Jerónimo de Usera. Era de Madrid, nació en plena guerra de la Independencia. Se metió fraile, como casi todos los santos. Era de carácter inquieto, abierto, dinámico. Y, curioso, se metió a los 14 años cisterciense. ¿Cómo iba a aguantar en tal clausura? La Eucaristía era su gran devoción junto con el amor a la Virgen. Pensaba que en el claustro podría compaginar con estos amores su deseo de santidad. Y en el monasterio de Osera ingresó. Y tomó muy en serio lo de la santidad.
Su vida transcurría sencilla: estudio, predicación, Eucaristía, oración y fidelidad. Por fidelidad cambió a San Martín, junto el lago de Sanabria, donde poseían convento los del Císter. Junto al lago de Sanabria. Y allí seguía su vida de oración y predicación Pero la desamortización de Mendizábal hizo que saliera del monasterio. Guardó sus hábitos blancos como una reliquia hasta que por un acto de caridad se lo entregó a una religiosa para que vistiera a una novicia. Y montando en un mulo, acudía a visitar y a atender espiritualmente a pueblos de Portugal, próximos a su nueva residencia particular.
La Providencia se sirvió del desastre de la desamortización para suscitar en Jerónimo su nueva vocación misionera. Fue profesor en Madrid, en la Universidad central, añoraba su monasterio, pero todo resultó imposible. En 1845 saltó providencialmente por indicación de la Reina de España a las islas de Fernando Poo. Su pecho no podría contener el celo al recordar que en domino español había tantos millones de infieles.
Pero nuevas circunstancias, el fracaso de la expedición a Guinea en la que colaboró tanto, le dieron la oportunidad de navegar hacia las Antillas. Muchos de los isleños no tenían ni siquiera noción de la existencia de Dios. Allí su actividad para evangelizar a los pobres fue grande. Y allí fundó una congregación de religiosas, las "Hermanas del Amor de Dios". Por influjo de la reina de España fue enviado a Cuba. Desde allí escribió a sus monjas cientos de cartas para mantenerlas fieles y perseverantes. Les insistía: "Hijas mías, no tenéis ni debéis tener otra enseñanza que sacrificaros por el santo Amor de Dios". ¡El amor de Dios! siempre el la boca y en el corazón de los santos!
Sólo con la oración y la fe pudo vencer las crisis de desconfianza, de desaliento...El amor de Dios es eterno, universal; permanece a pesar de los desalientos, tristezas y fracasos y sostuvo a Jerónimo, como nos sostendrá a nosotros, aunque pasemos rachas muy malas. Allí murió Jerónimo, en 1891 en casa de una sobrina que lo acogió por caridad. Pobre y lleno de santidad. Está en marcha su proceso de beatificación.
Yo nada había oído hablar de este hombre. Pero es otro de los muchos que merecen la pena. ¿No te parece que estimulan para seguir adelante estas vidas de personas santas?
José María Lorenzo Amelibia
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