo y de todos, por lo que  nadie podrá quedar excluido”.

Enmarcadas estas palabras   en el rito y en la ceremonia, suenan a hueco.  Son palabras sin relleno y tal vez sobradas de hipocresías.  Los canónigos, por ser canónigos, no forman parte, en igualdad de condiciones, del pueblo de Dios y menos  del resto de clero.  Son, de por sí, “dignidades”. Como si hubiera sido el mismo Jesús  su elector, de modo similar al que lo fue del colegio  de sus apóstoles y de sus amigos. La idea del canonicato  en el organigrama canónico  y administrativo de las respectivas diócesis  da la impresión de ser de origen divino o sacramentario.

Avala esta idea u opinión el mismo reportaje gráfico  que acompaña la información de esta referencia. Los nuevos, y antiguos, canónigos,  aparecen revestidos  de colores de rojo vibrante que igualan, y aún superan, a los episcopales y cardenalicios  en la cúspide  de sus solemnidades  y “funciones” litúrgicas o para-litúrgicas. Los títulos y adjetivos superlativos  que demandan  los de recién estrenada condición canónica de miembros del cabildo, parece humillante para el resto del clero. Sus estampas en papel “cuché” serían  apreciadas y hasta del agrado  de lectores y lectoras de revistas y publicaciones de la alta sociedad, interesada en los colorines, en los ritos y en las  ceremonias también “religiosas”.

Lonja de los Canónigos de Valencia
Lonja de los Canónigos de Valencia

El de los canónigos, con las connotaciones  propias de las benditas fiestas falleras valencianas de arte y cartón piedra, es una imagen -¡otra más- de la Iglesia, en la que con seguridad y evangelio, los “coronavirus” habrá de actuar un día de forma penitencial por todos sus costados, con obligada mención para las mitras, los báculos,  capas magnas, anillos pastorales (¿?)  y demás ornamentos que se dicen “sagrados”  (Por cierto, ¿para cuándo y dónde un concurso de trajes talares canonicales de las diversos cabildos catedralicios de España y del extranjero? ¿Cuáles serían los criterios a tener cuenta en la selección?, ¿Sería la soberbia o sería la humildad? ¿No habrá desaparecido para entonces esta institución  en la llamada Iglesia sinodal?. De todas maneras, un concurso de estas características resultaría poco –nada-  reverente-, aunque gracioso y para algunos, rentable. ¿Se integrarían ya las “canónigas”.) El pueblo fiel y sensato parece haberlo percibido hace años y la RAE es fiel testigo de las frases y segundas acepciones e intenciones que les aplica a expresiones tales como “vivir –o comer- como un canónigo”, por citar un  ejemplo devoto…

Estos – los canónigos- no son de procedencia  divina. Ni los de Valencia ni los de cualquier otro cabildo. Su elección tampoco es democrática. Se hace entre amigos y con pactos políticos “a la griega”. “Cabildear” es verbo con connotaciones abiertamente  anti –clericales, como si la RAE le hubiera declarado la guerra –“cruzada”- a quienes el cardenal  arzobispo de Valencia les urge a integrarse en el pueblo.   

En este contexto pastoral valenciano, es preciso solicitar  el indulto para la frase  “¡Diga SÍ a cuanto quieran los curas¡” “¡Dí SÍ a todo lo que te pidan los curas¡”  Precisamente durante estos días en la jurisdicción civil se celebran las últimas sesiones referentes a la “Operación- trama  Gürtel”,  cuyo co- protagonista de una buena parte de ella fue nada menos que el hoy emérito papa  Benedicto XVI,   a quien intereses sobre todo políticos y partidistas “pepecianos” convencieron fácilmente  para presidir actos del Encuentro Mundial de la Juventud.

Con este panorama todavía “sub judice”, y en este rosario de ilegalidades,  me hago eco, por ahora, de estas preguntas: ¿Qué significación exculpatoria veraz, pastoral y dogmática, tiene una  frase como esta, de entrega absoluta a la voluntad de los curas? ¿Qué economista y canonista llegará a justificar, entre los gastos pendientes de la visita pontificia,  los 180.000 (¡¡) euros  de la conocida como “Misa de los Kikos”.? ¿Tan caros están los estipendios –tasas- por esas latitudes levantinas? ¿Es el culto el centro y la justificación suprema  de la Iglesia?

Tener que “decir SÍ a cuanto quieran los curas”, rompe y descalabra los esquemas de las más copiosas antologías de los disparates.

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