La lógica del Reino de Dios

Mientras que el mundo nos presenta una forma de pensar y actuar dominada por el individualismo y el egocentrismo, el Reino nos propone el amor a Dios y al prójimo como razón de ser. El mundo nos invita al consumismo, al placer y a la autosuficiencia. El Reino de Dios nos invita a la solidaridad, al compartir con los demás y a la comunión de las existencias.
En el Sermón de la montaña, de diversos modos, se nos presenta la “lógica del Reino de Dios”. Hay dos expresiones que lo hacen de manera radical: “Nadie puede servir a dos amos, porque odiará a uno y amará al otro; o bien obedecerá al primero y no le hará caso al segundo”. Aquí es donde va a venir la consecuencia de dicha “lógica”: “En resumen, no pueden ustedes servir a Dios y al dinero”.
El mundo invita a poseer, a consumir y a oprimir (es decir, menospreciar a los demás con la prepotencia y autosuficiencia de creerse más que los demás). El Reino de Dios puede ser alcanzado por quien opta por Dios y, por tanto por la verdad, el amor, el perdón, la fraternidad.
Cuando el evangelio nos habla de no servir a dos amos, nos advierte para no caer en la tentación de lo que el Papa Francisco llama “cristianos de sofá”. Esos son aquellos que se consideran “salvados” porque “cumplen”, al menos externamente con algunos preceptos… pero lo demás lo hacen y practican desde sus comodidades. Y son muchos los cristianos de ese tipo: no han asumido su vocación a ser santos y mucho menos a anunciar el evangelio. Son “buenos”, pero en el fondo están dominados por la mediocridad.
Entre ellos se incluyen los pastores que no tienen olor a ovejas y sabor a pueblo: a lo mejor son grandes planificadores y hasta expertos en teología pastoral. Pero están allí, desde sus escritorios o desde sus posiciones tratando de dirigir las acciones, pero sin acercarse a la gente para contagiarles de la fe de su testimonio. Tienen dos amos: desde el sofá y desde sus escritorios apuntan a Dios y al mundo.
Por eso, también dentro de la “lógica del reino de Dios”, Jesús invita a tomar una postura radical: “Busquen primero el Reino de Dios y su justicia; pues lo demás se les dará por añadidura”. La tentación que nos presenta el mundo es buscar primero las añadiduras y luego, si queda tiempo, el Reino. El Reino de Dios es la presencia viva y salvífica de Jesús. Buscar el Reino es buscarlo a Él: en su Palabra, en sus sacramentos, en su Iglesia, en medio de la humanidad y, particularmente entre los alejados. El mismo Señor nos enseña que se debe poner la mirada en el horizonte del Reino para poder ser dignos de Él.
Hoy mismo el mundo va trastocando los valores principales. Propone los suyos, disfrazados de bondad y de derechos. Muchas veces nos hace pensar que situaciones contraías a la ley natural son derechos propios de algunos; por ejemplo, los planteamientos de la ideología de género, entre otras. Pero el Reino de Dios se centra en el Dios de la vida y en la importancia y dignidad de la persona humana.
Nos toca a todos enseñar y promover la búsqueda del Reino de Dios y su justicia. No se trata de la justicia del mundo, sino la auténtica, la que viene del mismo Dios y con la cual no sólo hemos de sentirnos hermanos comprometidos los unos con los otros, sino también corresponsables del bien común.
La invitación del Señor es clara. De acuerdo a la “lógica del Reino” se trata de optar por Él y su Palabra. Esto nos llevará a tener un comportamiento que Pablo describe como “ser servidores de Cristo y administradores de la gracia de Dios”.
+Mario Moronta R., obispo de San Cristóbal