ALCUÉSCAR, PINOFRANQUEADO Y CALAMONTE

Son tres pueblos de Extremadura: el primero y segundo de Cáceres, el tercero de Badajoz. Y tienen los tres una gran suerte: las residencias de enfermos y ancianos atendidas por unos sacerdotes muy especiales: los “Esclavos de María y de los Pobres”. He tenido la oportunidad de visitar en dos ocasiones estas obras de amor. Quedé prendado del buen hacer de aquellos hombres de Dios. Han sabido crear un ambiente de paz y serena alegría entre cuantos les rodean. Es una Congregación joven, nacida en la segunda mitad del siglo XX. Y no les faltan vocaciones. La generosidad y total entrega siempre atraen.



El padre Mariano es ya mayor; de los primeros que llegaron. Decía con plena convicción: “No hablo de utopías; cuanto más viejos, más satisfechos. La satisfacción de lo que queda atrás produce alegría. Ya lo decía San Pablo: “He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe; ahora me espera la corona merecida que el Señor, justo juez, me tiene preparada””. Y de verdad, a los viejecitos allí hospedados se les veía serenos y alegres. Para el padre Mariano todo provenía de que aquellas personas se mantenían en la fe y con la gran esperanza de la venida del Señor. ¡De qué distinta manera viven otros ancianos siempre quejumbrosos y regañones!


Envejecer con alegría. Esta es la cuestión. Hoy se ha prolongado en varias décadas la vida media del europeo. Pero en ocasiones se confunde la verdadera calidad de vida con los viajes de recreo, el entretenimiento continuo, y la superación del dolor agudo. Lo que he visto en estas residencias extremeñas ha sido muy distinto. He observado ancianos y enfermos con una vida llena de fruto y merecimiento. Sus cuidadores han sabido inculcarles los valores trascendentes, a la par que unos cuidados exquisitos, de manera que nadie se puede quejar de inasistencia. Ya lo explicaba nuestro padre Mariano: “¿Por qué no empezar desde ahora mismo a servir y amar a Dios y a los demás?”. En estas residencias procuran vivir según estos principios, por eso encontramos allí personas mayores o enfermas llenas de paz.

Tal vez algunos que esto lean se digan a sí mismos: “Yo no tengo esa paz, pero me gustaría gozarla”. Este deseo es como un aviso cariñoso que dan a tu corazón estos sacerdotes extremeños entregados, fundados por el siervo de Dios Leocadio Galán. Hace unos años los conocí y fue un enriquecimiento para mi alma y un aldabonazo para mi vida interior.

José María Lorenzo Amelibia
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