D. Manuel Larrain Errázuriz, Obispo chileno

Un verdadero ejemplo para obispos

Yo creo que D. Manuel fue casi un auténtico retrato de Jesucristo. Jesús pasó por la tierra haciendo el bien, amando a todos los hombres, estando en constante comunicación a través de la oración con su Padre. D. Manuel era un hombre de constante oración. Oración organizada en su oratorio, en su breviario, lectura del Evangelio, de los grandes Santos, sobre todo S. Francisco de Asís, de un constante estar con su maestro Jesús en todos los momentos de su vida diaria, en sus viajes en auto, en avión, en su caminar cotidiano.


Su capilla era su gran refugio para todas sus grandes y pequeñas decisiones. En su maestro sacaba las fuerzas para todas las adversidades de la vida, grandes y chicas. Su vida era una constante comunicación amorosa con el gran sacerdote del cual era su representante en la tierra, su imagen. "Ora et labora" era su quehacer cotidiano. Todo ello hecho con sencillez sin aspavientos, con su eterna alegría.

Eso hizo D. Manuel, " Amar" Amar a todos al que le quería y al que lo odiaba, al santo y al pecador como Jesús, que le reprochaban que comía con los pecadores y se codeaba con las prostitutas. La frase de Jesús que decía que no hay que apagar la vela que aun humea " Don Manuel lo practicó al máximo con todos. Yo puedo dar un testimonio de mí mismo, que abandone el sacerdocio, pero me invito a su cumpleaños y me puso junto a Él en su gran mesa llena de muchos amigos, muchos de ellos extranjeros.
Alojó en casa de otro sacerdote secularizado que no nombraré que según los cánones vivía en pecado. Conversaba con grandes hombres de poder y de riqueza y de sabiduría y con igual naturalidad conversaba con el humilde campesino y su hablar se hacía todo a todos. Se acomodaba a los conocimientos de todos sus interlocutores con sencillez y naturalidad. Como Jesús que lloró ante el sepulcro de su amigo Lázaro, también D. Manuel lloraba. Yo fui testigo varias veces de su llanto.

GRAN AMIGO DE TODOS
Todos se sentían los predilectos junto a él. Era un ciudadano universal como Jesús para él que no había judíos y samaritanos; todos eran hijos del mismo Dios. Los nacionalismos y las distintas confesiones religiosas cristianas o no cristianas, eran todos hijos de los que buscan el bien, quizás equivocadas. Así lo comprendieron integrantes de otras denominaciones cristianas como la señora anglicana que le regaló el carillón de la catedral de Talca y los monjes franceses de denominación protestante, cuyo nombre en este momento olvido, en cuya casa alojó varias veces en Francia. Hablaba de ellos con entusiasmo y ellos lo querían. Lo querían los demócratas cristianos, que él formó como cristianos desde su puesto de director espiritual de la Universidad Católica y lo respetaban los comunistas a cuyos dirigentes dio cobijo cuando Gabriel González los persiguió a través de la ley llamada " Defensa de la democracia".
D. Manuel dio los fundos de su diócesis a los campesinos y los organizó a través del “Improa” para que supieran administrar sus tierras y tuvieran toda la dignidad al hacerlo.
Amó al ser humano, con mucha sencillez, grande o peque en conocimientos y en riqueza. Cumplió todas las bienaventuranzas. Dio de comer, visito al enfermo y encarcelado, etc.
No se apartó un ápice de la doctrina cristiana y católica, no fue estridente, ni exagerado en exponer la doctrina social católica, cooperativas para los campesinos además de tierras, escuelas para los niños, lugares de acogida para pobres y enfermos. Buscó todo tipo de congregaciones religiosas por el mundo entero, de todos los países, de todas las razas y lenguas, Hasta chinos hubo en su iglesia cuando eran perseguidos. Su clero y monjas era universal en todos los sentidos. Por eso universal era la gama de los que de distintas naciones constantemente lo visitaban. Todos buscaban su paz, sonrisa, bondad y apertura a todas las posiciones, Pero exponía con claridad la doctrina cristiana, sin vacilación ante movimientos un tanto heterodoxos que ya empezaban a nacer dentro de la iglesia. Con amor sacaba la cizaña del medio del trigo. Por temor jamás callo. No era un Savonarola condenando, pero condenaba, exponía sin miedo la verdad, pero con mucha caridad. Yo fui testigo en mi vida propia de esa postura en reprender, pero amando. Cuando había un tema difícil, antes de decidir " Oraba mucho con su maestro. Jesús y s. Francisco de Asís fueron sus maestros.
Así nos escribe de él Josemari Buzunáriz
José María Lorenzo Amelibia

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