YOLANDA TAMAYO
Prisas, bullicio, ajetreo en las calles preñadas de calor.
El sol hunde sus afiladas garras sobre quienes desesperados agitan sus manos en una danza de aspavientos incomprensibles.
Es tiempo de descanso, aún así, parece que la premura desiste en abandonar el lugar que ocupa todo el año.
La omnipresente urgencia, el agitado ir y venir, hacen que el tiempo de relax se convierta en una tortura.
Puede leer aquí el artículo completo de esta colaboradora de la revista Ventana Abierta (Asamblea Cristiana) de fe protestante titulado ¡Qué tarde voy a llegar!