1.- El Padre se complace en el alma en que advierte semejanza con Jesús. Señor, así tiene que ser. Por algo se oyó tu voz que decía: "Este es mi Hijo muy amado en el que pongo mis complacencias". Tiempo y lugar de prodigios, de teofanías, aquél del bautismo de Jesús. Padre, te pido por mediación de tu Hijo, imitarle. Él era manso y humilde de corazón, ayúdame a imitarle en esa mansedumbre, en esa humildad.
2.- Ha habido tiempo en que me creía humilde porque delante de ti me sentía pecador. Pero me doy cuenta de que la soberbia brota en cualquier momento cuando trato con mis semejantes. Ahí se ve la humildad, porque ¿qué creyente va a ser soberbio delante de Dios? La humildad aparece y se muestra en el trato con el prójimo, con los hermanos y amigos, con los adversarios, con los indiferentes, con los conocidos y desconocidos.
3.- Padre, ayúdame a ser humilde en esto, porque ahí está la humildad; en no querer tener la última palabra; en no criticar al prójimo, como si yo fuese el bueno y los demás fueran los malos. Definitivamente me siento soberbio, pero quiero ser humilde. Para ser humilde tengo motivos: todas las gracias que he recibido y no he sabido o no he querido aprovecharlas. Perdona mis pecados, mira que no te he sido fiel y necesito mucho de tu misericordia. Manténme en tu amistad.
4.- Dadme el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final y celo por la salvación de las almas. Dadme ser útil en el Reino, te pido todo esto por medio de Cristo tu Hijo.