A Joaquín Martin Abad: "¿Desde cuándo es competencia suya decidir quiénes están en comunión con la Iglesia?"

Carta dirigida a
D. Joaquín Martín Abad
Vicario Episcopal para la Vida Consagrada de Madrid.
Le escribo después de haber celebrado la Primera Asamblea de Redes Cristianas los días 10 y 11 de noviembre, según estaba programado. Y lo hago porque la Gestora de Redes Cristianas me encomendó la búsqueda de local para celebrar esa asamblea. Sin pretenderlo, me ha tocado vivir los hechos concomitantes a su prohibición de usar el colegio de los PP. Agustinos para dicha asamblea.
Para su conocimiento le adjunto una serie de materiales referentes a la naturaleza de Redes Cristianas y al acontecimiento de su Primera Asamblea. Esperamos tenga el sosiego y la lucidez requerida para leer y entender cuanto ahí se dice como nacido de miles y miles de personas, que han elegido seguir a Jesús de Nazaret dentro de la Iglesia católica, en cumplimiento de las condiciones señaladas para una válida y legítima pertenencia a la misma.
Si lee despacio y descifra con inteligencia las luchas, obras, compromisos y expresiones de cuantos se han integrado en Redes Cristianas, de una cosa no le quedará duda: que son miembros vivos y fieles de la Iglesia Católica, que la aman profundamente y que, por eso, desean anunciar la Buena Nueva en nuestro tiempo siguiendo el espíritu y pautas del Vaticano II y rescatar así la fuerza y atractivo originales que son propios del Evangelio.
Nosotros creemos en el Evangelio y por eso nos alegra cuanto en la Iglesia es testimonio de la vida de Jesús y nos duele cuanto en ella es oscurecimiento del proyecto que El nos legó. Y como peregrinos y pecadores sabemos que la adecuación entre el Proyecto-Reino al que El nos convoca y nuestra vida nunca la lograremos del todo. De ahí, la crítica y autocrítica y cuantos afanes abrigamos para que nuestra Iglesia persiga esa adecuación. Y esto vale no sólo para la comunidad sino también para la Jerarquía, servidora de esa comunidad.
No sé si Vd. es consciente de la repercusión que su decisión ha tenido en esta sociedad mediocrática y de la oleada de asombro, indignación y descalificaciones que ha ocasionado y el consiguiente afianzamiento de muchos de apartarse más de la Iglesia.
¿Su mandato impositivo cree Vd. que concuerda con el espíritu del Evangelio y el modo de proceder de Jesús, con las aspiraciones hoy más comunes de la dignidad humana y de los derechos humanos, que son consustanciales a todos los miembros de la Iglesia y que nadie puede suspenderlos en nombre de la fe?
Lo ocurrido es más que suficiente para que Vd. entre en su propia conciencia y por amor a la Iglesia revise su manera de obrar y no se autojustifique echando la culpa a quienes están ajenos a sus manejos de falsa ortodoxia.
Vd. tenía posibilidad -y el deber- de haber hablado con los responsables de Redes Cristinas y expresarles, si las tenía, sus dudas, reparos, temores, o lo que fuera, y no proceder de la manera que lo hizo, a espalda de ellos.
Redes Cristianas hacía meses que habían hecho público quiénes eran, cómo y para qué se habían constituido, habían anunciado profusamente este acto y a unas semanas escasas de celebrar su Primera Asamblea, sin motivo ni vacilación, exige Vd. al Provincial de los Agustinos que prohíba celebrar esa Asamblea en su colegio. ¿Valoró Vd. la cantidad de tiempo, esfuerzos y gastos que menospreciaba y los trastornos que provocaba? ¿Sería Vd. capaz de escuchar todo cuanto se ha dicho contra Vd.?
¿Qué grado de respeto y comunión demostraba Vd. con toda aquella gente a la que acusaba de “no estar en comunión con la Iglesia”? ¿Dónde tiene Vd. definido –se comentaba- lo que es estar “en comunión con la Iglesia” y desde cuándo es competencia suya decidir quiénes están en comunión con la Iglesia y quiénes no, y bajo qué criterios? ¿Dónde ha depositado Vd. los documentos y pruebas que de una manera oficial acrediten qué personas de Redes Cristianas son herejes o depravados y, por lo mismo, desvinculados de la comunión con la Iglesia? ¿Va a resultar más veraz y creíble su individual imposición que la decisión multitudinaria, profesada oficialmente, de quienes provienen de otras regiones, lugares e instituciones oficiales de la Iglesia?
Por si no se ha enterado, le hago saber que la Primera Asamblea de Redes Cristianas se ha celebrado y que su prohibición en este sentido ha resultado estéril. ¿Sigue pensando que ha sido justo su comportamiento? Profesionales de la Teología y del Derecho no dudan en calificar su comportamiento, además de injusto y antievangélico, de anticanónico, lo cual da base para estudiar la posibilidad de una denuncia según Derecho.
Nos resulta obvio que Vd. desconoce lo que es Redes Cristianas, de lo contrario no habría procedido así. Su ligereza ha afectado a miles de personas. Las cosas exigen hacerlas bien: con respeto y diálogo, dando la cara, con razones, sin amenazar al P. Provincial de los Agustinos con consecuencias graves (¿cuáles?) si no obedecía, etc. Lo único que ha logrado es dañar más la credibilidad de la Iglesia. ¿Se le puede felicitar por ello?
El mal está hecho. Vd. verá qué maneras encuentra de repararlo. Redes Cristianas lo ha encajado con indignación y entereza, también con paz, pero no con resignación. Seguiremos combatiendo todo lo que perjudique la verdad del Evangelio y la dignidad humana.
Sin mayores disquisiciones todo el mundo entiende que lo hecho por Vd. es un claro ejemplo de autoritarismo intolerable. Da la impresión de que Vd. confunde las cosas. Tener autoridad no quiere decir tener poder para hacer lo que a uno le dé la gana. Hay que saber obedecer, pero hay también que saber mandar. La autoridad tiene límites intraspasables; no sabemos si Vd. se ha parado a pensar en ello y si le importa mucho.
Atemorizar, imponer, doblegar no es anunciar el Evangelio ni construir Iglesia. Tiene Vd. mucha gente que en su interior le va a señalar con el dedo y exijan le releven de una responsabilidad que no sabe cumplir. Vd. es reincidente en este tipo de cosas y mucha gente de Iglesia están dispuestas a actuar según convenga para impedir que estos gestos se repitan, dañen y desdoren el rostro evangélico de la Iglesia.
Personalmente le deseo que lea, estudie, medite el Evangelio y se ponga al día con las exigencias del espíritu renovador del Vaticano II. Y que, por lo menos, concluya que hay personas que con todo derecho pueden pensar de distinta manera a la suya, sin dejar de ser por eso buenos católicos y que proceder contra ellos como Vd. ha hecho, es un abuso de poder.
Con respeto le saluda
Benjamín Forcano
PD. Con esta misma fecha, mando copia de la carta al Sr. Cardenal D. Antonio Rouco.