Dorado: «Nos hace falta sosiego y respeto tanto a la Iglesia como al Estado»

En el momento en que Jesús Catalá Ibáñez asuma mañana el báculo episcopal durante la misa de toma de posesión como obispo en la Catedral, Antonio Dorado Soto, que durante los últimos quince años ha ocupado la sede malacitana, pasará a ser obispo emérito. Llegado el momento de la ´jubilación´, el miércoles repasó su trayectoria en una entrevista concedida al programa ´La Pasión de Málaga´, de Málaga TV.Lo entrevistan I.A.Castillo y M. Ferrary en La Opinión de Málaga.

-¿Cómo ha vivido los últimos días previos a la celebración del pontifical en el que tomará posesión de su cargo el nuevo obispo de Málaga?

-Con mucha alegría y al mismo tiempo con mucho trabajo, dentro de las obligaciones normales de un obispo, en una diócesis tan grande como la de Málaga. Preparando además la ceremonia solemne del próximo sábado, que debe ser un motivo de celebración para todos los católicos.

-¿Puede un obispo permitirse el lujo de sentir nostalgia del cargo que ha ocupado durante los últimos quince años?

-Los obispos ante todo somos hombres y, como tales, también estamos sujetos a este tipo de tentaciones propias de la persona. Es normal que después de haber estado durante cerca de 40 años ejerciendo la función de obispo, en Guadix, Cádiz y Málaga, cuando pase a la condición de emérito, recordaré con alegría todo el trabajo de estos años al servicio de la Iglesia. Pero estoy convencido del acierto que supuso poner un límite de edad al gobierno pastoral de un obispo. Con 77 años, como es mi caso, es un buen momento para cambiar de escenario. Es bueno que venga un obispo nuevo, que traiga aportaciones nuevas dentro de la pastoral de la Iglesia.

-¿Ha pensado qué va a hacer a partir de mañana?

-Me gustaría dedicar tiempo a dos cosas: la oración y el estudio. La oración para los cristianos es fundamental, creemos en Jesucristo que está con nosotros y que Dios nos habla. Y quiero estudiar más la doctrina del Evangelio, que es tan rica que uno nunca llega a abordarla del todo. Estamos en una época muy importante de cambio que obliga a la Iglesia a hacer un esfuerzo para situarse en este contexto. Hoy lo que la gente necesita es redescubrir el Cristianismo, que la Iglesia no está anticuada.

-¿Qué diócesis se va a encontrar Jesús Catalá? ¿Se parece a la que usted encontró hace quince años?

-Se parece mucho. Lo fundamental y lo sustancial no cambia. Somos herederos de una rica tradición, que es vinculante. Aquí ningún obispo ni ninguna comunidad inventa la Iglesia. Se va a encontrar con una diócesis muy rica, en marcha, en la que trabajan muchos católicos con ilusión. Va a encontrar una gran tradición eclesial y una comunidad rica en personas.

-¿El hecho de que Jesús Catalá sea valenciano de nacimiento y venga de Alcalá de Henares puede perjudicarle al llegar a una diócesis con un particular modo de manifestar su religiosidad?

-Siempre, en todas partes, hay matices. Pero hoy vivimos en un mundo globalizado. No somos aldeanos. Estamos muy interrelacionados y todos participamos de la misma cultura. Creo que don Jesús, que es un hombre inteligente, que no es un niño, sabrá entender la religiosidad popular.

-Pero los cofrades siempre temen la llegada de un nuevo obispo...

-Separamos demasiado las cofradías de la Iglesia, cuando son una importante parte integrante. Si no, no serían cofradías. Precisamente la riqueza de la Iglesia se basa en la diversidad de carismas, como ocurre con el cuerpo, que no es uniforme y cada parte tiene una función, como el ojo, la nariz, el pie... Todas se necesitan, ya que son complementarias. Además, es curioso cómo en estos tiempos laicistas las cofradías perviven como algo natural y enraizado con la cultura y la tradición del pueblo. Pero hay que completar esta afirmación: las cofradías son del pueblo, pero del pueblo de Dios.

-¿Cree que la Semana Santa puede ser un origen de conflicto en el futuro al mostrar signos religiosos en la calle?

-Se trata, sencillamente, de ser coherentes y, si realmente vivimos en una democracia, hay que saber respetar. No es que todo sea igual. Como obispo, por ejemplo, quiero que la enseñanza religiosa en los colegios sea voluntaria, que no se obligue. Sobre todo cuando se trata de un fenómeno que contribuye al bien de la sociedad y a la que tanto debe la historia de España.

-Usted ha estado al frente de la Comisión de Educación de la Conferencia Episcopal Española. ¿Qué balance hace?

-La enseñanza de la religión ha quedado en segundo plano y la Educación por la Ciudadanía se ha quedado como una asignatura a través de la cual el Gobierno adoctrina a los niños. Así lo creo y lo he planteado públicamente. Debajo de esa decisión hay una actitud de malestar con el fenómeno católico. Cuando se habla de eliminar el crucifijo en las aulas habría que preguntar: ¿A quién molesta que esté? Pues a los que no tienen sentido de la democracia. Lo que pasa es que se mezclan historias pasadas y creo que la Iglesia, que también es pecadora, puede molestar a ciertos sectores porque es conciencia crítica del mundo. Eso no quiere decir que se meta en política ni exasperarse. El camino es la no violencia activa, sin insulto, ni venganza.

-¿Qué piensa de los bautizos laicos? ¿Es una forma de sustituir a la religión?

-Son posturas, con todo el respeto, ridículas y sin sentido. Tenemos que ser más serios y no incurrir en más extravagancias que no ayudan a nada. No hay ningún ateo, la diferencia es que creemos en dioses diferentes. Siempre han existido los ídolos, que eran pequeños dioses materiales. La historia nos dice que cuando se quiere construir un mundo sin Dios, se vuelve contra el hombre.

-¿Las relaciones con el Gobierno son tan malas como parece o se pueden recomponer?

-Sin faltar a la verdad, tanto unos como otros debemos ser muy comprensivos. Las peleas y las luchas no son buenas ni conducen a nada positivo. Eso no significa renunciar a defender la verdad, incluso ante el riesgo de la muerte. El Señor así lo hizo. Pero en España nos hace falta a todos un poco de sosiego, de reflexión, respeto y estima. España no es una nación totalmente católica, aunque sigo creyendo que lo es mayoritariamente a distintos niveles. Eso hay que respetarlo, aunque sin querer imponer nada, pero sin renunciar a presentar la verdad.
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