Cuando me quejaba ante mi padre espiritual de que la fe era muy oscura, me contestaba: "Sí; y pídele al Señor que te la ponga aún más oscura. Mayor será tu mérito. Pídele a la vez su gracia para creer más y más." Razón tenía aquel santo sacerdote dotado de una fe total. Yo no creo sin más ni más. Yo creo porque Dios se ha revelado en la Biblia y la Santa Iglesia depositaria de la revelación, nos muestra los caminos.
A pesar de que nuestra fe la fundamentamos en la biblia, palabra de Dios revelada, algunas veces se compadece Dios de la humanidad y nos envía un hombre carismático para ayudar a personas de fe más débil. ¿Y quiénes son esos hombres carismáticos? Son personas dotadas de unas gracias extraordinarias muy llamativas, que tienen por finalidad confirmar el mensaje que Dios les ha transmitido a ellos mismos. Son como las cartas credenciales que avalan ante los hombres la veracidad de aquel mensaje.
Una de las personas más carismáticas de todos los tiempos ha sido el P: Pío de Pietrelcina. Desde sus 30 años hasta los 81, en que murió, nadie ha podido dar una explicación natural al fenómeno de sus estigmas. En las manos, en los pies y en el costado llevó el P. Pío las heridas de Jesús en la cruz. Ni recurriendo a la parapsicología ni a posibles fraudes, han conseguido sus detractores convencer de que aquellas llagas eran puro cuento o enfermedad normal. Manaban sangre fresca todos los días; nunca cicatrizaban, pero no tuvieron infección ni hubo complicaciones dermatológicas; sí, eran dolorosas y molestas para el santo. Como él lo afirmó en alguna ocasión no se trataba de condecoraciones honoríficas par demostrar su santidad; resultaba muy doloroso el poseerlas. Más a gusto vivimos la generalidad de las personas sin estos estigmas gloriosos.
El P. Pío estaba convencido de que Dios se las dio para recordar a los hombres la verdad de Cristo crucificado y resucitado y para que él mismo fuera testimonio vivo de esta gran verdad. Las llagas eran muy dolorosas, pero no llegaban a impedirle el movimiento. No se hinchaban, Y la sangre que brotaba siempre era limpia.
Para quien tiene fe, todo contribuye a ahuyentarla. Para los
hijos de perdición, nada merece la pena. Todo es pura patraña. Siempre la enfermedad ha sido tenida como un signo personas de
Dios que se acerca y nos purifica. Mas el incrédulo se retuerce ante ella si no la domina, y ansía la muerte que disfraza con el eufemismo de eutanasia.
Si el Señor permite en tu cuerpo o en tu alma el dolor, piensa en estos hombres carismáticos que lo han llevado durante su vida entera para ser testimonio de la realidad de la fe católica. Caminar hacia Dios a través del sufrimiento de la cruz para resucitar con Él. Pero este peregrinaje no ha sido para ellos desgraciado, el P. Pío en concreto tenía sentido del humor; vivía generalmente alegre; era un compañero sencillo y asequible. Y es que no está reñido el dolor con la alegría, ni el placer con la tristeza. Si el corazón vive inflamado por el amor de Cristo, florece siempre: unas veces en la forma llamativa de los estigmas del P. Pío; otras, en la humilde resignación cristiana. Siempre, en una gran paz interior, más valiosa que las excursiones de la tercera edad o las noches de "gaupasa" en nuestra juventud. Así que, cuando viene el dolor, a no ser quijica. Algún bien querrá Dios para nosotros.
José María Lorenzo Amelibia
Si quieres escribirme hazlo a: jmla@jet.es
Puedes solicitar mi amistad en Facebook pidiendo mi nombre Josemari Lorenzo Amelibia
Ver página web: http://web.jet.es/mistica