Don Gerardo Salgado, el organista de Dios

En el pueblo, en mi pueblo de nombre tan católico (Sobrado del Obispo o Sobrado do Bispo), todos le llamábamos Don Gerardo o Gerardiño. Indistintamente. Gerardiño porque era pequeño de estatura, pero grande en todo lo demás. De ahí el Don de Don Gerardo. Por respeto, por admiración, como homenaje a un gran cura, a un músico extraordinario y a una excelente persona. Se nos fue Don Gerardo Salgado Valdés, el canónigo organista de la catedral de Ourense durante 55 años. Se nos fue el músico, el cura, el vecino y el amigo. Pero nos queda su memoria, sus recuerdos, sus bellas composiciones y hasta una carretera.

Porque, gracias a Don Gerardo, la carretera asfaltada llegó a mi pueblo a finales de los años 50. Cuando una carretera asfaltada era todo un lujo. A pesar de que Sobrado del Obispo está sólo a 7 kilómetros de la ciudad. Pero, desde la comarcal que va a Celanova hasta el pueblo, sólo había una pista de tierra. Y Don Gerardo movió Roma con Santiago para conseguir el dinero y poner de acuerdo a los vecinos en le trazado de la nueva carretera. Dos tareas árduas que sólo un hombre dialogante y respetado por todos como él pudo conseguir. Una placa en una de las plazas emblemáticas del pueblo da fe de ello.

En el pueblo, además de la carretera, le debemos todo tipo de favores: un enchufe, una gestión, un papel, una recomendación...Todos acudíamos a Don Gerardo, que siempre nos atendió con suma dedicación y afabilidad. Era todo un personaje en Ourense, pero, a los del pueblo nos hacía sentir como si fuésemos de su propia familia, de la familia de los "Cacifos", como se les conoce en Sobrado.

El animó (y de qué manera) a mis padres a que me dejasen ir a estudiar al seminario. Lo consiguió y, desde entonces, siempre siguió mis pasos. Com discrección y prudencia, pero con mucho cariño. Últimamente, nos veíamos poco (él en Ourense y yo en Madrid), pero nunca perdimos la sintonía y, por mi parte, el agradecimiento.

Agradecida le está también la diócesis. Por sus muchos años de canónigo y organista. Al órgano fue de los mejores, aunque nunca se pavoneaba ni presumía de sus enormes saberes musicales. No sólo como organista, sino también como director de una de las corales más famosas y de mayor tradición de la ciudad, El Orfeón Unión Orensana.

Cultivó la estética de la música y por la música llegó a Dios y llevó a mucha gente hasta Él. Creó escuela. Como organista, como director y como compositor. Composiciones, lógicamente, de música sacra. Porque la música fue siempre su pasión y su profesión, pero su vocación y su vida entera fue para Dios.

Sencillo, humilde, hasta un poco tímido, supo ganarse el respeto de la ciudad y el cariño de todos. Su entierro, en una catedral a rebosar, fue un cálido y sentido homenaje al cura-músico de la eterna sonrisa.

Don Gerardo se merece un homenaje público y bien organizado por parte de la diócesis y de la catedral a la que sirvió con esmero y dedicación durante toda su vida. Y así lo reconoció en la homilía de su funeral el deán del templo catedralicio, Don Serafín Marqués, en ausencia del obispo, monseñor Lemos, convaleciente de una operación de tobillo.

Don Serafín puede ser el mejor promotor de este homenaje. Estoy seguro de que podrá contar, para ello, con la claboración entusiasta del cabildo, del Orfeón y, por supuesto, de su pueblo, del pueblo de Don Gerardo, de nuestro pueblo de Sobrado del Obispo. ¡Don Gerardo se lo merece! Y su obra, también. Seguro que en el cielo le recibieron a los sones de su órgano, el órgano majestuosos de la catedral de Ourense. Que se queda huérfano. Que llora a su maestro o se alegra por Él. Porque, ahora, podrá tocar con los ángeles. Amén.

José Manuel Vidal
Volver arriba