Javier Osés, un obispo para un tiempo

El autor presenta a un hombre caracterizado por la honestidad, la sencillez, la austeridad e, incluso, una innegable timidez que supo manejar gracias a sus grandes dosis de naturalidad. Un hombre bueno que, como recordaría José Manuel Vidal en el obituario que escribió sobre Javier Osés el 23 de octubre de 2001 (un día después de su fallecimiento), no disponía de más bienes que su anillo de obispo. No podía ser de otra manera en quien había hecho de la pobreza evangélica una de sus principales señas de identidad. De ahí que pronto se ganara la admiración y el respeto de los oscenses, que se percataron, como señala en su prólogo el Director del IEA, Fernando Álvira, que Javier Osés había venido a servirles y no a ser servido.
El libro se estructura en varias partes. La primera de ellas se centra en el Javier Osés más joven, el que nació en Tafalla, se formó en el Seminario de Pamplona y la Universidad de Gregoriana de Roma, y, tras ocupar diversos cargos, en noviembre de 1969 pasó a ser Obispo auxiliar de Huesca.
Debemos destacar que el autor afronta con decisión los grandes problemas que se encontró Javier Osés durante esta etapa, que se prolongaría hasta febrero de 1977: desde los estrictamente eclesiales, como la secularización en masa de sacerdotes o la contestación en el clero (se relata un interesantísimo episodio sobre un enfrentamiento entre Pedro Cantero y Osés que éste nunca buscó, en concreto el llamado caso Fabara, con documentos secretos que ahora ven la luz), hasta los de carácter político, como la manera en que Osés hubo de abordar el asesinato del Presidente Carrero Blanco o la muerte del General Franco. Martín de Santa Olalla tiene la virtud de contar todos estos temas manteniendo hasta el final la tensión del relato, lo que hace más amena su lectura.
A continuación el autor pasa a examinar el Javier Osés Obispo residencial de Huesca. Una fase que se prolongaría hasta prácticamente el fallecimiento del prelado, porque Osés presentó su renuncia en agosto de 2001 y murió dos meses después. En ella se nos muestra a un Osés plenamente integrado en la diócesis de Huesca, donde entre sus grandes contribuciones estuvo el impulso de una “Asamblea Diocesana” que recordaba, por muchas razones, a la histórica Asamblea Conjunta de Obispos y Sacerdotes de septiembre de 1971, pero esta vez con mayor protagonismo de los seglares.
Además, el obispo navarro siguió dando muestras durante estos años de su gran capacidad de concordia, manteniendo siempre buenas relaciones con la clase política fuera del signo que fuera en la medida que la Iglesia debía ser capaz de insertarse en un mundo secularizado, pero sin estridencias. De todas maneras, pronto vemos una de las grandes características de Osés, y es su escaso interés tanto por lo político como por lo económico, centrándose en un perfil social que fue el que le permitió dar un pleno sentido a su vida.
En relación con ello, uno de los capítulos más interesantes es el dedicado al pensamiento de Javier Osés. No queda nada por analizar: ¿cuál era su visión de las cuestiones morales, la justicia o la igualdad? ¿Qué pensaba que debía ser cambiado dentro de la Iglesia? ¿Y los derechos humanos, cómo defenderlos? Especialmente llamativo resulta el epígrafe que el autor dedica a explicar las razones que llevaron a la no promoción de Javier Osés.
¿Fue víctima del giro conservador vivido por el Vaticano a partir de 1978, o se debió a otras razones? ¿Hasta qué punto le pudo afectar ese hecho? Por otra parte, Pablo Martín de Santa Olalla destaca la gran aportación que Javier Osés hizo no sólo como Obispo de Huesca, sino también como miembro de la Conferencia Episcopal, en especial aquel célebre congreso de mediados de los ochenta (Evangelización y hombre de hoy) de gran éxito en el que él tuvo mucho que ver. Y qué decir de sus excelentes relaciones con la Asociación de Teólogos Juan XXIII, con la que colaboró en momentos difíciles de la misma.
El libro se cierra con un estudio sobre la economía diocesana durante el pontificado de Javier Osés en Huesca, algo que resulta de especial interés ahora que la Iglesia se adentra en el complejo tema de la autofinanciación. En suma, nos encontramos ante una obra de referencia, que tiene la virtud de haber sido muy bien editada (por cierto, el precio de la misma, 10 euros, resulta francamente asequible para un libro de 350 páginas) y que nos permite recordar la figura de un gran sacerdote y obispo de la segunda mitad del siglo XX en nuestro país.